Elliot giró sobre su costado y torció sus labios en una mueca cuando su cabeza palpitó ante la simple presión por el cambio de posición.
Cuando la sensación de mareo que le invadió se detuvo, exhaló lentamente y abrió sus ojos parpadeando un par de veces, intentando enfocar bien. Al lograrlo, su mirada vagó por cada rincón de la desconocida habitación.
Pero al contrario de cómo se esperaría, no tenía miedo de encontrarse en un lugar que no conocía.
¿La razón?
Porque cada rincón de aquel lugar estaba lleno con el aroma de Alex. Desde la almohada donde su cabeza descansaba, la ligera manta sobre su cuerpo, la cama en la que se encontraba recostado y todo.
Y tenía que admitir, que el lugar era bonito, pequeño, pero con el espacio suficiente y necesario, no como su habitación en la que
