- ¡Magdalena! …. ¡Magdalena! - La voz se llenaba de angustia con cada momento que repetía el nombre sin tener respuesta. - ¡Magdalena! - Un gritó ahogado se escuchó por todo el entorno. La niña caminó por el sendero, estaba oscuro y no lograba identificar la ruta que siempre había tomado. A pesar de ser tan joven, solo con ocho años de edad, era perspicaz y altiva. Tenía claro que la orden que Él le dio, para ir por agua al arroyo, a esa hora de la noche era un tanto irónica y aunque sintió que lo hacía para perderla del grupo, ella no lo permitiría. De algo le tendría que servir, vivir sus días entre árboles, animales y armas de fuego. Recolecto lo solicitado, dos baldes que superaban por mucho su fuerza, pero ella no sabía de renuncias. Caminaba un par de metros llevando uno de los