Capítulo 4

3207 Words
Cuando Elliot despertó, mantuvo sus ojos cerrados mientras estiraba su cuerpo intentando averiguar cuanto daño tenía. Al sentir solo unos ligeros tirones aquí y por allá, se sorprendió. Dorian no había sido especialmente amable con él, mucho menos Sergei, ambos alfas se burlaron de él, jugando un perverso juego de tira y afloja donde le lastimaban lo suficiente y luego se detenían para mantenerlo consciente, respirando a través de dolor hasta que se aburrieran de ello. Por lo general, todavía cambiando a su forma lobo para acelerar el proceso de curación, se demoraba sus buenos días para sanar completamente, los cuales pasaba esquivando a todos hasta que lo volvían a encontrar y todo se repetía nuevamente, con Isaac cerca, al menos se tardaba más en ocurrir. Bostezando en su forma lobo, el omega finalmente levantó sus parpados y contempló unos conocidos, llamativos y bonitos ojos azules con un toque gris en ellos observándole fijamente. En un principio, su cerebro pareció no trabajar muy bien lo que estaba viendo debido a que acababa de despertar, era la única razón en la que podía pensar para estar aceptando tan fácilmente la tierna caricia en su peluda cabeza y detrás de sus orejas. Las manos de Alex eran grandes, amables y… Tiernas. “¿Alex?” repitió concentrándose en el gran hombre a su lado que seguía observándolo fijamente mientras le acariciaba. “¿Pero qué mierda?” se preguntó alejándose rápidamente de aquella mano. —No es necesario que cambies ahora, es más, te recomendaría seguir así hasta que te recuperes completamente —habló, con su rica voz amable haciendo eco dolorosamente en su corazón. Y aun habiendo escuchado su consejo, el omega cambió a su forma humana y se cubrió con las mantas sobre su regazo. —¿Por qué mierda estás tú aquí? —exclamó tajante, con el ceño fruncido. El alfa torció sus labios y observó incómodamente hacia el suelo antes de volver su mirada a él. —Ayer te desmayaste al llegar aquí —respondió. —¿Y? —presionó. —Preguntaste por mi padre y te desmayaste, no podía simplemente dejarte estando todo lastimado y ensangrentado —expresó observándole con seguridad. Elliot resopló sin poder evitarlo mientras observaba a su alrededor en busca de su ropa. —¿Qué fue eso? —preguntó el alfa aun sentado a su lado. —Nada que te interese —respondió cortante—. ¿Dónde está mi ropa? —cuestionó irritado. —Tuve que botarla a la basura, ya no servía —respondió—. No deberías de moverte aún —se adelantó intentando detener sus movimientos. —¿Puedes simplemente dejarme tranquilo? —espetó alejándose de aquella cálida mano amable que sostuvo su antebrazo. —Estabas muy herido, no pasaste buena una noche, no deberías de estar moviéndote descuidadamente —argumentó retrocediendo un paso como si respetara su espacio personal—. ¿Cómo te sientes ahora? Te di unos medicamentos para el dolor a través del suero para ayudarte —expresó. Y eso tal vez explicaba por qué se sentía mucho mejor a diferencia de otras veces. —No estoy muerto —respondió con mal humor, no deseando estar más tiempo al lado de Alex. ¿Qué hora serian? Tenía que presentarse a trabajar para ganarse sus comidas y por supuesto que no quería darle el gusto a aquel par de estúpidos alfas jactarse con otros respecto a lo que le habían hecho. —Mira yo… ¿Podemos hablar? —pidió. —Lo estamos haciendo. —Yo realmente quiero hablar contigo —expresó y algo en su tono provocó que le mirara. —¿Qué es lo que quieres? —preguntó no muy feliz y ni siquiera estaba haciendo el intento de esconderlo, por más que su estúpido lobo estuviera interesado en escuchar realmente todo de lo que hablara el otro hombre. —Lo primero sería disculparme por mi comportamiento de todo este tiempo —expresó. El omega apenas y si pudo mantener sus labios juntos para no dejar caer su mandíbula como tenía pensado hacer tras escuchar aquella confesión. Un alfa realmente se había disculpado con él, un omega. —¿Por qué? —preguntó, desconcertado. —¿Por qué, qué? ¿Por qué me estoy disculpando? —preguntó el alfa. Elliot asintió, aun anonadado mientas contemplaba al otro hombre. —Bueno… No sé cómo decirlo realmente —pasó una mano por su cabello, visiblemente incómodo mientras evitaba su mirada—. Simplemente no he sido una buena persona contigo y estaba pensado que si tu… De pronto, como una ampolleta arriba de su cabeza, la luz se encendió ante la idea que surgió en su mente, respondiendo el extraño comportamiento del alfa. —Estás haciendo todo esto solo porque ahora me estás viendo como tu destinado, ¿no? Porque el humano al que estabas persiguiendo encontró su pareja en un alfa de otra manada —expresó con disgusto. —Sí, digo ¡no! —exclamó observándolo sobresaltado. Elliot rió amargamente mientras enterraba en su mano su sucio cabello aun trenzado. —Sé que eres un potencial a pareja, siempre lo he sabido y mi disculpa no tiene nada que ver con que Theo haya encontrado su destinado en otro alfa —intentó explicarse. —Sí, claro —bufó. —Yo no te estoy mintiendo —insistió levantándose de su silla, más no acercándose a él. —Me importa una mierda si me estás diciendo la verdad o que me estés mintiendo, así mismo puedes guardarte tus estúpidas disculpas innecesarias por donde no te entra la luz —gruñó—.  Ya hiciste tu elección al irte de esta manada, no vengas ahora a mí simplemente porque el otro niño te fue quitado, no es mi problema —expresó con disgusto. Auch, eso había dolido y lastimosamente, también irritó a Alex. —No tienes ningún derecho a hablar sobre mí o mi decisión al seguir a Theo cuando tú mismo me hablaste, coqueteaste e hiciste una cita conmigo cuando tenías a otra pareja —gruñó. —¿Pero de qué mierda estás hablando? —exclamó Elliot. —Exactamente lo que escuchaste, ese día en el que nos conocimos, tan solo pocas horas después de hablar estabas teniendo felizmente sexo con otro hombre —acusó—. Aún sabiendo que éramos potencial a pareja, no dudaste en entregarle tu culo a tu actual amante —gruñó—. Así que no me vengas a acusar ni culpar de irme de la manada tras tomar la decisión cuando tú la tomaste primero. Incrédulo. Así se sentía Elliot mientras escuchaba la mierda que salía de la boca de Rollins. Pareja. Alex había creído que estaba teniendo sexo en pleno día, a plena vista, con alguien que supuestamente era su pareja. Entonces, comprendió el odio y desprecio del alfa en cada una de las pocas visitas. La desagradable situación le hizo reír histéricamente, en un sonido lleno de dolor, incrédulo y desesperación. Alex había pasado siete años pensando lo peor de él cuando la verdad era muy diferente a su punto de vista. —Y por eso te fuiste —pronunció dejando de reír—. Ni siquiera esperaste, te largaste  inmediatamente tras ello. —¿Y para qué se supone que me iba a quedar? —se burló—. Para ver a tu amante jactarse en mi rostro como estuviste con él aun después de habernos encontrado. No gracias. —Imbécil —pronunció entre dientes, tentado a gritarle en su varonil rostro hermoso unas cuantas verdades. Pero ¿de qué servía? El alfa ya pensaba lo peor de él. —Mira solo… Dejemos el pasado atrás, ¿bien? —pidió más tranquilo—. Si necesitas ayuda puedes acudir a mí, solo necesito que me expliques para que te pueda ayudar —expresó—. ¿Está bien? Observándolo, el omega negó con su cabeza. —Jódete, Alex Rollins. Y por favor, mantente lo más alejado que puedas de mí, de ser posible, yéndote de nuevo —expresó con tono frío y distante. Y antes de que Alex pudiera seguir hablando, se levantó de la camilla y se apresuró a caminar los escasos pasos hacia la entrada, abriendo la puerta y cambiando en un parpadeo para desaparecer al siguiente. Como si nunca hubiera estado ahí con él. Soltando un suspiro, Alex se dejó caer nuevamente en la silla y se inclinó recargando sus codos en sus rodillas mientras sus manos se enterraban en su cabello, tirando ligeramente del. Nada resultó como lo había planeado. No había tenido oportunidad realmente. Desde las primeras palabras del pelirrojo omega, hasta la última, habían sido cargadas de un sentimiento lleno de molestia e irritación, de rencor. Él mismo se había desquitado revelando lo que tenía enterrado en su pecho desde hacía tanto tiempo, algo que pensó superado. ¿Qué se supone que debía de hacer entonces? ¿Buscarlo y ofrecerle su ayuda nuevamente? No, Elliot se iba a negar además de mandarlo al demonio. ¿Pedirle olvidar todo y seguir adelante? El omega ya creía que le había hablado solo porque lo suyo con Theo no había funcionado, aunque le diera la oportunidad no creería en él y tal vez hasta le pediría que le dejara solo, otra vez. Y él no podía dejarlo solo cuando estaba siendo usado como un saco de boxeo. Los omegas no eran un objeto, no era algo que los alfas o betas pudieran aprovecharse, ellos también eran personas con sentimientos y derechos, como todos. Tal vez Elliot era su potencial a pareja, tal vez las cosas entre ellos simplemente no se habían dado, y lo único que sabía en ese momento, era que no quería ver al omega nuevamente herido de aquella forma. Cuando la puerta fue abierta, alzó su cabeza con la pequeña esperanza, de que se tratara sobre Elliot. —Pensé haberte dicho que volvieras después de almuerzo —pronunció observando a su padre. —En la tarde tengo que ir con los cachorros y no podría venir —respondió observando a su alrededor—. ¿Tuvimos un paciente anoche? —preguntó. Contemplando a su padre, Alex asintió lentamente. —¿Qué sabes de Elliot? —preguntó repentinamente. —¿Elliot Phillips? “Elliot Phillips” repitió el alfa en su mente, sintiéndose extraño de conocer el apellido del omega después de siete años. —¿Y bien? ¿Era él quien estuvo aquí otra vez? —cuestionó su padre, sacándolo de sus pensamientos. —Sí, espera… ¿No es la primera vez que viene? —interrogó—. ¿Sabes quiénes o por qué lo lastiman? —No lo dije específicamente por él. Elliot es un omega, y mis principales pacientes son omegas y unos pocos alfas que se lastiman durante el entrenamiento con Jude —explicó. —¿Por qué lo dices como si fuera lo más normal del mundo? —gruñó con el ceño fruncido—. Por dios, papá, omegas están siendo degradados y lastimados aquí cuando en otras manadas son adorados y en algunas hasta tratados como igual. —Sí, pero así no es aquí —respondió con simpleza—. ¿Me molesta aquello? Por supuesto que sí, pero ¿qué puedo hacer por ello cuando la mayoría de los integrantes de la manada apoyan al alfa Ángelo y su dictadura? —expresó con tristeza. —No hacer nada tampoco es la respuesta —suspiró sabiendo que las palabras del otro alfa eran verdad. Aunque quisieran ayudar, en verdad no había nada que ellos pudieran hacer, solo los tres hermanos King podrían desafiar a su propio padre y no parecía que alguno estuviera especialmente interesado en ello. —Elliot estuvo aquí anoche, se desmayó en mis brazos todo golpeado y ensangrentado —anunció. Miles asintió con su cabeza. —Me sorprende que lo ayudaras —comentó logrando que su hijo lo observara de golpe, enojado y ofendido. —¿A qué te refieres con ello? Soy médico, por supuesto que lo iba a ayudar si necesitaba ayuda —expresó indignado. —Guarda esos colmillos, cachorro —regañó su padre como si se tratara de un niño—. Y si lo dije, no fue con mala intención, solo que en verdad me sorprendiste considerando el desagrado que le tienes a ese pobre chico solitario —explicó. —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó ahora, incómodo. Su padre suspiró. —¿Crees que no me daría cuenta de la forma en que lo ignorabas cada vez que te encontrabas con él cuando me visitabas? Por dios, niño, lo mirabas peor que si fuera un molesto bicho —expresó—. Solo ahora en los últimos tres años que no lo has mirado resentido o lleno de odio cada vez que él no te mira, aunque ignorarlo no creo que sea mejor —se encogió de hombros. —Yo… Uhm… Sé que estuvo mal, pero tuve mis razones para haberlo tratado así —revelo levantándose de la silla, dirigiéndose a la ventana para fingir contemplar el paisaje en ella. —No creo que exista razón alguna para tratar a alguien como Elliot así, no al menos de tu parte hacia él —expresó. —¿Por qué hablas de él como si lo admiraras? —preguntó curioso. —¿Por qué no hacerlo? Es un joven que a los ocho años perdió a su madre y a los doce a su padre, es un joven que cuidó de sí mismo y que descubrió por sí mismo que sería un omega sin nadie a su lado para cuando se presentó a los trece años, es un joven que sin el apoyo de nadie ha sobrevivido en esta manada desde tan pequeño y por su propia cuenta, y siendo un hombre omega tan hermoso, pasar tantos años desde tan joven protegiéndose a sí mismo debió de ser toda una odisea —expresó—. Por eso lo admiro como con cada omega que ha sobrevivido en esta desigual manada. Silencio es lo único que tenía Alex como respuesta mientras procesaba todo lo que le había revelado su padre. ¿Cómo era posible que un niño pudiera sobrevivir solo sin la ayuda de sus padres? ¿Cómo era posible que siendo un omega…? —Papá, ¿cuántas de las heridas que has curado a los omegas son por violaciones? —preguntó con un nudo en su garganta. —No quieres saber —negó con tristeza—. ¿Sabes? Antes no era tan malo, solo una vez cada cierto par de meses o incluso una vez al año, pero cuando los miembros de la manada comenzaron a disminuir, las cosas se pusieron feas y ellos se llevaron la peor parte —expresó. —¿Qué quieres decir con ello? —tragó. —En una reunión, el alfa King anunció que, si un alfa quería tener sexo, el omega y cada mujer beta u omega debía de estar siempre dispuesto sin importar la hora o el momento para aumentar la manada —anunció. —Pero eso no tiene mucho sentido, es cierto que los omegas son los más fértiles y que pueden quedar en cinta, pero solo ocurre en sus ciclos de calor —le recordó observándolo horrorizado. —Lo sé, pero el argumento de Ángelo fue que los omegas siempre son fértiles sin importar el ciclo de calor, por lo tanto, debían de obedecer los deseos de los demás alfas y abrir las piernas, también les obliga a pasar el celo con ellos con o sin su consentimiento —explicó—. Algunos omegas prefieren cambiar y ocultarse en el bosque a pesar de lo peligroso que es, pero no todos lo logran —suspiró—. He perdido la cuenta de cuantos chicos y chicas he tenido que sanar, y de cuantos abortos ha habido en los últimos años —expresó con enojo y tristeza. —¡Pero existen supresores! —alzó la voz—. Los supresores se crearon especialmente para ayudar a tantos alfas como omegas a pasar su celo. —El alfa Ángelo revisa la lista de los insumos médicos que pido, los borró inmediatamente luego de promulgar aquella orden de violación permitida —se burló con desagrado—. Se ha vuelto un desgraciado, pero sigue siendo inteligente —resopló. —¿Por qué nunca me dijiste que la situación era tan mala? —preguntó dolido. —¿Qué sentido tenía? Nunca te quedabas el tiempo suficiente como para que te importara lo que estaba ocurriendo aquí —se encogió de hombros. —¿Jude e Isaac lo saben? ¿Roman? —Por supuesto que sí —asintió—. Pero ellos tampoco pudieron hacer mucho. Bueno, Jude e Isaac ayudan cuando ven a un omega siendo abusados, son los únicos que intervienen, y aunque no lo creas Roman también intenta ayudar a su manera —suspiró. —¿Y Elliot? —¿Y Elliot qué? —preguntó. —¿Cuántas veces has curado a Elliot por una violación? ¿Cuántas veces lo has sanado por una golpiza? Y… ¿Cuántas veces has estado con él cuando perdió… A su cachorro? —preguntó con un dolor desgarrador. —¿Por qué quieres saber? —Necesito saberlo. —¿Por qué? —Solo dime, por favor —pidió. Miles negó—. No puedo divulgar esa información personal. —Soy un médico también, son cosas que debo de saber —gruñó. —En realidad no es necesario —negó. —¡Papá! ¡Solo dime! —gruñó. —¿Por qué? —¡Porque Elliot es mi potencial a pareja! ¡Bien! —reveló finalmente, exaltado. —Lo sé —respondió calmadamente—. Pero eso no te da ningún derecho a saber o exigir nada del chico cuando fuiste tú mismo quien lo abandonó cuando todo esto empeoró —expresó con firmeza. —Lo vi teniendo sexo con otro alfa el mismo día que nos conocimos, papá. ¿Qué se supone que iba a pensar de mi pareja? —gruñó. —Si hubieras pasado el tiempo suficiente en esta manada, habrías sabido de todo esto que te conté y tal vez tus pensamientos habrían sido muy diferentes a que ese chico te estaba engañando aquel día hace siete años atrás —indicó con frialdad. —Qué… ¿Qué quieres decir? —balbuceó, retrocediendo un paso tambaleante como si hubiese recibido un golpe directo en su quijada. Miles apretó su mandíbula y negó con su cabeza. —Nada. —pronunció cortante—. Sólo te pido que dejes a ese pobre hombre en paz, Alex. Tú tomaste tu decisión hace siete años, y tal parece que Elliot tomó también la suya por lo que te pido que se la respetes. —Solo quiero ayudarlo —susurró. —La ayuda por culpa y compasión a veces no es bien recibida, y para un omega tan peleador y orgulloso como Elliot, mucho menos —expresó dirigiéndose a la puerta—. Iré con los cachorros y te dejaré pensar en todo esto. Asintiendo distraídamente, Alex tomo asiento con su mundo siendo sacudido otra vez. Elliot, él… ¿Qué había pasado realmente aquel día hace siete años?  
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