Terminando con su ronda de vigilancia, Jude cambió a su forma humana y rotó su cabeza haciendo tronar su cuello, la molestia a irritabilidad todavía recorriendo su cuerpo aún después de una buena corrida por todo el bosque.
Y él sabía exactamente la razón de ello, su estúpido lobo le estaba molestando, ansioso por ir a encontrarse con su humano, de escuchar su voz y de apreciar aquellos ojos otra vez, esos con los cuales había estado pensando en más de una vez desde aquella noche.
Cuando su lobo intentó cambiar en contra de su voluntad, Jude gruñó con molestia, espantando a los pocos cambiaformas que seguían a su alrededor y cubrió su cuerpo con la ropa que había dejado guardada para no volver en su forma lobo.
Con desagrado por el poco control que tenía sobre sí mismo, se dirigió al pueblo decidido a ignorar los deseos de su lobo, pero mientras caminaba por las calles, por más que intentara no pensar en cierto humano, de igual forma se encontraba observando a su alrededor, buscándolo, sabiendo que, a esa hora, Nathan saldría a dar su caminata usual.
Antes de que se diera cuenta, ya se encontraba en el parque, sus ojos recorrieron toda la extensión, observando a los pocos cachorros jugando en aquellos juegos y a unos pocos adultos simplemente caminando o vigilando a los niños.
Cuando sus ojos repararon en la habitual banca que tomaba Nathan, contempló al humano que buscaba sentado en esta, leyendo como siempre un libro, con su nariz metido en este.
Oh, su lobo finalmente dejó de agitarse en su interior, con su atención concentrada completamente en el hombre de apariencia arrogante que ignoraba a todos los demás.
Y no, a Jude no gustó para nada aquella reacción de su lobo.
Sin que se diera cuenta, sus pies se encontraron avanzando sin pensarlo, acercándose a Nathan hasta que estuvo sentado al lado de él.
Al principio, el humano se tensó al sentar una presencia a su lado, pero como si le reconociera, pronto se relajó más ni le miró.
—Llegas tarde —anunció pasando de hoja.
—O tal vez tú saliste antes —contestó.
Nathan arrugó su nariz.
—Hanna se estaba poniendo odiosa con querer saber, y entre sus insistentes preguntas y tu acosadora mirada… Ya me ves —explicó y soltó un suspiro.
Jude juntó sus cejas levemente con curiosidad.
—¿Querer saber qué cosa? —preguntó y se percató, de que Nathan parecía hablar más cuando algo le molestaba, como aquella noche hace unos cuantos días atrás.
Nathan tensó sus manos en su libro y mantuvo su mirada en este a pesar de no estar leyendo realmente.
—Nada importante —musitó finalmente.
—Si fuera nada importante entonces no habrías siquiera pensado en la posibilidad de salir de la casa y en este momento no me estarías mencionando más de dos palabras —indicó.
Nathan suspiró y cerró de golpe su libro.
—Solo por tener cierta afinidad contigo más que con los demás no significa nada especial. Cruzar más de un par de palabras tampoco dice que me conoces de toda la vida —expresó con tono cortante.
Pero la atención de Jude no estaba tanto en sus palabras, en ese momento se encontraba en los indicios de un tatuaje que se asomaba bajo la manga de la mano derecha de Nathan.
—Eso es… —murmuró alzando su mano.
—Nada —anunció levantándose abruptamente, sorprendiendo un poco al alfa.
Sin decir más palabras ni otorgarle otra mirada, se retiró dejando solo a Jude.
Confundido, el cambiaformas frunció el ceño y se levantó también de la banca. Su primer instinto fue seguir a Nathan y preguntarle qué había ocurrido, pero se detuvo a sí mismo a mitad de camino y simplemente se quedó observando la espalda del humano alejándose.
Tenía que recordarse a sí mismo que su deber era solo de vigilar al humano cuando este estuviera fuera de la casa, no preguntarle sobre su vida ni interesarse en él, pero j***r como su lobo estaba gruñendo por no perseguirle.
Chasqueando su lengua, hizo puños sus manos y se dio media vuelta cambiando el destino, dirigiéndose en cambio al nuevo consultorio de Alex. Necesitaba de hablar con alguien respecto a lo que le estaba ocurriendo, y no era precisamente del tema de su lobo desequilibrado, era más bien de Nathan y de lo que este le producía a ambas partes de él, lo que había apreciado aquella noche y hace tan solo unos minutos.
La forma de reaccionar de Nathan ante las preguntas personales, el tatuaje que no había alcanzado a apreciar del todo oculto bajo las mangas de su camiseta…
Algo le había ocurrido y j***r que era molesto la forma que le interesaba saber al respecto.
Lo más molesto de todo, era que no podía sacar de su mente los ojos de Nathan, así como lo que había apreciado a través de estos aquella noche. Por un momento, hasta se habían llegado a sentir como un reflejo de sí mismo, creando así una extraña conexión entre ellos y eso no era algo bueno.
Actuaba diferente alrededor de Nathan, reconocía aquello, era difícil de ignorar con sus conversaciones con el humano en aquellos tres días iniciadas por él mismo, bueno, si es que se le podía considerar una con las respuestas de monosílabos de Nathan.
Lo de hace un momento, había sido su primera conversación larga y se acabó tan abruptamente como comenzó. Sin que se diera cuenta, había tocado un punto sensible para el humano si no lo decía su forma de reaccionar. Y estúpidamente deseaba disculparse por ello aun cuando no debería, y a la vez quería averiguar al respecto, cuando no tendría que interesarle.
Luego de aquella traición, había decidido mantenerse alejados de todos, llegando a incluso levantar una semi pared con sus dos hermanos y su mejor amigo, Alex.
Pero Nathan…
Jude arrojó un suspiro y agitó su cabeza cambiando la dirección de sus pensamientos.
Y como si eso no fuera lo suficientemente estúpido, la necesidad de volver a apreciar precisamente aquellos ojos, su sonrisa y mucho más, era lo que estaba… Confundiendo a Jude.
Sí, confundiendo.
Entrando a través de la puerta abierta, Jude contempló lo que podría considerarse la entrada ya terminada, con el piso nuevo de madera, el olor a pintura en las paredes y un reluciente escritorio en el centro, justo en frente de unas escaleras.
—¿Por qué hay tantas cajas? —cuestionó a nadie en particular.
—Lo siento, acaban de llegar hoy —contestó Alex apareciendo por el pasillo de la izquierda con su ropa salpicada con pintura—. Es la única habitación de aquí abajo que ya está terminada, por eso las colocamos aquí —explicó.
—¿Y el segundo piso? —preguntó alzando una ceja.
—Todavía están trabajando en ello y las otras habitaciones de aquí abajo necesitaban una pasada de pintura —se encogió de hombros—. ¿Vienes a ayudar? —preguntó—. Papá fue al antiguo consultorio dejándome solo para atender a los pacientes que entrenaron contigo hoy —expresó alejándose.
—En mi defensa, no rompí tantos huesos como esperaba —anunció siguiéndolo—. Y si necesitas más manos, tienes a Isaac —le recordó.
—Isaac está con Elliot en este momento —resopló—. Y prefiero que sea así, hay momentos en los que mi omega no mide las cosas que puede y no hacer con su gran vientre y después se está quejando en casa —expresó con una gran sonrisa.
—Tienes razón, pero me imagino que al terminar sus tareas vendrá aquí y te ayudará en algo lo quieras o no, y entonces obviamente Isaac intervendrá y ahí tendrás tu ayuda —argumentó observándolo hundir la brocha en pintura.
—Solo dime que no me quieres ayudar a pintar —negó con una sonrisa divertida.
—Nunca dije que venía a eso, no soy bueno con el dibujo o la pintura —le recordó, y eso inevitablemente le llevo a pensar en Nathan y su dibujo el cual guardaba en su habitación.
El humano tenía un talento para el dibujo, aunque… Las cosas que había expresado en aquella hoja lo comenzaban a molestar junto a la cicatriz bajo su ojo izquierdo y las pocas cosas que reveló de sí mismo, como sus pesadillas.
—¿De qué quieres hablar entonces? —preguntó su amigo.
—De Nathan.
—¿Quién? —le observó sobre su hombro.
—El nuevo humano que es el hermano mayor de Hanna, la pareja de Adam —anunció.
—Ah, él —pronunció sin dejar de pintar—. Creo que, entre quejas, Isaac mencionó algo al respecto de Roman aceptando a un humano sin que estuviera emparejado y ordenándote ser su perro guardián —expresó.
Jude gruñó molesto ante la descripción.
—Esas fueron sus palabras, no las mías —se defendió observándole sobre su hombro—. De todas formas, ¿qué ocurre de él? —cuestionó.
—¿Qué piensas de él? —respondió.
—Uhm… No lo he conocido realmente en persona, solo lo he visto un par de veces caminando por alrededor o sentado en el parque —respondió—. Pero la forma en la que los demás permanecen alejados de él y como los ignora… Se ve y se siente un poco arrogante —expresó.
—Pensé lo mismo en un principio —asintió pensativo—. Pero luego de hablar con él… Descubrí que no lo es y que solo es pésimo socializando, realmente no le gusta y ni lo intenta —expresó y luchó contra las esquinas de sus labios cuando estas intentaron alzarse en una sonrisa.
—Espera, ¿tú hablaste con él? —cuestionó dejando de pintar, observándolo directamente.
—Sí —asintió—. Me lo encontré solo en medio de la noche, no podía simplemente dejarlo ahí afuera solo —se explicó.
Alex frunció el ceño y asintió lentamente.
—Solo me parece extraño que hayas decidido hablarle —expresó—. Últimamente no hablas con nadie, con suerte conmigo o mi padre —indicó.
—Hablo con mis hermanos —le recordó.
—Pero por el tema del manejo de la manada, no por una conversación tonta, sin sentido y por puro disfrute —observó—. ¿Y qué fue lo que descubriste tras esa conversación con el humano? —cuestionó curioso.
Jude frunció el ceño mientras pensaba en aquella noche otra vez.
—Algo le sucedió antes de venir aquí —anunció con aire pensativo—. Y eso le dejo cicatrices visibles como las que no —expresó—. Vi sus ojos, Alex… Y en ellos había tantas emociones, siendo la que más destacaba la tristeza.
—Tú… Realmente te has interesado en este chico, ¿no? —preguntó observándole con atención.
—Ese chico tiene veintisiete años —indicó con una sonrisa, cambiando de tema.
—Juraba que tenía veintiuno —frunció el ceño.
—Yo igual y se lo dije.
—¿Se molestó? —indagó curioso.
—No, se enojó más cuando me mostró su cicatriz cerca de su ojo —explicó—. Él realmente me enfrentó por ello pensando que me había quedado mirándole por ella, pero la verdad es que estaba concentrado en sus solitarios ojos —expresó.
—Quieres saber más de este humano, ¿no? —preguntó su amigo sabiendo la respuesta.
—Sí, pero él realmente no es cercano a nadie como para preguntarles a ellos y nuestra relación con Adam no está del todo como antes luego de lo que ocurrió con Sergei para ir y preguntarle, mucho menos para aparecer en su casa sin una razón —arrugó su nariz, cruzando los brazos sobre su pecho.
Estuvo a punto de salir de los labios de Alex que cuando algo como eso le había interesado, pero sabiamente guardó ese comentario.
—Pregúntale a Roman —anunció volviendo a pintar—. Él fue el que te dio el trabajo y se guardó sus razones para haber aceptado a ese humano sin pareja en la manada, seguramente debe de saber qué fue lo que le ocurrió antes de llegar aquí.
—Tienes razón —asintió bajando sus brazos—. Iré con Roman, te veo después —se despidió saliendo del nuevo consultorio, encontrándose con Elliot e Isaac.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó su hermano menor tras verlo.
—Alex también es mi amigo —indicó alzando una ceja.
Elliot bufó—. Disculpa, pero esta es escasamente la tercera o cuarta vez que te apareces por aquí desde que volvimos de la manada Miller —argumentó acariciando distraídamente su vientre—. Di la verdad, está ocurriendo algo, ¿no? ¿Es en el bosque? —entrecerró sus ojos.
—No, no está ocurriendo nada —respondió siguiendo con su camino, evitando cualquier cosa que el terco omega insistente pensara seguir hablando.
—¿En verdad no ocurre nada en el bosque que deba de saber? —preguntó Isaac siguiéndolo.
—Si ocurriera algo en el bosque, no sería a Alex a quien se lo vendría a decir primero, trataría con ello yo solo y se lo comentaría a Roman —le recordó alejándose más.
Pronto, Isaac se quedó atrás y volvió con su amigo, dejándole a solas nuevamente.
Llegando a su casa, el alfa fue recibido por una omega e instintivamente gruñó cuando esta intento acercarse, alejándola inmediatamente con su reacción.
Ignorándola, se dirigió al despacho en el primer piso que Roman había adoptado como suyo y entró sin golpear la puerta, encontrando a su hermano sumergido en una llamada.
Observando como el otro alfa seguía hablando por teléfono con su mirada fija en la ventana, se dispuso a esperar tomando asiento frente al escritorio, mirando distraídamente los papeles que había sobre la superficie.
De pronto, el nombre de Nathan surgió en la conversación de su hermano, capturando su atención inmediatamente. Ambos hermanos se miraron fijamente mientras Roman seguía hablando tranquilamente por teléfono, y cuando cortó la llamada, Jude no esperó para atacar con preguntas.
—¿Por qué quieres saber de qué era de lo que hablaba por teléfono? —cuestionó tranquilamente Roman, tomando asiento detrás del escritorio.
—¿Quizás porque me dejaste vigilando cada uno de sus movimientos? —cruzó los brazos sobre su pecho, en una postura firme e intimidante.
—Eso no quiere decir nada —contestó recargándose en el respaldar de su silla tranquilamente—. Solo te pedí vigilarlo para que no se metiera en problemas, no porque creí que él pudiera causarlo, es un simple humano —expresó.
—Un simple humano puede causar mucho daño si se entera de nuestro secreto como cambiaformas —indicó—. ¿No me digas que piensas que son unos estúpidos como lo hacía Ángelo? —cuestionó con desagrado.
—Si pensara así, ni siquiera habría permitido que miembros de nuestra manada se unieran a ellos —indicó juntando sus cejas con molestia—. Yo respeto la unión de las parejas destinadas bajo la luz de la diosa luna, Jude. Me importa una mierda si son entre cambiaformas o con humanos, esa persona fue elegida especialmente para uno y no pienso cuestionar a nadie por ello, ni permitir que otros lo hagan —expresó—. Así que, si piensas eso de mí, realmente no me conoces.
—Wow, en ningún momento dije que no respetaras la unión de las parejas destinadas —exclamó con sorpresa—. Solo pregunté si tenías la misma opinión desagradable de los humanos que nuestro padre —aclaró.
—Lo que piense de ellos no incumbe cuando se trata de esa relación y unión tan sagrada —indicó alzando su mentón, observándolo arrogante—. Pero para tu información, no, no pienso así de ellos o ni siquiera habría considerado la posibilidad de hacer tratos con ellos por el bien de la manada.
—Bien, ¿entonces por qué me pediste vigilar a Nathan? —cuestionó.
—Ya te dije, para que no se metiera en problemas —repitió.
Jude negó—. Si fuera simplemente por esa razón, me la habrías dicho el mismo día que te pregunté y le permitiste quedarse —indicó.
—Las razones que tengo para permitir que Nathaniel se quede en el pueblo a pesar de que no es pareja de algún m*****o de la manada aún solo es asunto mío —expresó con severidad.
Ante esa simple declaración, el lobo de Jude se alteró con furiosidad, y no fue precisamente por eso que el ánimo de Jude cambió, si no que a él también le molestó con gravedad.
—¿Qué quieres decir con que aún no es pareja de algún m*****o de la manada? —interrogó con un peligroso tono bajo, frío y sin sentimiento—. ¿Alguien te dijo algo? ¿Vino a reclamarlo por adelantado?
Su mirada cambió, su lobo reflejándose muy por la superficie, esperando el momento para salir.
Una esquina de los labios de Roman se alzó levemente, en una sonrisa casi imperceptible.
—¿Oh? ¿Eso dije? Disculpa, me expresé equivocadamente —anunció con una mirada satisfecha y conocedora.
Una mirada que molestó e irritó al contrario.
—Estás escondiendo algo —acuso.
Roman solo sonrió abiertamente esta vez.
—j***r, no lo hagas que das miedo —gruñó y suspiró pasando una mano por su cabello.
—Si quieres saber algo de él, pregúntale —indicó su hermano.
—Claro, porque cualquier persona le revelaría sus secretos a un extraño que acaba de conocer —bufó.
—Nunca sabes —se encogió de hombros—. A veces, es más fácil hablar de tus problemas con un extraño que con un ser cercano, ¿no?
Jude sostuvo la mirada de su hermano, a pesar de entender muy bien la indirecta que este le estaba lanzando en el comentario.
Roman ya intuía que algo estaba mal con él, pero no sabía qué era lo que estaba ocurriendo por lo que no importaba.
—Solo dime si está en peligro —pidió.
—Depende —respondió misteriosamente.
—No estoy para mierdas mentales, Roman —gruño enojado.
—¿Mierdas mentales? Si quisiera molestarte ya te habría dicho que te preguntes a ti mismo por qué quieres saber más de ese humano y lo que ocurre con él, el porqué te preocupa —indicó y el otro alfa bufó con molestia, levantándose de la silla.
—No intentes joderme la cabeza, Roman, suficiente tengo con las…
—¿Con las qué? —preguntó interesado.
—No es de tu incumbencia —decretó cortante.
Roman se encogió de hombros fingiendo indiferencia.
—Por si te interesa, Nathaniel no está en problemas, al menos no aquí —indicó mientras Jude se retiraba de la habitación.
Frunciendo el ceño, Jude se alejó con molestia y subió las escaleras dirigiéndose a su habitación.
En el interior, tomó la hoja de Nathan que descansaba sobre su cama deshecha y se recostó en esta admirando el simple dibujo que expresaba tan siniestro y malvado sentimiento.
—¿Por qué me comienzas a interesar? —repitió contemplando el dibujo—. Por supuesto que lo comprendo, y precisamente eso es lo que no quiero hacer —murmuró queriendo arrugar la hoja en una pequeña bolita y arrojarla, pero sin poder hacerlo.
¿Qué debía de hacer ahora?