No recordaba las últimas horas y no sabía muy bien lo que estaba haciendo frente a su escritorio y las palabras en su computadora portátil parecían una alucinación. No era capaz de leer coherentemente lo que había escrito, pero sabía que se trataba del archivo que tenía escondido entre carpetas. Ese archivo que guardaba su pequeño y sucio secreto. Se quitó las gafas de lectura y las colocó sobre el escritorio, esta vez no llevaba los auriculares, pero no pudo evitar pensar en lo que había pasado algunas noches atrás. Por un momento estuvo tentada a repetirlo, sin embargo, recordó que en la segunda planta no solo dormía su hija, sino que la chica de ojos verdes se había quedado a pasar la noche y, posiblemente, aun se encuentren despiertas. No estaba dispuesta a ser descubierta. Vio la ho

