Terminando un agradable desayuno una fría mañana, Alex ayudaba a su omega a abrigarse. Y mientras que las palabras que salían de esa boca no eran más que refunfuños, podía sentir a través del lazo la emoción y el cariño que sentía su pareja con sus atenciones.
—Realmente estás aprovechando que ya trajiste tu ropa —refunfuñó su pelirrojo mientras subía el cierre de la sudadera y luego el de la chaqueta.
—¿Por qué crees eso? —preguntó sonriente.
—No me pusiste más de tu ropa simplemente porque no me iba a cerrar la chaqueta —bufó—. En serio Alex, me van a confundir con una bola de nieve.
—No seas un exagerado, solo te ayudé a colocarte unas pocas prendas —respondió envolviendo la bufanda alrededor su cuello y parte de su rostro, cubriendo su boca y un poco más arriba—. ¿Dónde te toca tra
