Déjame Pintarte °BillDip°

Un café

Caminaba por la banqueta fría a pleno invierno Londinense. Se llevó las manos a la boca mientras lanzaba un aliento cálido para ponerlas tibias, subió la bufanda delicadamente para cubrir su nariz del aire congelado. Llegó al restaurant, lo primero que vio fue en la mesa despachadora al rubio recargado mientras le sonreía a la cajera. Se adentró mientras se iba a la última mesa del lugar, una mesa alejada junto a la ventana con vista al enorme reloj muy popular ahí.

Sacó sus lápices y libreta, mientras miraba de reojo al joven muchacho para que este no se diera cuenta de que el retrato a punto de hacer se trataba de él.

—Oye Bill ¿Qué no es tu admirador? —Cuestionó la cajera mientras discretamente señalaba al castaño.

—Vamos —Manifestó soltando un suspiro. —Es sólo un joven común y cualquiera que le encanta dibujar. —Excusó habiendo notado desde antes el comportamiento del pálido sabiendo que no era “común” ni “cualquiera”.

Una de las chicas pertenecientes al equipo de meseras salió de la cocina acomodando su mandil con cuidado y ajustando el cinto que la ataba a su cintura.

—Tomaré la orden —Avisó con una sonrisa dispuesta a ir en dirección a donde el castaño se mantenía sentado siendo interrumpida en cuanto Bill la tomó del hombro apretando un poco.

—Espera —Dijo esbozando una sonrisa de vuelta. —La tomaré yo —Avisó con simpleza adelantándose antes de que siquiera la muchacha preguntara el porqué.

Ambas féminas, tanto la cajera como la mesera se dieron un codazo mutuamente viendo como el rubio se acercaba a paso apresurado en dirección a donde estaba el dibujante.

Pines se mantenía absorto en su obra, poniendo cada detalle y rasgo a como lo veía frente a él, la luz, el cabello, la sombra, todo perfectamente proporcionado sin darse cuenta de que su modelo estaba delante de su mesa, no al menos hasta que alzó la mirada para corroborar que estaba detallando a la perfección su respingada y fina nariz.

— ¿Gustas ordenar? —Preguntó el muchacho haciendo que Mason pegara un pequeño brinco ocultando su dibujo y acomodando sus prendas con cuidado. Tragó grueso y tras forzar una sonrisa se decidió a contestar.

— Un… Un café —Pidió con simpleza viendo como el rubio apuntaba su orden en la libreta para luego dirigirse a la cocina.

— ¿Y bien? —Cuestionó la mesera dirigiéndose a Bill con ambas manos a la cintura.

— No pude ver nada —Aclaró lanzando un suspiro pesado, dejando caer los hombros.

— Oye… Te está viendo —Obvió mordiendo su labio inferior de forma juguetona a lo que Bill se giró.

Su vista buscó hasta dar con el chico de nariz rojiza pómulos pecosos y personalidad tímida a quien le dedicó una sonrisa con descaro observando como éste a su vez apartaba la vista totalmente avergonzado de manera rápida haciendo del contacto algo efímero. ¿Quién diría que una sola mirada podía servir como medio de comunicación?

Bill pocos minutos después volvió a la mesa de Dipper dejando el café cerca de su presencia a lo que el castaño agradeció y prosiguió a tomarlo, minutos después había acabado tanto la bebida como el dibujo pidiendo la cuenta en cuestión.

El rubio dejó sobre una charola negra pequeña la cuenta y una nota a lado de ésta donde se podía leer una leyenda que decía;

“Café + deberías hablarme, lindo dibujo.”

Mason sin duda sintió que sus mejillas quemaban y sin alzar la mirada sacó su billetera dejando un par de billetes incluyendo la propina de su platónico antes de tomar sus cosas y dirigirse a la puerta de cristal la cual tomó del mango jalando de ella para abrirla.

— Vuelve pronto joven dibujante —Volteó y vio a Bill, sin duda parecía contento con su reacción ya que esa amplia sonrisa que trazaba hoyuelos a cada lado no desapareció.

— Gracias —Agregó saliendo a toda prisa.

Creyó que en su vida jamás volvería a pisar ese lugar debido a la vergüenza que lo sucumbía y arrastraba por el suelo diciéndole que había sido un tonto ¿Tan obvio era? ¿Desde cuándo lo sabía?

— ¿Qué pensará de mí? —Se susurró a sí mismo cerrando su abrigo de nueva cuenta y tosiendo un poco antes de subir la bufanda hasta cubrir sus labios con cuidado.