Cyd es un hombre honrado, fuerte y muy capaz.
Desde muy pequeño se acostumbró a hacer todo por su cuenta, no teniendo un padre y una madre que lo criaran, una secta lo adoctrinó desde que tenía 3 años de edad. Se crió junto a otros niños que siempre competían por quien era más fuerte para ganarse el pan y agua de cada día, a veces para no tener muchos niños que mantener, la secta los enfrentaba cada 2 años a muerte, afortunadamente el siempre fue un vencedor nato y a la edad de 16 años, escapó de dicha secta siendo el favorito, para luego ganarse la vida como mercenario.
El era un hombre que no sabía más que hablar con sus puños.
Pero aún así, cuando vio a aquel joven que se veía tan elegante y parecía de buena familia por las túnicas de seda blanca que portaba, supo que el sería la esposa que siempre había buscado.
Cyd al principio pensó que Kalid no le haría caso por lo andrajoso que estaba y para el, según su propia opinión, no era nada guapo ni atractivo. Pero quien diría que su forma de ser tan simple convenció a ese apuesto joven tan impecable de ser su esposa cuando se lo propuso.
Además que Cyd tuvo mucha suerte al enterarse de que ese joven era de una familia que alguna vez fue acomodada, solo compuesta por un padre viudo, el padre del joven era un comerciante, pero por invertir en un mal negocio, no halló salida, además que ese hombre con el cual hizo el trato se fijó en su impecable hijo, el cual se enteró que su segundo género era femino, quiso hacerlo su concubina, pero el padre siempre pensó en la felicidad de su hijo, y aunque ese hombre le dijo que pagaría sus deudas si aceptaba que se casara con Kalid, su padre prefirió suicidarse y llevar todo sus problemas a la tumba que hacer sufrir a su amado hijo.
La boda de Cyd con Kalid fue muy sencilla, solo presentaron sus papeles de casamiento en la corte y con una simple pero rica comida hecha por su amada esposa a pensamientos de Cyd, comenzaron su vida de casados.
Aunque Cyd era un hombre sensillo y que no necesitaba tantas cosas para subsistir cuando estaba solo, pero ahora era un hombre casado, y tenía una esposa que alimentar y una casa que cuidar y a la cual volver, además que quería tener hijos con Kalid. Compró un terreno con sus ahorros de vida y construyó con su propia mano su casa, la cual era muy sencilla, aunque Kalid quería darle a su esposo su dote que consistía en sólo una pulsera de oro regalada por su padre, pero si la vendían podían obtener buena plata, Cyd se negó rotundamente, ya que su esposa no tenía joyas las cuales debería tener y el aún no podía costear dado que uso todo el dinero en su poder. A petición de su esposa compró plántulas en el mercado y las sembró en el pequeño jardín frente a su casa que le había construido a Kalid, al menos así tendrían verduras para comer todos los días.
Pero eso no era suficiente.
Así que como mercenario aceptó todo tipo de trabajos peligrosos para llevar una buena cantidad de plata a su esposa.
Y al año de casados tuvieron una muy buena noticia.
Kalid estaba embarazado.
Por primera vez Cyd sintió lo que es pensar en tener sus propios hijos de sangre. Se sentía tan contento de tener lo que siempre había anhelado en sus adentros.
Una familia.
Siempre cuando volvía a casa y se recostada en la cama para mimar a su esposa, levantaba su túnica y le hablaba al vientre abultado.
Kalid siempre pensó que Cyd sería un gran padre.
El siempre procuró traer suficiente dinero para que su esposa y su hijo disfrutaran de una buena comida nutritiva y sana para que creciera fuerte en el vientre de su madre.
En el tiempo que conoció a Kalid y el tiempo que estuvo casado con él, Cyd fue el hombre más feliz del mundo.
Con Kalid siendo tranquilo, comprensivo, sencillo, honrado y muy hermoso, Cyd pensó que había hecho algo realmente bueno en su vida pasada por lo que Dios le dio a tan excelente esposa, de vez en cuando pensaba que si Kalid tenía una niña la amaría y por supuesto sería tan hermosa como su madre además que el mismo vería al hombre que quisiera tomar su mano en matrimonio, al menos tenía que tener el suficiente dinero como para comprarle un buen vestido de seda; y si tenía un niño él le inculcaría los valores suficientes para hacerlo un hombre de bien y se esforzará para pagarle una buena escuela para que tan siquiera tuviera un puesto en el gobierno y que tenga una vida acomodada, que al menos se pueda pagar una casa y dar a su futura familia estabilidad económica y si era una combinación de ambos, al igual que su esposa, amaría a ese ser y le dejaría elegir lo que quisiera más.
Había llegado el día del parto, afortunadamente había caído en el día en que él no salía a hacer misiones o encargos.
Cyd rápidamente corrió al centro del pueblo buscando una partera especializada en hombres féminas, y aunque la encontró le salió demasiado caro contratarla, pero por la salud de su esposa e hijo importaban más que el dinero.
La partera cuando llegó rápidamente con dos ayudantes, sacó al hombre de la habitación.
Cyd solamente podía caminar de un lado a otro como un león en su jaula, hasta que escuchó un llanto, sus ojos se abrieron y su corazón se sintió tibio —ya nació mi hijo– dijo con dicha, solo esperaba que la partera le diera permiso para entrar en la habitación, pero esto no ocurrió, y esto solo lo hizo sentir ansioso.
Hasta que vio a una de los ayudantes salir rápidamente con su hijo, para luego la partera sudando profusamente del rostro, miró al hombre delante de ella y con la voz más sería posible le dijo lo que nunca había imaginado
—¡no es el único! ¡Está tratando de dar a luz a otro bebé!
—¡Que!
— no creo que su esposa lo logre, es muy difícil para un hombre fémina dar a luz a gemelos, esta sangrando demasiado ahora
Cyd se asustó a muerte
—¡rápido! ¡Ve a llamar a un médico! ¡No importa lo que cueste! ¡Lo pagaré!— dijo y corrió e ignoró el hecho de que los ayudantes de La partera le estaban evitando la entrada a la recámara y empujó la puerta de madera, y sus ojos marrones captaron a su esposa sudando y con cabello pegado a la frente, con las piernas abiertas cubierto con una manta que estaba empapada de sangre, su rostro estaba tan pálido que parecía una hoja de papel, sus labios estaban agrietados y sus ojos rojos por las lágrimas que soltaba por el fuerte dolor que sentía.
Kalid al ver a su esposo sonrió forzadamente, y le hizo una señal para que se acercara a él.
—yo…¡hug! ¡ve por el cuchillo a la cocina! ¡rápido!
Sin pensarlo mucho Cyd salió como flecha disparado hacia la cocina, apenas vio el cuchillo lo tomó y fue de nuevo a lado de Kalid
Kalid tomó la mano de Cyd que sostenía el cuchillo y lo acercó hacia sí mismo tembloroso
—tienes… ¡tienes que abrir aquí! ¡Rápido! Los niños quieren salir y yo estoy cansado
—¿que? ¡No! ¿¡Como podría hacerlo!? ¡Nunca!
Con ojos llorosos y rojos Kalid sonrió —tienes que hacerlo, si no, nos perderás a todos… yo ¡yo debí ser mas fuerte! ¡Yo presentía que tenia a más de uno dentro de mi! Pero— suspiró —ahora te hago hacer este tipo de cosas ¡tienes que apurarte! ¡Abreme el vientre y sácalos! —dijo con desesperación y voz firme, su rostro se retorcía por el dolor, pero sus hijos para el eran más importantes.
Para Cyd, si hubiera sido otra persona diciendo tales cosas, lo hubiera hecho sin parpadear, pero se trataba de su amado y sus hijos peligraban. Pero tenía que actuar de inmediato, con sus lágrimas cayendo sobre sus mejillas, apretó los dientes y levantó la túnica de su esposa, este al saber que lo había convencido suspiró de alivio y aguantó la respiración pensando que así tal vez disminuyera su dolor y Cyd rápidamente con un movimiento firme pero suave le abrió el vientre para no lastimar a sus bebés, sus ojos se abrieron al saber que eran dos bebés que aún se encontraban dentro de su esposa los tomó sin preocuparle que ambos estuvieran en un saco, lo rompió y salió el líquido, los tomó a ambos en sus brazos y rápidamente cortó el cordón que los unía a su madre. Pero al cortarlo se dio cuenta que no respiraban
Al captar el silencio rotundo del cual sólo se escuchaban los sonido pesados de respiración de Kalid apenas consciente
—M-mis bebés ¿están bien?— exhalo con dificultad mientras su mirar ya estaba borroso, solo pudo captar a ver la sonrisa grande de su esposo pero sus ojos lloraban como nunca, este al saber que su esposa no reaccionaba, para tranquilizarlo dijo —gracias mi amor, son unos bebés muy hermosos ¡los cuidaré con mi vida!
Kalid sonrió amenamemte —lo siento por dejarte solo, te amo…
Cyd vio que su amado suspiró y cerró los ojos, pero el pecho de Kalid ya no se movía por respiración, y al saber inmediatamente la rotunda realidad, gritó como queriendo sacar todo dentro de él
La partera sudaba como nunca y traía a un doctor en una carreta jalada por un buey para llegar mas pronto
—¡aquí está el doctor!
Cyd al ver al viejo hombre le dio de inmediato a sus hijos —¡porfavor! ¡Haga que respiren! ¡Le pagaré con lo que sea!
El viejo hombre rápidamente se puso en movimiento y al mismo tiempo hizo reanimación a los dos recién nacidos, los que prontamente abrieron los ojos, el médico los rozó hasta que estos al fin lloraron
Cyd al escuchar el llanto rotundo de ambos niños, sus ojos llorosos se abrieron de sorpresa y poco a poco se resbaló en el suelo aliviado. Pero al ver al cuerpo de su amado sobre la cama, le hizo doler de nuevo el pecho como nunca, pero ahora lo que debería de ser un padre con dicha de tener a tres hijos, ahora era un padre triste.
El médico le echó un vistazo a la madre, pero hace un tiempo que había muerto.
Solo pudo abrir los ojos en sorpresa y la amarga decisión que tuvo el esposo para salvar a sus hijos a costa de la vida de la madre. Al preguntar a la partera sobre el caso, si ella decía que todo estaba bien y el tomó esa decisión por capricho, sin duda llevaría el caso a la corte.
Pero la mujer explicó que si el no hacía eso sin duda los niños morirían y también la madre. El cuando lo analizó, fue algo razonable ese hecho, ya que cuando llegó encontró a dos bebés casi azules, fue algo afortunado que llegara a tiempo, al menos para poder salvar a los bebés.
Cyd con determinación se paró del suelo, se acercó a uno de sus pocos cajones que tenía en casa y sacó un saco pequeño que contenía un total de veinte monedas de plata, que era todo lo que tenía ahora.
Le entregó las diez monedas al médico y otras cinco a la partera.
Ambos al ver que la paga era muy buena, se alegraron al instante, al menos comprendieron que ahora este padre iba a tener una vida difícil con tres niños.
Cyd arrullo a sus tres hijos en sus brazos, sus hijos necesitaban leche, su madre había muerto ¿que tenía que hacer ahora? Así que miró de reojo a Kalid que yacía en la cama y su corazón se estrujo de nuevo.
Pero ahora no tenía tiempo de llorarle a su esposa. Ahora tenía que mantener a sus hijos con vida.
Miró a la partera y le entregó a sus tres hijos, rebusco en su bolsa y sacó una moneda de plata y se la entregó en las manos de la mujer
—porfavor, cuide a mis hijos por el día de hoy, tengo que enterrar a mi esposa.
La mujer miró a los tranquilos bebés en sus brazos y asintió con la cabeza
—y también… si conoce a algunas mujeres que acaben de dar a luz y estén dispuestas a darle leche a mis hijos, sería estupendo, dígales que les pagaré 5 monedas de cobre.
Aunque todo esto le resultaría demasiado caro para su bolsillo, aún así tiene que buscar el alimento para sus hijos.
Dejando a la partera y a sus ayudantes los trillizos, dejó que se fueran a la otra habitación que era destinada para cuando "su hijo" fuera grande durmiera ahí, aunque resultaron tres, por ahora estaba bien.
Dejando al hombre en la habitación solo con su esposa muerta.
Cyd se deshizo de toda la ropa ensangrentada y la aventó a la chimenea que mantenía caliente la habitación, limpió a Kalid con esmero y dedicación, ya que esta era la última vez que vería su rostro.
Peinó su larga cabellera negra y la compuso en un chongo y cargandolo se lo llevó detrás de la montaña.
Los pueblerinos no tenían un lugar específico donde enterrar a sus muertos, así que elegían lugares al azar para enterrarlos, ya que si lo llegaran a enterrar en un cementerio, tendrían que pagar la tierra donde eran enterrados y a nadie le gustaba gastar de más por un muerto.
Pero Cyd esta vez lo hacía porque no tenía 100 monedas de plata para enterrarlo en el cementerio, así que solo el sabrá donde estaría enterrado su esposa.
Y así comenzó su vida como un padre.