La cena se compartió en silencio, un par de comentarios de parte de los hombres y un par también de sollozos, de parte de Rosita. La mujer insistía en tenerla en brazos mientras cenaba, para no tener que darse la a María o a su hija. Su orgullo y enojo siempre han sido superior a su deseo de tener un corazón en paz. Eso la hace, tener que buscar constantemente, la purificación de sus emociones, para poder continuar con el gozo de la pureza.
Al final de la velada se despidieron del padre y caminaron, los esposos, hasta la habitación. En el camino, María se acercó a ellos para entregar la taza de té y el vaso con agua que siempre preparaba para su patrona. Rosa ignoró su presencia, y continúo su camino hacia la habitación. Su esposo aclaró la garganta, como dándole una orden explícitament
