A mediados de octubre, Melissa despertó bañada en sudor y con una idea palpitando en lo más profundo de su imaginación. Miró el reloj dándose cuenta que eran las tres de la mañana, pero no podía esperar a que amaneciera para empezar a trabajar, así que, con una emoción que no cualquiera tendría a esas horas de la madrugada, la castaña salió de su habitación y bajó los escalones lo más silenciosa que pudo. Se encerró en su despacho y encendió su laptop, dejando que sus dedos vuelen por el teclado. No fue consciente de que había amanecido hasta que escuchó los llamados de Lyanna y se encontró con la hora en la esquina de su pantalla.
—Mamá ¿Si quiera dormiste algo? —fue lo primero que preguntó Lyanna al verla entrar en la cocina. —Pareces un zombi.
—Buen día a ti también, cariño —bromeó Me
