Acostado sobre la alfombra de su taller, Mattias observaba fijamente el techo de la habitación mientras esperaba que su llamada fuera contestada. —Hola mi príncipe, ¿a qué debo tu llamada? —preguntó su papá Renato. —Hola papá, necesito un consejo —anunció. —¿Qué tipo de consejo? —preguntó—. No me digas que otra vez se ha infectado tu herida —reprochó. —No, no es nada de eso, mi herida está sanando como viento en popa, ya ni siquiera estoy con medicamentos —prometió. —¿Entonces? —Bueno, creo que me he acercado mucho a Devak últimamente —comenzó—. Lo suficiente como para despertar todos esos sentimientos cursis y bonitos que me describiste cuando conociste a papá —explicó. —Ambos sabemos por qué es eso —le recordó su padre con un tono mucho más suave—. Las parejas destinadas no es alg

