Cuando la puerta de la furgoneta fue abierta antes de que Mattias siquiera tuviera la oportunidad de colocar su mano en la manilla, el omega observó al hombre frente a él y le sonrió leve. O al menos, eso intentó hasta que el beta simplemente estiró sus brazos y lo sacó del asiento fácilmente, como si pesara menos que una pluma cuando sabía que no era así. Después de todo, no es como si siguiera una dieta estricta, pero tal parecía que todos podían tomarlo fácilmente sin problema alguno. —Si sabes que puedo caminar, ¿cierto? —le observó—. Que hubieras visto a Devak hacer lo mismo al subirme a la furgoneta no significa que debes de hacerlo —indicó. —Lo siento, señor, pero sus padres me prohibieron dejar que tocara el suelo debido a su lesión —se excusó con la mirada fija hacia al frente

