La Torpe Secretaria del Millonario

Segundo encuentro

Dos días después… Yoelis estacionaba su viejo coche en el estacionamiento subterráneo del edificio. Sus emociones estaban a flor de piel, ya que la señora Lester la había llamado por haber sido seleccionada para el empleo y ese era su primer día. Así que si, estaba emocionada por conseguirlo y esperaba hacer todo lo posible por conservarlo.

Al bajar del coche perteneciente a su abuela el claxon de un automóvil bastante lujoso pita a sus espaldas dejándola casi que sorda. Ella se encontraba sacando sus cosas cuando los incesantes pitidos la exaltaron.

—¡Pero qué demonios! —Exclama irritada tomando sus cosas — ¡Oye! ¿Qué pasa contigo? —Le dice a un conductor inexistente ya que no lo podía ver debido a que mantenía los vidrios arriba.

De pronto la puerta del coche se abre permitiéndole bajar al conductor del mismo, Yoelis amusga los ojos para ver al sujeto y al final creyó que no había sido buena idea retarlo ya que estaban en la parte de abajo de un edificio y por lo que pudo ver no existían muchos coches a su alrededor… cuando al fin la persona se bajó ella abrió los ojos en sorpresa, era el mismo sujeto que había golpeado su hombro.

—¿Acaso no lees los letreros o es que estas ciega? —El hombre le dice mirándola fijamente con aquellos ojos verdes aceituna mientras señalaba con el dedo algo a sus espaldas.

—¿Letreros? —Ella voltea en esa dirección divisando un aviso amarillo el cual decía que era un lugar privado ¿Y cómo demonios iba a saber eso? La señora Lester no le menciono nada al respecto —Lo siento, no lo sabía —Se disculpa una vez más con ese mal educado hombre.

—Eso parece, ahora mueve ese coche de allí y busca otro lugar — Contesta con voz irritada.

Ella frunce el ceño, el que tuviera un puesto privado en esa empresa no le daba derecho a tratarla como si ella no fuese importante en esa compañía, ¡era un idiota!

—No es necesario que seas tan agresivo —Responde subiéndose a su coche para sacarlo de ese apartado y buscar uno muy lejos de él.

Por el retrovisor diviso que estaciono la camioneta y luego desapareció, ella bufo internamente. Y eso que quería que su primer día fuese bueno y resulto que ese sujeto se lo estaba arruinando. No entendía cómo es que siendo tan elegante y distinguido pudiera ser tan imbécil.

—¿Distinguido? ¿En serio Yoelis? De cuando acá piensas eso de un sujeto —Se reclama a sí misma.

Cuando dejo su coche bien estacionado la chica se encamino hasta su oficina con tiempo de sobra, al menos no la despedirían por llegar tarde… al abrirse la puerta del ascensor observo a otra mujer quien hacia el trabajo de recepcionista era una mujer un tanto mayor.

—¡Buenos días! —La saluda.

—¿La secretaria nueva? ¿Yoelis Lezama?

—Si —La joven le sonríe caminando hasta su oficina tal cual como le indico la señora Lester.

—¡Suerte! Esta de muy mal humor —Le advierte.

La castaña aplana los labios, ¿ya había llegado? Pero si la señora Lester le dijo que nunca llegaba tan temprano. ¡Por dios! su jefe había llegado y ella no estaba en su asiento. Fijando bien los tacones sobre el suelo entro en la oficina justo cuando el teléfono no paraba de sonar… los instintos de Yoelis emergieron corriendo hacia el aparato para contestar.

—Buenos días, oficinas de D´Lukas ¿en qué le puedo servir?

—Venga a mi oficina ahora.

Le pusieron fin a la llamada y con ella todos los vellos de su cuerpo se le erizaron. Sí que estaba enojado su jefe. Trago saliva en seco encaminándose hasta la puerta de la oficina del famoso multimillonario Theo D´Lukas.

Theo revisaba su móvil cuando unos toques avisaron la presencia de su nueva secretaria, una que no se encontraba en su puesto de trabajo. Eso no sucedía con la señora Lester. Por allí la mujer ya había perdido un punto importante, uno que el esperaba que sucediera para poder echarla.

—Pasa —Le indica sin apartar la vista de su teléfono.

En cuanto el hombre siente la presencia de la joven en su oficina aparta la vista del aparato para concentrarse en todo lo que tenía que decirle a la señorita nueva… pero nadie lo preparo para lo que sus ojos estaban viendo en esos momentos, ¡mierda! Exclamo por dentro.

Yoelis al ingresar en la oficina se quedó solidificada en la entrada con el pomo de la puerta aun en la mano. Sus ojos marrones se agrandaron aún más de lo que los tenía por naturaleza, no se podía creer que ese sujeto fuese su jefe. Justamente tenía que ser el tipo que había golpeado en el hombro y con el que discutió en el estacionamiento. La mala suerte no podía estar más cerca de su persona.

—¿Tú? —Pregunta Theo como intentando creer lo que estaba viendo.

—¡Buenos días! —Solo logra decir con una sonrisa tenue en sus labios.

—Siéntate —Ordena mientras ella ve como su jefe aprieta la mandíbula, era obvio que no estaba conforme con ella seguramente la echaría ese mismo día por contestona —Siempre me ha gustado dos cosas de mis empleados. Uno; que lleguen puntual al trabajo y dos; que cuando yo llegué a mi empresa estén aquí antes que yo. ¿Eso lo puede entender?

—Sí, sí. Lo entiendo.

—Entonces, ¿Por qué no estaba en su escritorio cuando yo he llegado?

La castaña lo miro como si quisiese explotar, por dios Yoelis no hagas eso, no le digas lo que estás pensando porque seguramente te pondrá de patitas en la calle. Piensa en tu nana, ella necesita seguir ingresada en esa residencia. La voz sensata de su cabeza le repetía una y otra vez.

—Lo siento mucho señor D´Lukas, no volverá suceder.

Por una fracción de segundos Theo pensó que ella le iba a dar otra respuesta una no muy agradable, una que le daría motivos para despedirla pero ella solo se volvió… sumisa. Era típico, como el resto de las secretarias que anteriormente tuvo, todas respondían “si señor” “no volverá a pasar” quizás la señora Lester se había equivocado con esa muchacha después de todo. ¡Qué decepción! esperaba a una mujer mas valiente. De memento no podría despedirla.

—Necesito los documentos de las compañía que quieren vender esta tarde, pero ahora mismo.

—Enseguida se los traigo —Se pone en pie rápidamente.

—Y me trae un café —Demanda con voz gruesa metiéndose en su teléfono nuevamente.