Cuando se vio al espejo con el uniforme de corbata y falda, Brooke entendió que realmente el verano había terminado. Era el primero de su penúltimo año de instituto, y estaba emocionada por pronto ser una senior y graduarse. Su mirada se deslizó a través de su habitación, y se detuvo en el libro sobre su cama. Hacia un par de semanas atrás se había encontrado con su escritora favorita, y la mujer que le robaba suspiros desde que supo que le gustaban las chicas.
Brooke puede incluso afirmar, que fue Melissa Cooper la causante de su salida del closet. La primera vez que la conoció, en una firma de libros, ella tenía apenas doce años y había sentido una emoción abrazadora recorrer su cuerpo. Sabía que la admiraba. Dos años después se daría cuenta que tenía un crush en la famosa escritora, y finalmente se declararía frente a sus padres, hermanos y amigos, abiertamente lesbiana.
—Vas a quedar mirándote toda la mañana, o irás a la escuela —la voz de su amiga se hizo presente, y Brooke dejó escapar una risa.
—Vamos, gruñona.
Tomó el libro en sus manos y caminó fuera de su habitación.
—Juro que boté ese libro y te compré un nuevo. Y, aun así, aquí lo tienes todavía.
—Es primera edición, idiota —respondió Brooke. —Además está autografiado.
—El que te di también —respondió la rubia. —Me tomé el tiempo de pedirle a la autora que lo autografiara.
—Mientes, Emma —dijo Brooke. —Simplemente calcaste el autógrafo.
—Pero me esforcé —refunfuñó.
—Y lo agradezco —Brooke se detuvo. —Pero no te vuelvas a meter con mis libros.
Patrick apareció vestido de traje, y se detuvo al notar a la rubia. Sus mejillas normalmente pálidas se pintaron de un rojo carmesí.
—Vaya hermanito, ¿a dónde tan guapo?
—Acompañaré a papá y a Meg a la empresa —respondió, arreglando su cabello. —¿Ustedes no deberían estar en el instituto ya?
—Ya nos vamos, galán —respondió Emma.
—No coquetearas con las secretarias.
—No digan tonterías —escuchó a su hermano gruñir desde el interior de la casa.
Apenas cruzó las puertas de su instituto, la directora pasó cerca de ella pidiéndole que la siguiera.
—Es el primer día, Brooke —susurró Emma. —¿Qué hiciste?
—Estas bromeando ¿verdad?
—Señorita Davis, no esperaré por usted toda la mañana.
Brooke siguió a la alta mujer de traje hasta su oficina, donde se encontraba una joven castaña de ojos marrones y mirada tímida. Brooke la observó detenidamente, le pareció muy linda y tierna. Se notaba su nerviosismo a kilómetros.
—Soy Brooke —se presentó estirando su brazo hacia la desconocida.
—Ella es la señorita Lyanna Brown. Acaba de mudarse a la ciudad y estará compartiendo varias clases con usted —dijo la directora. —Como la mejor de su clase, creí conveniente que fuera usted quien le mostrara las instalaciones a su nueva compañera.
—Claro, directora —respondió Brooke. —Todo un placer.
—Entonces, pueden retirarse. La señorita Brown cuenta con su horario para que le indique donde queda cada salón —dijo la directora, tomando unas carpetas. —También ayúdale a llegar a su locker.
—Por supuesto, directora —Brooke miró hacia Lyanna que seguía tímida en su silla. —Vamos Lyanna, tenemos mucho por recorrer.
Se detuvieron en el locker de la castaña primero, para que pudiera guardar sus libros y hacer el recorrido más cómodamente sin el peso en su mochila. Lyanna notó como todos saludaban a la chica a su lado. Debía admitir que le intimidaba su belleza, sobre todo sus profundos ojos verdes que parecían brillar llenos de diversión. Parecía ser muy agradable. Definitivamente Lyanna no quería tener otro problema con los populares.
—Déjame adivinar —dijo Lyanna mientras seguía a la chica de ojos verdes por los pasillos de su nuevo instituto. —¿Eres la popular? —Brooke sonrió y respondió en un encogimiento de hombros, saludando a un par de chicos. —Es más que seguro que lo eres. Mírate, eres una chica muy guapa, todos te miran al pasar. Eres la popular —aseguró.
—Creí que eras muda —bromeó.
—También debes ser porrista —continuó Lyanna. —Capitana de las porristas.
—De hecho —Brooke se detuvo, y Lyanna notó a una chica acercase a ellas. —Mi novia es la porrista y capitana.
—Hola, cariño. Emma me dijo que la directora te llamó ¿todo bien?
—Todo está bien. Emma es muy dramática, ya la conoces —respondió Brooke divertida. —La directora me pidió que hiciera el recorrido. Mia, te presento a la nueva. Su nombre es Lyanna —los ojos verdes se posaron en ella. —Lyanna, ella es Mia. Mi novia.
—Un gusto —respondió la castaña de manera nerviosa, aquella chica parecía una modelo de Victoria Secret. Los ojos azules de la porrista brillaban divertidos.
—Un gusto conocerte, Lyanna —saludó Mia. —Espero que esta gruñona no te esté aburriendo en el recorrido.
—En realidad no —respondió.
—Qué bueno —miró a Brooke y besó su mejilla. —Supongo que te veré en español
—Nos verás —comentó la de ojos verdes, señalando a Lyanna.
—Diviértete. Aún queda la biblioteca —bromeó la porrista, alejándose.
—Tu novia es muy…
—¿Bromista?
—Guapa —respondió Lyanna. —No será modelo ¿o sí? Aunque tampoco me sorprendería.
Brooke soltó una pequeña risa y continuó el camino.
—¿Sabes? Me caes muy bien —comentó. —Vamos, terminemos esto pronto para que conozcas a mis amigos.
Llegaron a la clase de español con unos minutos de retraso, y se sentaron cerca de Mia que les había guardado sus lugares. El maestro le indicó a Lyanna que se presentara, y ella lo hizo diciendo únicamente sus dos nombres, apellido y que se había mudado recientemente de Miami. Trató de actuar lo menos nerviosa posible al notar todas las miradas sobre ella. A su lado, Brooke le sonreía. Iba a sentarse cuando una de sus nuevas compañeras le pregunto:
—¿Por qué te mudaste?
—Ammm… —los nervios le ganaron. Sintió como empezaba a sudar frío y sus manos temblaban, podía asegurar que se había vuelto totalmente pálida. —Yo… yo…—podía escuchar como tartamudeaba.
—Seguramente se cansó del calor de Miami —escuchó a Brooke. —Y quiso probar lo que es vivir en Nueva York.
Brooke la miró y ella asintió de acuerdo.
—Sí, eso —soltó una pequeña sonrisa y recogió un mechón de su cabello. —Y por el trabajo de mi mamá.
Habría sido tan fácil responder eso último desde un principio, pero los recuerdos del último año en su instituto de Miami se desplegaron por completo en su mente, desconectándola de todo. Estaba agradecida por la intervención de la chica de ojos verdes.
—Gracias —le susurró a Brooke una vez el maestro continuó con la clase.
—No hay de que —respondió la chica de ojos verdes, encogiéndose de hombros. —Para eso están las amigas.
Lyanna sonrió llena de emoción. No recordaba haber utilizado esa palabra hace mucho tiempo. Acababa de conocer a la chica y ya la consideraba una amiga.
—Por cierto, bienvenida a Nueva York y a Cornwall High School.
Al final, su primer día había sido completamente perfecto.