—¡Joder, cállenla! —gritó uno de los secuestradores haciéndome llorar aun mas fuerte —Puta asquerosa, te voy a…
—Nada —rugió una voz en la oscuridad de la van, temblé —Le tocan un pelo y los mato. Se los advierto de una vez, no quiero que la miren, que la toquen y mucho menos que la deseen. El primero que lo haga es hombre muerto, ¿Entendido?
Sollocé un poco más pegando mis rodillas a mi pecho.
—Por favor no me hagan nada, se los suplico. —pedí a todos los presentes. Ninguno me respondió —Déjenme ir, no se lo diré a nadie, solo quiero llegar a casa esta noche.
—A dónde vamos será tu nueva casa —de nuevo la voz dominante se dejó escuchar, no entendía porque su simple voz me hacía tener tanto miedo.
¿Era acaso su tono grave? ¿La lentitud con la que pronunciaba las palabras? ¿Qué era aquello que me causaba tanto conflicto?
—Por favor, señor. Déjeme ir, ya tengo una casa, mi familia estará preocupada por mi —sentí una mano posarse en mi rodilla y subir un poco más, moví mi pierna frenéticamente alejando a quien sea que me estuviera tocando cuando sentí un liquido caliente caer sobre mi mejilla.
Abrí los ojos asustada, por la ventana entraba un poco de la luz de la luna, pude ver con horror como frente a mi había un cuerpo sin cabeza y la sangre brotaba como cascada del lugar en el que se suponía debía ir el cuello, llevé una mano a mi boca conteniendo las nauseas y un grito aterrador.
—Primero de ¿Cuántos? ¿Quién será el siguiente? —levanté la mirada y me encontré con unos ojos azules que brillaban en la oscuridad, su pálida piel y su ceño fruncido me aterró.
Era un hombre muy guapo, cualquier persona con solo un dedo de frente podía admitirlo, pero el aura que desprendía era tenebrosa, no quería estar ahí, sus ojos brillantes me recorrieron de arriba hacia abajo, por todo mi cuerpo haciéndome temblar del asco que sentía.
—Eres mía ahora, solo yo puedo tocarte —sus palabras provocaron la ira.
—No soy de nadie —le dije con los dientes apretados —Me encontraran y pagará caro el haberme secuestrado.
El hombre rio con burla y se acercó a mí, su nariz enterrándose en mi cuello y aspirando desesperado mi olor, empujé su pecho con las palmas de mis manos con fuerza, él no tuvo que hacer demasiada fuerza para tomar mis manos y dejarme estabilizada mientras él seguía con su nariz en mi cuello.
—Me gusta cuando se ponen agresivas, son mis favoritas —dejó un asqueroso beso húmedo en la curvatura de mi hombro y cuello.
—¡Aléjese! —grité asqueada provocando su risa, me removí enojada, pero lo único que conseguía era que se acercara más a mi cuerpo dejándome paralizada.
—Ya quiero oírte gritar por otra cosa —dijo en un susurró antes de lamer el lóbulo de mi oreja y alejarse tan solo un poco —Tanto tiempo y ahora estas acá conmigo, donde perteneces.
—Lléveme a mi casa, por favor. —Mis sollozos eran incontenibles, una de sus asquerosas manos se acercó a mi rostro y limpió un par de lágrimas, gire mi rostro para que no me siguiera tocando —Por favor no me toque.
Sus ojos azules brillaron aún más antes de alejarse de mí.
—Acelera, nos están siguiendo —ordenó al hombre que conducía.
Miré hacia atrás a la ventanilla, pero no alcanzaba a ver ningún auto o moto que se acercara, él hombre me tomó del cuello y bajó mi cabeza hasta recostarla en su regazo, no podía zafarme, su fuerza era descomunal y me tenía aprisionada con mucha fuerza.
—Llama a Kathia, dile que prepare el cuarto violeta —la van brincó al meterse en un bache de la vía, salteé un poco y me apoyé con las palmas de mis manos en lo primero que tuve cerca para amortiguar la caída. —¿Ves? —, dijo él —tu cuerpo busca también al mío.
Alejé mi mano derecha al sentir algo duro bajo mi palma, la sacudí con repulsión mientras sentía como acariciaba mi cabello.
—¿El cuarto Violeta, señor? —preguntó un hombre con la voz temblorosa.
Sentí como las uñas de sus dedos se enterraban en mi cuero cabelludo.
—Dime en que idioma hablo, Edgar. ¿Acaso chino?
—No señor —respondió el hombre —Ya mismo llamo a Kathia y le informo de su orden.
Las uñas que dañaban mi piel por fin me dejaron en paz, quería cerrar mis ojos y creer que todo esto era una simple broma, un mal sueño y que pronto despertaría, pero cuando sentía como tocaba mi cabello y mis hombros sabía que esto era muy real, había sido secuestrada por una banda de locos psicópatas que me matarían cuando se cansaran de jugar conmigo.
¿Cómo caí en esto? ¿Porqué a mí?
—Llegamos princesa —sus labios estaban acariciando mi oreja.
Me alejé de inmediato de su lado cayendo en el suelo de la camioneta, sus duras manos me levantaron sin ninguna delicadeza.
—Bienvenida a tu nuevo hogar.
—¿Porqué me hace esto? —Le pregunté cuando me bajó de la van a la fuerza —¿Qué le hice yo para que me haga esto?
—Aún no has hecho nada —comentó acariciando mi rostro, me miraba con vehemencia, como si fuera algo que jamás hubiera visto en su vida —, pero pronto harás algo y sabrás que perteneces a este lugar.
—Nunca —intenté golpearlo y salir corriendo, pero lo único que logré fue que me levantará sobre su hombro como un bulto de papa.
Comenzó a caminar conmigo a cuestas, traté de identificar el lugar en el que me encontraba para cuando huyera de este pudiera traer a la policía con facilidad, era un terreno desolado, metros y metros de tierra a nuestro alrededor, tan solo había una cabaña abandonada y alrededor de esta una cinta amarilla, como los cordones policiales que ponen en una escena del crimen.
¿Acaso era esta una escena del crimen?
Esperaba que no.
Me llevó a una habitación enorme, una cama con sabanas de color morado se encontraba en la mitad, todo se veía oscuro, no entraba casi luz y tan solo había una luz opaca iluminando parte del pasillo y un pedazo de la cama.
Me tiró sobre esta y dando dos palmadas al aire encendió la luz del cuarto dejándome encandilada por unos cuantos segundos, cuando por fin pude abrir bien mis ojos, pude notar que el cuarto realmente era muy hermoso, como sacado de una película de los años cincuenta, y no pegaba para nada con el ambiente que había allá afuera.
—¿Qué es este lugar? —pregunté mirando todo con detalle y dándome cuenta de que las ventanas tenían barrotes clavados, no podría huir por ahí.
—Nuestra habitación —abrí mis ojos con miedo.
¿Acaso había oído mal o él en verdad había dicho nuestra habitación?
—¿Cómo dijo? —lo miré ahora teniendo luz, no lo había hecho y mi boca se abrió del todo.
Frente a mi estaba el hombre más guapo que había visto nunca, no eran sus ojos lo que más destacaba en él, era todo en si, su cabello n***o como la oscuridad, su piel pálida, su barba de unos cuantos días, sus cejas pobladas, sus labios un poco gruesos, ese cuerpo se notaba era bastante musculoso dejándome con la boca aun más abierta.
¿Quién era él?
Antes de poder seguir diciendo nada una mujer muy hermosa entró a la habitación, su cabello era largo, abundante y de color rojo, no tan encendido como estaba el mío en este momento, sino un poco más oscuro, como tirando a Vinotinto; vestía un corsé de encaje de color n***o que la hacía ver magnifica, y resaltaba sus pechos y su cintura de una forma atrevida, pero que le quedaba muy bien; sus largas piernas estaban envueltas en un pantalón n***o de cuero y unos tacones altísimos color rojo adornaban sus estilizadas piernas.
—Jefe —saludó al hombre con un asentimiento de cabeza y luego me miró a mi despectivamente —¿Ella? ¿En serio? —preguntó con burla, él la miró mordazmente.
—¿Acaso he pedido tu opinión? —ella bajó rápidamente la cabeza y se disculpó en voz baja.
—No señor.
—Quiero que la bañes y arregles para mí, como lo merece.
—Si señor.
—No quiero que la menosprecies, ya sabes quien es y debes tratarla como tal —le ordenó dejándome con dudas.
¿Qué tan mal podría tratarme? Yo era una simple secuestrada a la cual podían matar en un par de segundos y no quería eso, yo tenía sueños y muchas ganas de vivir mi vida, no quería que personas como ellos me arruinaran la existencia.
El hombre salió de la habitación dejándome sola con esa mujer, ella me miró de nuevo recorriendo mi cuerpo con fastidio, pero por último suspiró y me instó a levantarme de la cama.
—Vamos, vamos, que no tengo mucho tiempo.
La seguí hasta un baño, ella se encargó de llenar la tina con agua caliente y unas cosas raras que no conocía a la vez que me hacía desnudar, de nuevo muchas más lagrimas cayeron por mis mejillas.
—Por favor no me haga daño.
—Cállate, lastimosamente no puedo hacerte daño —se quejó —, pero te advierto de una vez que si intentas algo olvidaré quien eres y te mataré, no me importa si luego me matan a mí.
—¿Quién es ese hombre? —pregunté. Ella me miró enarcando una de sus perfectamente depiladas cejas.
—Es que por eso sencillamente no puedes ser tu —murmuró por lo bajo, ¿Ser yo quien? —Ese hombre es el rey de la noche y mas te vale hacer todo lo que él te diga o te matará.
¿El rey de la noche? ¿Qué significaba eso?