Era el cumpleaños 18 de Sara, la abuela Carol había hecho todo el esfuerzo para, que su única nieta tuviera la celebración más suntuosa, el amor que ella sentía era inmenso, verla crecer hasta convertirse en una hermosa joven, era maravilloso.
Tomás aún no llegaba a casa, a pesar de que le pidió que ese día no tenía porqué estar en las empresas, pero así era él, siempre salía con su santa voluntad.
Él círculo de amistad de su nieta no era muy grande, su padre se había encargado de controlar todo alrededor de Sara; siempre vivió con el temor a que Margarita se apareciera y se la llevara con ella.
Carol era quien la acompañaba a todo lugar por órdenes de Tomás, todo era supervisado y controlado para ésta jovencita, por eso en éste momento que habían logrado convencer a su padre de invitar a personas influyentes, se sentía muy contenta.
Tomás Williams al principio no deseaba una celebración con tanto ruido, solo algo familiar, pero Carol lo había persuadido y allí estaba todo lo logrado.
Los compañeros de estudios fueron los primeros invitados, éstos a su vez trajeron uno que otro amigo para hacer crecer el círculo de amistad de Sarah, por lo menos por esa noche.
Pronto el Salón de fiestas estuvo llenó de juventud y alegría, Tomás aún no aparecía por el lugar, Carol estaba bastante estresada con la actitud de su hijo, desde que había quedado soltero nuevamente, no tenía vida social.
Después de tener a su madre con los nervios de punta, Tomás Williams se apareció con una sonrisa forzada para hacer la presentación de su hija ante las personas más influyentes de aquella ciudad.
Entre los invitados se encuentra un importante hombre de negocios, se llama Renzo Davies, llega a la celebración por acompañar a un amigo de la abuela de la cumpleañera.
Renzo, es un hombre sumamente guapo, de piel morena clara, perfiles hermosos, ojos marrón profundos, cuerpo formado por los ejercicios rutinarios que practica desde que era un adolescente.
Todas las féminas que se encontraban en el lugar no pudieron evitar mirar aquél espécimen masculino que entró en el recinto, su cabello n***o como el ala de un cuervo, se veía ligeramente revuelto.
Con una expresión de fastidio en su rostro, con una sola mirada ya tenía una visión de todos los que allí se encontraban, notó a una chica, de piel muy blanca como porcelana china, hermosa, muy joven, pero no podía quitar los ojos de ella.
Se volvió hacia su compañero de fiestas y dijo en voz baja:
— ¿Quién es?— preguntó a su amigo acompañante— es una joven preciosa, me gusta
— Es la cumpleañera, Renzo— dijo el amigo— hoy celebra sus 18 años, está saliendo del cascarón, así que te recomiendo que Andes con cuidado.
Renzo se tensó un poco, se dió cuenta que era extremadamente jóven para él quién está próximo a cumplir sus 28 años, desvía la mirada para buscar una nueva candidata que le llame la atención.
Su cuello al parecer tenía vida propia terminaba girando siempre dónde se encontraba la chica, mirándola con intensidad, el amigo de Renzo, quien se llama Raymund, se da cuenta que el interés es más fuerte que la voluntad de su amigo.
— Ven vamos a saludar a la cumpleañera— le dice con picardía— te mueres por hablarle, a ver si se te pasa el interés.
— No seas absurdo, es simple curiosidad, tienes razón, es muy joven para mi— se defiende Renzo— mejor dejemos todo así.
Pero la atracción eta demasiado fuerte y poco a poco se fue acercando hasta donde se encontraba la chica y Carol se le unió haciendo más cómodo el momento del saludo inicial.
— Querida, estos caballeros, quiénes son mis invitados desean conocerte— dijo la abuela cortésmente.
— Buenas noches señorita, soy Raymund Carter,— saludó— le deseo un muy feliz cumpleaños.
— Gracias Raymund eres muy amable— respondió ella— se dirigió al otro y éste dijo:
— Yo soy Renzo Davies—dijo el caballero— estoy a sus pies señorita, espero y siga disfrutando de éste bello momento de celebración.
— ¡Que amable, gracias por sus deseos para conmigo!— dijo Sara— me llamo Sara.
Y en un impulso preguntó:
— ¿Podemos bailar?— dijo Sara sin timidez y muy resueltamente.
Renzo también se quedó sorprendido ante la petición de la chica y no iba a perder aquella oportunidad.
— Será un placer para mi— dijo tomando la mana de la chica y llevándola a la pista de baile.
La abuela Carol se quedó sorprendida ante la osadía de la chica, siempre sumisa, tímida con el sexo opuesto, pero ésta vez se adelantó y al escuchar la respuesta de Renzo, lo siguió colgada del brazo de él, saliendo hasta la pista de baile.
Tomás, quien estaba con un grupo de conocidos, vió a Sara y arrugó el entrecejo, extrañado de ver a su hija moviéndose al ritmo de la música que se oía, disfrutando de un baile.
Hasta ese momento nunca la había visto bailar, ni siquiera sabía que bailara, "ese hombre se veía más grande que ella", pensó ¿Quién sería? Nunca lo había visto"
Los dos siguieron bailando, ella le agradeció cuando la llevó hasta donde se encontraba con su abuela.
—Fue un placer, bailas muy bien Sara— dijo Renzo— eres muy grácil en tus movimientos.
— Es la primera vez que baila— dijo Carol.
— Los dos hombres miraron con incredulidad a la abuela y la muchacha dijo:
— Es cierto lo que dice mi abuela, me gusta bailar y lo hago en mi habitación, pero ésta es la primera vez que lo hago en público.
— Que historia tan increíble, una chica que a sus dieciocho años no había realizado un baile público— dijo Raymond.
Renzo la miraba con una chispa extraña en sus ojos, le sonrió abiertamente y dijo:
— Me encanta haber tenido el honor Sara de ser tu primer acompañante en un baile público.
En ese momento, se acercó Tomás para saber qué sucedía allí; así era desde que la madre de Sara lo había abandonado, todo lo quería controlar, en especial los movimientos de su hija.
— Buenas noches caballeros— saludó Tomás— ¿Se están divirtiendo?
— ¡Oh sí papá, gracias por ésta hermosa celebración!— exclamó Sara— ellos son mis amigos Raymond y Renzo.
— ¿No son muy grandes para ser tus amigos?— dijo Tomás.
Sara se defendió ante su padre diciendo:
— ¡Papá, no me avergüences por favor!— dijo Sara— ¡Ya no soy una niña!
Intervino la madre de Tomás en ese momento.
— Bueno, bueno no arruinemos la celebración, es el cumpleaños de tu hija,
Tomás y nada de restricciónes— dijo Carol.
Renzo tomó nuevamente a Sara de la mano y la llevó nuevamente a la pista de baile, dejando a Tomás Davies parado allí sin saber qué hacer.
No le agradaba que su hija por primera vez le replicara un comentario, ya le ajustaría las cuentas después de aquella fiesta, llena de desconocidos.
Solo habían jóvenes allí, los más adultos no llegaban ni a quince personas, no iba a permitir que Sara y su madre se salieran nuevamente con la suya.
Sabía que Carol, su madre era la auspiciadora de aquello que estaba sucediendo, lo mejor era relajarse por los momentos y disfrutar de algunos invitados que veía en algunos rincones del salón.
Renzo y Sara mientras bailaban, conversaban entre ellos:
— Tu papá parece enojado— dijo el muchacho.
— Es controlador— respondió Sara— todo lo supervisa.
— Ahora entiendo el por qué de tu primer baile en público— dijo él.
— Es un milagro que accedió a celebrar mi cumpleaños por primera vez, desde que tengo uso de razón— dijo ella.
— ¿Es celoso?— preguntó Renzo— yo pensaba volver a verte.
— ¿Celoso? No lo sé— respondió Sara— A mi me encanta que podamos seguir siendo amigos.
— ¿Cómo haría para verte?— preguntó.
— Mi abuela me ayudará— dijo Sara.
— Entonces confiemos en que nos ayude a encontrarnos— dijo Renzo— ¿Podemos salir en dos días?
Los dos sonrieron al terminar el baile, ya se habían pasado el número telefónico discretamente entre ambos, después él la llevó nuevamente hasta su lugar y nadie allí notó nada, Sara se sentía flotar por la alegría que la embargaba.