Sara, no entiende a su padre...

1503 Words
Tomás la miraba entre serio y divertido y decía: — ¡No tienes idea de lo que me pides! Te imaginas a una mujer que no es tu madre, molestando, dando órdenes, no solo a ti, si no a tu abuela! ¿Eso es lo que quieres?— dijo el muy serio. Sara conversaba y daba su opinión como un adulto. — ¡No todas son así papá!— decía la niña — solo quiero verte sonreír, y que no estés siempre feo. El le le seguía la corriente diciendo: — ¡Ah entonces tu piensas que con una novia me pondré muy guapo!— contestaba él muy divertido. Ellabque no jugaba al decir su opinión respondía: — Pues, no es eso, es que siempre estás solo— decía la niña tratando de explicar. Tomás la abrazaba llenandola de besos y respondía. — Yo no estoy solo, te tengo a ti, a mamá— dijo Tomás— ya hay suficientes mujeres acá. Entonces ella recordaba a su madre y su rostro de entristecia al decir: — Mamá se fue, yo quisiera ir con ella, aunque sea una vez— respondía Sara muy triste. Le tocaba a Tomás tener que apapacharle y consolarla con dulces palabras, invitándola a buscar flores que él sabía qué su hija disfrutaba de tal experiencia. — No estés triste, no quiero que pienses en eso, mamá tiene otra vida,y no podemos cambiar eso, vamos a buscar en el jardín flores para alegrar la casa— dijo él. — ¡Me gustan las flores!— exclamó Sara— deberías dejarme salir sola al jardín. —Ya hemos hablado de eso Sara, no quiero que insistas— dijo Tomás con el rostro duro. — Es que no entiendo, estoy en mi casa, ¿qué puede suceder? ¡Mamá no vendrá a robarme de tu lado, es más yo no quiero ir con ella ahora! — Hace un rato dijiste que te gustaría ir con ella un momento— le recordó Tomás. — ¡Ay papá, es porque me da algo acá en el corazón y lo digo, pero yo quiero estar contigo!— dijo ella abrazándose a él con fuerzas. Salieron hacia el hermoso jardín que tenía la mansión, así por los momentos la niña logró distraerse de su tristeza, cada día Tomás, debía ingeniárselas para mantener a la niña ocupada en otros pensamientos que no fuera su madre. Afortunadamente con el tiempo fue olvidando y no se tocó el tema nunca más en aquella casa, Sara había aprendido a vivir con su padre y su abuela, a los doce años solo soñaba con ser grande. También su padre la dejó andar por los alrededores de la casa, eso sí, fuera su abuela no se despegaba de la niña por nada del mundo. Tenía un salón de juegos, desde muy pequeña pasaba mucho tiempo allí, después pasó un tiempo y no volvió, pero un día, había estado buscando entre algunas de las pertenencias que dejó su mamá, consiguió una llave, la guardó entre sus ropas. La habitación era de su mamá, pero estaba cerrada con llaves, ella había probado la llave, pero no era de esa puerta; siguió explorando sin que nadie lo notará, buscando la puerta que le sirviera la llave, hasta que un día encontró la puerta. Era un cuarto de juegos donde ella y su niñera, pasaban horas sin que nadie las molestara, no entendió porque no volvió a ir, ahora cuando deseaba meditar se encerraba allí,sería su secreto personal; Sara era de una inteligencia aguda y perspicaz. Así fue creciendo Sara, sin relacionarse mucho con el mundo exterior, porque todo su mundo era su casa, su escuela, no había salida a discotecas, ni a fiestas privadas en casa de sus compañeros de clase. Así la había condenado su propio padre por estar convencido de que un día su madre vendría a llevarla del lado de él, no tenía un amigo con quien compartir, solo en él colegio podía conversar con ellos, siempre se escapaba a ese cuarto de juegos y allí permanecía tranquila, dando rienda suelta a su imaginación. Su crecimiento estuvo rodeado de mucho lujo, con maestros o profesores que podían ir a casa cuando ella no entendía una materia, con su abuela cuidando; cuando llegó a la adolescencia, no tuvo una fiesta de celebración, una salida a un cine con compañeros de clase , ni al parque sola con sus amigos, siempre su abuela estaba con ella en todo. Se conocía todos los rincones de su casa, podía caminar con los ojos cerrados por cada rincón sin temor a tropezar, a veces sentía tristeza, en especial cuando conversaba con su abuela Carol. — «¡Odio a esa señora que se fue y dejó a papá; — dijo un día— ¿ Por qué se tuvo que ir? Me condenó a que papá siempre me esté vigilando!» — ¡Mi niña, no digas esas cosas!— decía su abuela, eres una jovencita afortunada. Ella no entendía el porqué no podía salir como cualquier joven y divertirse con sus amigos, hablar por teléfono, hacer preguntas; solo sabía que era una orden y ella debía obedecerla. Le gustaban los idiomas, así que estudió con profesores personales, hablaba fluido varios idiomas: inglés, francés, español e italiano, aunque su padre no la dejaba salir sola, se preocupaba de que tuviera una buena educación. También vestía bien, pero todo lo debía adquirir con la supervisión de su abuela, aunque ella la dejaba elegir, afortunadamente no era una señora estricta ni malhumorada. Ella había aprendido a disfrutar la vida que le había tocado, aunque había muchas cosas que no entendía, sabía que en cualquier momento descubriría el mundo por sí misma, mientras se sometía a la voluntad de su padre. Cuando cumplió quince años, aún conservaba a la muchacha que la cuidaba desde niña con su abuela, Mariam también era como una madre para ella. — Ya le pedí a la cocina un pastel de cumpleaños para ti, mañana apenas se vaya tu papá, nos vestimos de fiesta y celebramos tus quince años— le dijo Mariam. — ¿Y qué harás con mis profes?— había preguntsdo Sara. — Ya hablé con ellos y están invitados a la fiesta— rio Mariam complacida al decir ésto— Tu abuela está de acuerdo; ¿te gusta tu vestido? —¡Me encanta!— exclamó Sara— y sí mi papá se enoja, no quiero que vayan con el chisme y luego la pague con ustedes, mejor le decimos. — ¡Todo está calculado mi niña!— dijo Mariam— no hay chismosos acá, nos vamos a divertir. Rieron, porque la última travesura de Sara, fue descubierta por uno de los guardias quien le informó a Tomás Williams y este subió hasta la habitación de la chica a regañarle, ella nunca le replicaba, se quedaba callada. Esa mañana, todos estaban esperando que el señor de la casa saliera, empezaron con la decoración, globos, telas, luces, para un rincón de la casa, todo lo hicieron rápido y en silencio. Cuándo Sara, se levantó a desayunar y a sus clases cotidianas, todos la esperaban con la frase: ¡Feliz quince años! Todos gritaron de felicidad, haciendo que a ella le brotaran lágrimas de emoción. Le colocaron el vestido y bailó el vals con uno de sus profesores de idiomas, allí estaban los empleados y su abuela, se había sentido feliz en ese momento. Le hubiera gustado que sus amigos estuvieran allí para compartir, bailar con ellos y que le dijeran además deseos de cumpleaños, pero no estaban allí, su padre la amaba, pero no le permitía ese tipo de reuniones. Ya habían recogido los adornos y todo vestigio de celebración, cuando vieron entrar a Tomás Williams, venía algo cansado, su rostro lo demostraba. Sara, fue la primera en ver qué se abriera la puerta y en segundos salió y le plantó un beso en la mejilla de su padre. — ¿Qué hacen todos reunidos acá?— fue lo que dijo él mirando alrededor— ¿Acaso no hay trabajo en ésta casa? Todos corrieron hasta sus puestos de trabajo, huyendo del regaño inminente. Tomás, buscó como un sabueso por todos lados sin obtener éxito, luego Miró a su hija y madre y gritó: — Sara ¿Por qué estás vestida así? ¿ Que esta sucediendo? Su abuela Carol salió en defensa de todos y se enfrentó a su hijo de Manara cariñosa. — Porque tu hija ya tiene quince años y hoy es su cumpleaños— dijo Carol— por eso los empleados estaban acá, dándole sus muestras de afecto, ¿o no pueden? Tomás enrojeció hasta la raíz del cabello por haber olvidado una fecha tan importante, se volvió hacia su hija y abrazandola y besando una de agua mejillas se dirigió a su madre: — ¡Mamá, sabes que no estoy pendiente de esos detalles!— dijo avergonzado— ¡Felíz cumpleaños hija! Te prometo para mañana un regalo bien gigante.
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