Capítulo 2: Una Mujer Diferente

949 Words
Me siento intimidado ante la manera que esa mirada gris se fija en mí, es como si estuviera tratando de adivinar quien soy. La mujer se va sentando poco a poco y me mira confundida —Señorita Castello, no se preocupe, está a salvo— Habla el hombre y pareciera que quiere que no sepa lo que hablan. —¿Quién es él?— Le pregunta ella y su voz hace completa justicia a su apariencia. —Liam Raynold— Intercedo y ambos me miran como si no pudiesen creer que hablo español. Sus ojos grises se entrecierran observándome de pies a cabeza —¿De dónde es usted?— Inquiere. —Americano, pero los entiendo a la perfección— Responde y me sonríe. —Vega Castello— Se presenta ella y me ofrece su mano para luego intentar ponerse de pie, pero algo la hace quejar del dolor. —Siéntese, pudo haberse golpeado— Sugiero y la observo hasta darme cuenta de que tiene un corte cerca de su tobillo —Permítame traer algo con que curar eso— Explico y voy hacia la cocina para buscar la pequeña caja de primeros auxilios que compre el otro día en la farmacia. Abro el mueble, la agarro y luego regreso al salón. —¿No se supone que eso se guarda en el baño?— Me pregunta haciéndome sonreír. —No soy un hombre que siga las reglas de la casa— Le dejo saber y de pronto escucho unos pasos y al voltear a ver, me doy cuenta de que es Cristian. —Papá, ¿Quiénes son ellos?— Me cuestiona confundido. —Hijo, ella es Vega y él es Massimo— Le respondo mientras me agacho frente a la mujer que me mira fijamente y luego mira a Cristian. —¿Son amigos tuyos?— Indaga él y niego. —No hijo, los intentaron asaltar y les ayude, eso es todo— Explico. —Su hijo es muy lindo— Comenta ella. —Gracias, definitivamente se parece a su madre— Digo y con solo recordar a Raquel, la melancolía me invade —Esto le ardera— Anuncio antes de pasar el algodón con agua oxigenada por la herida. Ella asiente levemente y al pasar el algodón noto como aguanta el dolor. —Señorita iré a revisar el auto, ¿de acuerdo?— Habla el hombre y ella asiente. —Su esposa tiene suerte, tiene un enfermero en la casa y todo— Pronuncia ella mientras que dejo el algodón a un lado y luego busco una venda. Me quedo callado ante su comentario a pesar de que ella me sigue mirando —A mi mamá la mataron— Escucho que dice mi hijo y lo miro. —Cristian, ve a la habitación y juega con tu Tablet o ve televisión— Indico y a pesar de sus quejas, él se da la vuelta para hacer lo que le pedí. —Lo siento, no quería incomodarlo— Me deja saber y niego. —No es su culpa. Mejor dígame porque esos tipos querían llevársela— Señalo y noto la manera que mi comentario le ha sorprendido. Ella acomoda un mechón de su cabello mientras que pego la venta con un pedazo de cinta —¿Cómo sabía que me querían llevar?— Cuestiona. —Ningún ladrón hace bajar a alguien del auto solo para robarle algo, y al menos que me diga que querían el auto, lo entendería, aunque para eso no debería bloquear el único camino de salida— Señalo y ella mueve su cabeza hacia un lado. —¿Policía?— Pregunta y niego —¿Guardia de seguridad?— Insiste y vuelvo a negar —¿Militar?— Trata de adivinar y vuelvo a negar —Usted no es un hombre común, tiene un arma, lo recuerdo… su físico es trabajado, pero no por querer lucirse en el gimnasio, habla varios idiomas, y no quiere que su hijo hable de más— Menciona y sonrió. —Es muy observadora— Comento. —Como se puede dar cuenta, vivo en un mundo lleno de peligros, me toca tratar de leer a la gente— Explica mientras que me levanto y me siento en el borde de la pequeña mesa de madera que está en el centro del salón. —Y según su lectura, ¿Quién soy?— Averiguo y sonríe de lado. —Sus técnicas me hacen ver que es un agente, no sé si del servicio de inteligencia, la INTERPOL, la DEA, o algo así. Al menos que me equivoque tremendamente y usted sea de los malos— Habla sorprendiéndome. —Muy inteligente— Halago. —¿Adivine?— Cuestiona y sonrió. —Casi, porque si fui uno de esos agentes, pero ya no— Admito y una sonrisa triunfal se dibuja en su rostro. —Le preguntaría el motivo de su retiro, pero creo que su hijo me ha dado la respuesta— Señala y la miro sorprendido. —¿Quién es usted?— Presiono. —Se enterará pronto, esta comuna es pequeña y mi familia muy conocida— Dice y mira el reloj —Debo irme, se supone que debía estar en una reunión hace media hora— Habla como si nada y se pone de pie con cuidado ya que la herida aún le duele —Gracias por salvarnos la vida— Agradece. —Cuando quiera, no tengo muchas cosas más para hacer— Digo en un tono sarcástico y sonríe. —Lo tendré en cuenta— Concluye y sin más preámbulos ella camina hasta salir de mi casa dejándome con algunas preguntas a las que no tardare en encontrarle respuestas.
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