El sol llegó pronto, estaba a punto de hacerlo cuando todo sucedió. Y no tardo en recordarles que el tiempo no se detiene y la vida continúa, por más que el dolor te haga sentir lo contrario. En las afueras de la casa rosada, se oían murmullos. Las personas se horrorizaban por la escena que tenían frente a sus ojos. En la puerta de entrada, donde a esa hora ya empezaban a entrar los clientes para su desayuno, yacía el cuerpo sin vida de Jaime Ortiz, un hombre de cincuenta años, con rasgos gruesos y cabello n***o. Sus ojos estaban abiertos, su cabeza caía hacia la izquierda, su cuerpo estaba recostado, a la puerta, y de él, se veían chorros de sangre que habían drenado de las heridas generadas por las balas, en total fueron cinco impactos, repartidos en el pecho y uno de gracia, en medio de