Capítulo 1|El comienzo

1307 Words
VALENTINA —Por Dios, niña, harás que me dé un infarto si no es que el señor Giovanni me asesine antes. Francesca me reprendía mientras entraba por la puerta de mi alcoba después de haber vuelto del establo dónde estaba con Cometa, mi yegua. Todas las noches escapaba a ese lugar para salir un rato a dar un paso y respirar aire fresco, lejos de esta mansión que parecía prisión. —Nana Fran, estoy bien — indiqué después de haber entrado a la habitación y ella comenzó a revisarme de pies a cabeza. —No puedes seguir haciendo esto, ya no eres una niña —sus regaños continúan — ¿Te has puesto a pensar que pasaría si tu padre se entera de que todas las noches te escapas en tu caballo? ¿O tu madre? Asesinaría a todo el personal e incluyéndome, por no tenerte quita en ningún momento. Sabes que él es capaz de eso y mucho más por ti. En algo si tenía razón, mi padre nunca se tentaría el corazón para asesinar a alguien por mí. Debería de pensar en los demás y no solo en mí. Pero estar encerrada en esta enorme mansión me estaba consumiendo hasta casi volverme loca. Quería salir, ser libre como el viento. Pero eso era imposible para mí, era una Cavalli y tenía prohibido salir si no fuera con vigilancia. Aunque tenga una vida llena de lujos y sin faltarme nada, con una familia que me amaba y me protegía, no todo era perfecto. Después de los regaños de Nana Fran, tome una ducha para irme a meter a la cama. Mañana me esperaba un día largo. * Al día siguiente me arregle para acompañar a mi madre al hospital infantil dónde ayudaba con caridad a muchos niños enfermos. Amaba hacer esto, era una de las tantas cosas por las que me gustaba ser un Cavalli. Mi familia siempre pensaba en ayudar a los más necesitados y mis padres me enseñaron a cumplir con el mismo deber que todos los Cavalli han hecho durante décadas. Estaba orgullosa de mi familia, de mis padres. Para mí era un orgullo llevar el apellido Cavalli con la frente en alto. —Ve a darte una ducha y ponte más bonita —pide mi madre después de bajar del auto mientras entramos a casa. —Madre, no quiero estar en esa cena de negocios, sabes que eso me aburre demasiado. No me obligues por favor —me quejo con una súplica. —Valentina, obedece por favor lo que te he dicho —sin discutir más se aleja, dejándome ahí. Odiaba estar presente en esas cenas, en las que me obligaban estar presente siempre que había una. No sé por qué razón tenía que asistir, yo no sabía nada de negocios y tampoco es que quisiera saber. Cierro la puerta de mi alcoba con frustración. Pero antes de dejarme caer en la cama, mi revoltoso pequeño hermano salta sobre mí. — ¡Bu! —grita, mientras salta sobre, haciéndonos caer juntos en el suave colchón. —¡Ah! Mi pequeño hermano revoltoso quiere cosquillas —él negó, pero yo lo ataqué hasta hacerlo retorcer mientras se reía. —¡Para Val, ¡para! Me rindo… —Agrega con dificultad —no es justo —hace un gesto cuando se queja —yo quería asustarte. —Eso es imposible, hermanito. Te conozco muy bien. Vuelve a hacer otro gesto y se baja de la cama de un saltó. Veo cómo se acerca a la cómoda lentamente y disimulando, y de repente toma mi móvil y grita antes de salir disparado. —¡A qué no me alcanzas! —Pequeño demonio ya verás —contesto, y salgo detrás de él —vas a ver cuándo te atrapé —vocifere. Lo seguí por el pasillo como pudiera. Madre me regañaría si me viera corriendo de esta manera persiguiendo a mi pequeño hermano, ya que tenía la costumbre de decirme "una señorita no puede comportarse de ese modo." Y tenía razón, yo nunca le he dado disgustos, siempre obedecía. Baje por las escaleras a toda prisa y sin miedo a caer, me sabía de memoria cada rincón de esta mansión. Daniel todavía llevaba ventaja. Era rápido, y eso me lo ponía más difícil, siempre fui lenta para esto y con tacones que mi madre me obligaba a usar, corría el riesgo de torcerme un tobillo. Daniel corrió hacia el pasillo que conducía a la oficina de papá. Quise gritarle que se detuviera, pero no me atreví, mi madre podría salir y regañarme. Estaríamos en grandes problemas si nos sorprendía jugando, y más a mí. Se suponía que debía actuar como una mujer madura y recta. Al pasar por la puerta de la oficina sentí un alivio de que mis padres no nos escucharán. Pero dos hombres aparecieron al final del pasillo. ¿Quiénes eran? No lo sé, jamás los había visto, no trabajaban para mi padre. Antes de poderle decir a mi hermano "cuidado" ya era demasiado tarde. Yo me detuve en seco, pero Daniel impactó con el hombre más alto con toda su fuerza con la que iba corriendo. Mi hermano se tambaleó yéndose hacia atrás y cayó de sentón. Mientras el hombre, o más bien él roble macizo, no se movió ni un poco por el golpe que produjo Daniel. Con esa estatura de dos metros y con ese cuerpo fornido, era imposible derribar a ese toro. Mientras mis ojos lo detallaban, el tiempo parecía detenerse a mi alrededor. Pero mi mirada estaba congelada sobre ese hombre musculoso que reflejaba peligro en su aspecto. —Daniel, ven aquí —por fin hablé en un tono agudo, no sé si era timidez o miedo, pero se me dificultaba el hablar. En el momento que llame a mi hermano los ojos de ese hombre se colocaron en mí, su mirada era tan fría como el tono de sus ojos claros, me escaneo de pies a cabeza y me arrepentí de haber hablado antes. Me incliné un poco para tomar el brazo de mi hermano y levantarlo. Al levantar la cabeza lo vi observándome todavía. ¡Dios! Era demasiado alto. El otro hombre junto a él se miraba bajo a su lado. —¿Y tú eres? —pregunto Daniel ladeado la cabeza con curiosidad. Parecía no tener miedo. Apreté su brazo con suavidad para que no continuará hablando, no sabíamos quiénes eran. ¿Y si era un matón? No, mi padre nunca solicitaba a este tipo de sujetos venir a nuestro hogar y mucho menos a estarse paseando por los pasillos. Daniel se soltó de mi agarre y se acercó un poco más a ellos, temblé cuando el otro hombre dio un paso hacia delante y al moverse dejó a la vista un arma de fuego debajo de su saco n***o. Sin pensarlo un segundo me adelante y tome de nuevo a mi hermano, evitado que se acercará más a ellos. El tipo alto detuvo al hombre armado cuando puso su brazo como barrera para que no continuará acercándose a nosotros, y volvió a su puesto. Quise recuperar el aire pero no podía, tenía miedo hasta de respirar. El hombre peligroso se aclara la garganta y por fin pronuncia unas palabras. —Soy Alessandro Ferrari —dijo en un tono frío y simple. Lo vimos sin comprender, no sé por qué razón se presentaba —muy pronto sabrás quién soy en realidad —eso iba dirigido para mí, ya que no dejó de verme. Su voz era profunda y sin emociones. Pero seguía sin entender a que se refería con que muy pronto sabré. ¿Qué interés puedo tener yo en eso? Yo preferiría nunca más volver a verlo, porque por muy atractivo que sea, su mirada y su semblante de témpano hielo me daba temor.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD