Los primeros rayos del sol se asomaban al día y de la misma manera, al rostro de Don Julio Arango. El clima seguía siendo fresco, con olor a humedad en el ambiente, como cuando el tiempo se encarga de avisarte, que está por llover. El hombre continuaba la incesante búsqueda de su esposa e hija, sus ideas se estaban agotando y con ello, iba en aumento su frustración. Se lamentaba en alta voz por no haber previsto el comportamiento de ella, José tenía razón, la conocía más que cualquier otra persona, y no se le ocurrió imaginar su rabia cuando se sintiera traicionada por sus acciones.
Del otro lado del pueblo, por la carretera que conduce a la ciudad, Rosa Moretti, esperaba con calma, el pago de un favor que tuvo pendiente muchos años atrás, por cobrar, y que ahora, cuando necesitaba sali
