—¿Realmente estás cocinando? —preguntó Mattias tras entrar en la cocina.
—Estoy preocupado por mi muchacho, no te podía ayudar, necesitaba distraerme con algo —se excusó encogiéndose de hombros.
—Eh... No creí que fueras ese tipo de personas —comentó con una ligera sonrisa, acercándose al lavavajillas para lavar sus manos—. ¿Quieres algo de mi ayuda? —ofreció.
Observándolo con completo horror, el alfa agitó animadamente su cabeza de forma negativa e inclusive, apartó los ingredientes que se encontraban cerca de Mattias.
—Hey, ¿qué significa esa expresión? —preguntó el omega riendo.
—No es por nada chico, tampoco busco ofenderte, pero tu talento solo reside cuidando de los demás y creando joyas —explicó concentrado en la sartén en la cual preparaba unas hamburguesas.
—Nunca dije que tuviera talento en la cocina, pero al menos sé lo básico —se encogió de hombros.
—Yo no diría exactamente básico a huevos fritos, salchichas, macarrones con queso y fideos instantáneos —le observó sobre su hombro.
—Es lo máximo que pude aprender por mi cuenta, considerando que mi papá omega puso el grito en el cielo cuando casi incendio su cocina preparando arroz —bufó sacando los platos y servicios para preparar la mesa ahí mismo—. Mi papá alfa también quedó bastante traumado luego de ello y me seguía cada vez que anunciaba que tenía hambre e iba a la cocina —recordó.
—¿Qué edad tenías? —le observó curioso.
—¿La primera vez? Quince años. La segunda, veintidós —sonrió travieso—. Luego de eso o me enviaban comida a mi departamento o al chef para que me preparara algo y así no saliera tarde a buscar comida ni invitaba a nadie sospechoso para que me la entregara.
—La sobreprotección la llevaron a un extremo nuevo —murmuró.
—No puedes culparlos, son personas de dinero y soy su único hijo —le recordó—. Ya es un golpe para papá Patrick, que sea una copia idéntica de mi papá Renato, que sea un omega es como que lo lleva a otro nivel.
—Renato es igual de sobreprotector que Patrick, solo que él sabe disimular y convencerte para que no te des cuenta —comentó, apagando las ollas.
—Tú crees que no me doy cuenta, a estas alturas ya tengo identificado los gestos que hace cuando quiere que haga algo o está preocupado —sonrió corriendo un banquillo para tomar asiento—. Y papá Patrick es igual.
—Todos ustedes son tan extraños —murmuró sirviendo la cena.
—Qué te queda a ti entonces, que eres amigo de mis padres —se rió bajo—. Gracias por la comida —exclamó tomando el servicio.
—¿Cómo está Devak? —preguntó el alfa finalmente.
—Toma asiento, no ganarás nada ahí parado —indicó el joven omega, señalando frente a él.
—¿Entonces? —preguntó.
—Sus heridas estaban tan mal como había esperado, pero ninguna en peor condición —anunció—. Algunos de los puntos se volvieron a abrir, su rodilla está algo hinchada al igual que su hombro. Sus quemaduras en sus antebrazos ya no muestran signos de infección, por lo que mañana o pasado no tendremos que darle medicamentos para tratarla —informó.
—Eso... Es bueno —suspiró.
—Eh, yo no lo diría exactamente así —indicó, limpiando sus labios—. Devak entró en ese punto en el que tendré que usar mis métodos pocos convencionales para ayudarle a sanar, porque si sigue así, finalmente terminará volviendo otra vez al hospital lo quiera o no —explicó—. Lo de hoy pudo haber terminado en algo peor, podría haberse vuelto a lastimar su rodilla o su hombro, sus nudillos ciertamente se vieron afectados al estar golpeando un saco de boxeo con sus manos al descubierto —expresó con una mueca de disgusto.
—Está peor que un cachorro —reconoció Alan—. Esperó a que yo me alejara lo suficiente y que tú no estuvieras en la casa para salir de esta a escondidas —negó.
—No sabemos si lo hizo todo de forma consciente —le recordó.
—¿Qué quieres decir con eso? —cuestionó el alfa.
—¿A caso no lo viste tú mismo? —alzó una ceja—. Ni siquiera te reconoció cuando te acercaste.
—Cierto —asintió—. ¿Por qué fue eso?
—Me dijiste que está sufriendo de depresión post traumática y que la doctora Gilman había mencionado algo de terror nocturno —inició—. No sé si se despertó producto de una pesadilla y simplemente salió pensando que seguía en ella, o salió de la habitación consciente y un recuerdo le invadió y se desquitó con el saco de boxeo, pero su actuar es algo relacionado con lo que le ocurrió —expresó.
—¿Por qué estás tan seguro de eso? Él solo pudo haberse perdido un momento en la rabia —indicó—. Lamentablemente, su accidente no fue lo único que le ocurrió estos días y lo otro pudo haberle lastimado mucho más que lo físico —comentó.
—Bueno, eso es verdad —asintió—. Pero cuando lo encontré y me acerqué, estaba llorando mientras murmuraba algunas palabras —recordó—. Por favor, lo siento. Perdónenme. Es mi culpa. Lastímenme a mí. Esas fueron algunas de las que entendí —anunció, observándole fijamente.
—Eso dijo... —pronunció aclarando su garganta, observando hacia otro lado.
—Mira, no te estoy diciendo que me des todos los detalles de lo que le ocurrió, pero necesito al menos saber lo básico para poder ayudarle correctamente —expresó con seriedad—. En episodios como estos es bueno saber decir las palabras correctas para poder traerlo devuelta.
—Está bien, sí —asintió observando su plato—. Supongo que tienes razón —suspiró—. Devak, él... Siempre tuvo esta cosa por ayudar a los demás, odiaba ver a alguien ser lastimado y no hacer nada, por lo que, en cuanto tuvo edad suficiente, se inscribió en el servicio militar y escaló desde ahí —contó.
—Una profesión muy honorable que no muchos escogen —comentó.
—Lo sé, demasiado exigente —asintió—. Devak ascendió hasta volverse el líder de un equipo de rescate —anunció con una sonrisa orgullosa—. Él salvó muchas vidas y rescató otras muchas, pero... Ese trabajo también cobra su parte —expresó, perdiendo un poco la emoción—. Me di cuenta de que se estaba sintiendo cansado y le dije que se tomara su tiempo, él también ya comenzaba a tener otros deseos para ese entonces y aceptó hacerlo luego de terminar una misión que ya había aceptado.
—Esto... Creo que necesitas una cerveza —observó Mattias, detectando como al hombre mayor cada vez se le estaba dificultando más hablar.
—Solo una, necesito estar sobrio en caso de que mi muchacho me necesite —indicó.
Asintiendo, el omega se levantó y sacó una lata del refrigerador. Volviendo a sentarse, se la entregó y le observó mientras este bebía un gran trago.
—La misión salió mal —anunció finalmente, observando la lata entre sus manos—. No tengo todos los detalles al respecto, solo sé que algunos miembros de su equipo desaparecieron con él. Pasaron tres meses sin recibir noticia alguna de Devak, y cuando la esperanza me estaba dejando, recibí una llamada de Aiden, quien me dijo que lo habían rescatado y que sería trasladado a un hospital cercano —contó—. No sé qué ocurrió en ese tiempo que estuvo desaparecido, solo sé que no fue bonito y que... Él fue el único que volvió.
—Gracias por contarme —pronunció Mattias—. Considerando las heridas en su cuerpo y su profesión, puedo hacerme una idea al igual que tú de lo que le ocurrió en ese lugar, pero estoy seguro de que aun así no estaría ni cerca con lo que realmente sucedió.
—Lo sé —asintió—. Sé que sus pesadillas son respecto a lo que sufrió en ese lugar, he intentado que me cuente algo, pero está tan cerrado como un candado sin llave —expresó con una mueca.
—Lo mejor en estos casos es darle espacio y esperar a que él esté listo para hablar —indicó el omega—. Si a ti no te ha contado nada, difícilmente creo que lo haga conmigo siendo que no soy de su agrado —le sonrió leve—. Esperar es la mejor opción.
—Lo sé —aceptó no muy feliz—. Pero tendré que presionar si veo que esto solo le termina lastimando más.
—Solo dale tiempo —pronunció levantándose de la mesa para dejar los tres sucios en el lavavajillas—. ¿Te ayudo a limpiar?
—No, quiero entretenerme en algo y dirigir un rancho en este momento no es lo ideal —explicó.
—Bien, pero me toca a la próxima —advirtió—. Ah, y antes de que lo olvide, necesito que encargues un inmovilizador de pierna y un cabestrillo con urgencia —pidió—. Si tu muchacho sigue moviéndose imprudentemente, se terminará lastimando de forma grave y hasta irreparable —expresó.
—Lo tendrás entre mañana o pasado —prometió.
Asintiendo satisfecho, Mattias subió a su habitación y se preparó para recostarse cuando, de repente, la idea de un brazalete con un zafiro invadió su cabeza y él... Simplemente no pudo ignorarlo.
Tomando su cuaderno de dibujo, Mattias tomó su estuche y se sentó al medio de su cama con sus piernas entre cruzadas delante de él.
Abriendo su cuaderno, inmediatamente comenzó a dibujarla, trazando las líneas que estaban en su mente y utilizando los colores que aparecieron mágicamente ante él, a pesar de que, generalmente, tardaba en elegir estos juntos a qué clase de materiales utilizaría para trabajar en ellas.
Tan concentrado estaba haciendo los detalles, que prácticamente saltó de la cama y su cuaderno voló por un momento cuando un sorpresivo grito angustioso y doloroso invadió toda la casa.
—Santas manzanas podridas —exclamó, con una mano sobre su pecho, donde su corazón latía desembocadamente.
Arrugando su nariz levemente, los labios de Mattias se torcieron ligeramente cuando sintió de forma leve el aroma de Devak, pero nuevamente, el eucalipto y la menta se encontraban perdidos entre el desastre de emociones que estaba sintiendo el alfa en ese momento.
Con otro grito más doloroso que el anterior llenando la casa, Mattias simplemente no pudo quedarse ahí sentado en su cama, ignorándolo.
Con sus pies desnudos tocando el frío suelo, el omega se alzó y salió de su habitación, apresurándose un poco al escuchar otro grito.
—¿Qué sucede? —preguntó cruzando rápidamente el pasillo a oscuras, deteniéndose frente al otro alfa.
—Está teniendo una pesadilla —respondió Alan, tensando su mandíbula cada vez que escuchaba un grito.
—¿Y? ¿Por qué no has entrado aun cuando tu querido sobrino está sufriendo? —cuestionó, observando con sorpresa al hombre mayor.
—Tú no sabes cómo reacciona cuando alguien intenta despertarlo, como reacciona ante el tacto de otro —expresó, volviendo puños sus manos—. Por más que me duela decirlo, es mejor que despierte solo a que lo haga —explicó.
Observando al alfa y luego la puerta frente a él, Mattias frunció el ceño mientras sentía algo dentro de él, agitarse de pura angustia ante el llamado desesperado de Devak por alguien que lo ayudara a salir de ese infierno.
—Lo siento, yo no pienso igual que tú —anunció, y sin darle tiempo de responder a Alan, abrió la puerta y entró en la habitación.
El fuerte aroma del alfa fue lo primero que golpeó al omega, el dolor, el enojo y el tormento estaban destrozando toda la esencia de Devak como un fuerte tornado amenazante.
Y a pesar de que Mattias sintió las feromonas hostiles que le advertían que se quedara fuera del camino, las ignoró y se acercó a la cama, donde su corazón se apretó dolorosamente al contemplar el rostro de Devak empapado de lágrimas, con el dolor profundamente marcado en sus facciones junto a la... Desesperación.
Acercándose sin dudarlo cuando este comenzó a agitarse, sus manos inmediatamente se apoderaron de su rostro y estrelló su frente suavemente en la del alfa.
—Shh... Todo está bien, cariño —anunció con tono suave y bajo—. Tienes que concentrar aquí, alfa, todo está bien, no hay nada malo, ya no estás en ese infierno —murmuró.
De pronto, esos ojos se abrieron para demostrar otra vez aquel profundo tono azul oscuro y perdido.
Sin poder evitarlo, un chillido poco masculino escapó de sus labios cuando fue tirado a la cama y Devak lo cubrió completamente con su cuerpo, atrapándolo con una extraña llave que le impidió moverse.
—¡Mattias! —exclamó Alan entrando rápidamente en la habitación—. Te dije que no era buena idea entrar —gruñó, observando preocupado al omega y a su sobrino.
—Está bien —pronunció, y sus labios se torcieron ligeramente en dolor cuando Devak tiró de sus brazos sobre su cabeza y cruzó sus manos antes de mantenerlas ahí en un fuerte agarre.
—Pero...
—Solo míralo, Alan —ordenó, manteniendo sus ojos fijos en los del alfa sobre él—. Devak no está intentando lastimarme —indicó.
—Tal vez no es ahora, pero y si después... —dudó y avanzó un paso cerca de la cama.
Devak gruñó de forma amenazadora y Alan se detuvo automáticamente.
—No, él estará bien —aseguró y deslizó lentamente una mano fuera del agarre.
Alzándola entre sus cuerpos, atrapo un costado de su rostro y le obligó a mirarle.
—No hay peligro aquí, alfa, estamos bien —expresó—. No estamos atrapados ni hay nadie malvado intentando herirnos, estamos a salvo —prometió.
El alfa frunció el ceño.
—Tienes que despertar, cariño, tienes que tocar la luz nuevamente —indicó—. Vamos chico malo, no dejes que la oscuridad te consuma —pidió, acariciando con ternura su rostro—. Eso es, vuelve aquí —pronunció con una sonrisa leve al contemplar como lentamente, Devak dejaba ir su otra mano y su cuerpo se movía dejando esa extraña llave que le había dejado tan... Expuesto.
Pero antes de que el alfa pudiera salir completamente, este cayó sobre su cuerpo.
—Upf —pronunció Mattias al sentir de golpe el peso de su paciente sobre él.
—¿Estás bien? —preguntó Alan, observándole preocupado.
—Sí —asintió y observó como Devak simplemente se acomodaba sobre él, empujando su cuerpo entre sus piernas para hacerse un espacio mientras sus brazos le rodeaban y su cabeza se apoyaba contra su pecho—. Eh... Creo que lo difícil ya paso, ¿ayuda? —pidió, observando al alfa.
—No lo sé —pronunció el alfa, dudando.
—¿Alan?
—¿Y si me acerco y vuelve a despertar? ¿Y si te lastima en el proceso? —expresó.
—No puedes dejarme toda la noche aquí para ser su almohada personal —exclamó bajito, instintivamente acariciando la nuca del alfa cuando este se movió, más no se alejó.
—No lo sé, parece estar muy cómodo contigo —observó, y Mattias supo que el alfa estaba hablando completamente en serio—. Es más, parece que, contra todo pronóstico, le gusta tu aroma —indicó al contemplar a su sobrino mover ligeramente la cabeza para acomodarse en la curvatura de su cuello.
—Eh... Realmente no estás pensando en dejarnos así, ¿cierto? —parpadeó cuando contempló a Alan alejarse lentamente.
—Sí, eso es precisamente lo que estoy haciendo —asintió.
—Me matará cuando despierte —indicó.
—No lo hizo ahora, dudo mucho que lo haga después —le sonrió—. Aunque no lo digas, le agradas —aseguró antes de salir por la puerta.
—No creo que se trate precisamente de eso —murmuró una vez se quedó completamente a solas con el alfa en su habitación.
Soltando un suspiro, lo observó.
—Por favor, no me mates cuando despiertes —pidió y sus brazos automáticamente lo rodearon cuando Devak soltó un sonidito angustioso, como anunciando que otra pesadilla lo estaba molestando.
Susurrando palabras tiernas y suaves, Mattias lo calmó también con su aroma, hasta que este se volvió a quedar dormido, y en algún punto, él también lo hizo, con una satisfacción que nunca había sentido al ayudar a uno de sus pacientes llenándole.