Julio Arango era sensitivo, tanto como para comprender cuando un tiempo malo estaba a la orden del día. Lo mismo le sucedía con las personas, sabía cuándo alguien no era de entera confianza, no solo por las palabras y los ademanes que usaba, sino también por gestos y más aún por la energía que emanaba al acercarse. Gozaba del don de no equivocarse nunca cuando prefería retirar su amistad o simplemente cercanía de una persona, para luego descubrir que su sentir estaba bien fundamentado.
El retorno a la hacienda fue más corto de lo que pareció la ida, pero cuando finalmente llegó a la casa, una tristeza profunda lo embargó. Sabía que algo más que un simple viaje a la familia, estaba por suceder. Pero no entendía si sus sentimientos se debían al dolor de no verla por varias semanas, o más b
