—¿Estás seguro de que no necesita ningún cambio? —preguntó Marisa y el hombre al otro lado de la línea de teléfono aseguró que no—, porque tengo tres días sin dormir y ahorita apagaré mi teléfono para dormir hasta pasado mañana sin que nada me despierte. —Ya, relájate, Mari —pidió Tomás Carvajal que, días atrás, de emergencia, le había pedido a su amiga que le hiciera una campaña exprés para cierto evento que su empresa tendría, porque, la persona a quien se lo había encomendado, no la había hecho, así que acudió a ella prometiendo pagar el triple de lo que ella cobraba por la molestia—. Te juro que la amo tal y como está, así que duerme tranquila, no te molestaré. —Que conste que te di la oportunidad de hacerle cambios —advirtió Marisa y Tomás rio otra vez, agradeciendo de nuevo por s

