-¡Tengo que cumplir con la maldita tutoría, Finn! -grité exasperada. No me dejaba salir-
-¡Son las doce de la noche, Adeline! -gritó él-
-¿¡PODRÍAN CERRAR LA BOCA!? -gritaron dos compañeras desde el dormitorio-
-Sé que son las doce, tarado. A esta hora acordamos con Riddle. Él tiene permiso del director. -mentí. No sabía si ya lo tenía o no. Yo solo quería ir y terminar rápido con todo esto-
-Llega a ser mentira, no te cubriré. -me señaló con el dedo y se movió de la entrada-
-Al fin. -dije y salí de allí- Lumos. -encendí la luz y la seria cara de Riddle apareció frente a mi. Chillé del susto y casi me caigo para atrás- ¡Mierda, Riddle! ¿Cómo te vas a aparecer así? -me llevé la mano al pecho, intentando calmar mi corazón. No es como si él fuese feo, todo lo contrario. Pero, aparecerse así es escalofriante-
-Estaba esperándote. Dippet me dio el permiso y pensé que sería mejor decirle a tu prefecto que te dejase salir. Iba a tocar la puerta al oír su discusión, pero recordé que sería bañado en vinagre si golpeaba mal. -se metió las manos en los bolsillos-
-Si quieres hablar conmigo, puedes pedirle a algún retrato que me llame o algo. -comenzamos a caminar-
-¡Adeline! -me habló Finn cuando nos estábamos alejando- ¿Qué piensas hacer sin tu libro? -dijo acercándose a mi para entregármelo-
-Oh -reí- Olvidé que lo había dejado en el sillón. -sonreí y lo agarré-
-Haker, tengo permiso del director para darle la tutoría a York a ésta hora. A la próxima no intervengas. No quiero que llegue tarde. -dijo Tom en un frío tono autoritario-
-Está bien... -murmuró Finn sumisamente mientras se daba vuelta y se iba. Sí que respetan a Tom-
-Vaya... -dije volviendo a caminar- ¿Por qué te tienen tanto miedo? -pregunté-
-No te incumbe. -contestó. Lo miré mal y me sostuvo la mirada-
-¡Bésense ya! -gritó una mujer en un retrato. Yo enrojecí completamente y Tom dio vuelta el retrato con magia-
-¿Qué aprenderé hoy? -pregunté para cambiar de tema-
-Haremos dos pociones solamente. -dijo y subimos por una de las escaleras- Solución Chispeante y Filtro de amor.
- ¿Amortentia? -pregunté-
-No es lo mismo el Amortentia y el Filtro de Amor. -explicó- Bueno, en realidad el Amortentia es un filtro. El más potente. -hablaba como si odiara cada palabra relacionada al tema- Crea una obsesión. El filtro que te enseñaré solo crea una artificial sensación de enamoramiento y dura como veinticuatro horas, dependiendo de la cantidad. -sacó un pergamino enrollado en el bolsillo- Esto es lo que debo enseñarte. Me lo dio Slughorn. -soltó uno de los extremos y el pergamino llegó hasta el suelo-
-Mierda... -miré la cantidad de pociones que debía aprender-
-Si hacemos dos o cuatro por noche, llegarás a los EXTASIS sabiendo todo. -volvió a enrollar el pergamino y dejó de caminar- ¿A dónde vas? -preguntó y señaló la puerta del aula de pociones-
-Oh... -sonreí- No había notado que ya estábamos aquí. -entré al aula, la luz estaba encendida. Allí, Slughorn estaba tomando algo de un vaso- Buenas noches, profesor.
-Buenas noches, chicos. -sonrió- Estaba esperándolos. -se acercó a nosotros- Solo quería desearles suerte. -miró a Tom- Suerte para que ella aprenda Pociones. -bromeó-
-¡Oiga! -protesté. El profesor se rió y caminó hacia la puerta-
-Adiós, chicos... -se despidió-
-¿No va a supervisar la clase? -preguntó Tom-
-No, te lo dejo todo a ti. -sonrió- Dejo a Adeline en tus manos. -salió del aula y cerró la puerta. Me quedé unos segundos extrañada por esa última frase-
-Deja de divagar y ven a aprender. No voy a enseñártelo dos veces. -se sentó en un asiento frente a una gran mesa llena de ingredientes. Slughorn había preparado todo. Maldito panzón alegre-
-Buena suerte. -bromeé mientras me sentaba a su lado- Enseñarme Pociones no es algo fácil de hacer. -abrí mi libro-
-Deja esa cosa. No vas a usar el libro. Te diré lo que tienes que usar y lo vas a memorizar. -dijo autoritariamente-
-No creo poder memorizar todo... -dije-
-Mas te vale hacerlo. -agarró mi libro y lo arrojó lejos-
-Estás siendo un amargado y descortés. -dije-
-Y tú una tonta caprichosa. -contestó- Agarra esos huevos -señaló una caja en donde habían huevos de Ashwinder congelados- Es común ver esto en las pociones de amor. Las espinas de rosa, la menta y el polvo de roca lunar también. -busqué lo que me dijo. En la mesa había de todo- Aguamenti... -apuntó en el caldero con su varita y lo llenó de agua- Mete las hojas de menta aquí, espera siete segundos exactos para incorporar las espinas de rosa y luego de cinco minutos, añade el polvo de roca lunar. -metí las hojas, conté hasta siete y tiré las espinas. Di vuelta el reloj de arena que había en la mesa y me puse a esperar-
-No parece difícil. -dije- ¿Cómo sabremos si está bien? -lo miré-
-Lo tomarás tú y te empezarás a alabar sola. -contestó-
-Apuesto a que todos los Slytherin se beben su propio filtro de amor. -me recosté en el respaldar de la silla-
-Evanesco. -pronunció apuntando a mi silla. Grité mientras caía al suelo-
-¡Idiota! ¡Eso no es divertido! -me levanté. Él comenzó a reír. Mi enojo disminuyó considerablemente. Nunca había visto ni oído una risa tan hermosa y varonil-
-¿Qué me miras? -preguntó y miró el reloj de arena. Aún faltaba tiempo-
-Nada... Nunca te había visto reír. -murmuré y acerqué otra silla para sentarme-
-Es divertido verte enojada. Eres una Hufflepuff gruñona. -lo miré mal-
-¿Sabes lo amargo que es ser tratada como un ser inferior solo por no ser sangre pura? -dije- Porque eso es lo que me hizo gruñona.
-Te vi cuando enfrentaste a Abraxas. -dijo repentinamente serio- Es denigrante no tener sangre pura.
-No es tan grave. Los muggles no son tan malos.
-¿Esos seres salvajes y primitivos? -preguntó con desdén-
-¿Primitivos? ¿Salvajes? -no te enojes tanto, Adeline-
-Se asesinan entre ellos con puñales o esas cosas a las que llaman armas. No avanzan. Sus inventos son basura.
-Los magos pelean entre ellos por poder, inmortalidad y reconocimiento. Tratan a los desiguales como inferiores, como si los "sangre sucia" no merecieran vivir. -la arena del reloj estaba a punto terminar de caer-
-No lo merecen. -murmuró controlando el tiempo. Pensé que no me afectaría tanto una respuesta como esa, pero no fue así. Me dolió en lo mas profundo del corazón- Debes poner el polvo lunar ahora. -estaba estupefacta por su contestación. Prácticamente estaba diciendo que yo no merecía vivir- Debes ponerlo ahora. -me miró y vio mi expresión. Las lágrimas no tardaron en llegar. No quería derramar ninguna. ¿Qué me pasa? ¡No lloro por idioteces como éstas!- Adeline... -murmuró. Yo me levanté y caminé hacia la puerta- ¡Adeline! -salí corriendo. No regresaría allí. No hoy. Tal vez mañana estudiaría los temas. No pienso hablar de otra cosa que no sea acerca de pociones con ese idiota. ¡Él es un mestizo! ¡Tiene sangre muggle en sus venas!-
Dejé de correr cuando me di cuenta de que no me seguía. Obviamente no iba a seguirme, su orgullo es muy alto como para hacerlo. Noté que había llegado a la torre de astronomía. Caminé hasta el balcón y respiré hondo el aire frío de la noche de octubre. Limpié mis lágrimas y me regañé mentalmente.
¿Cómo voy a llorar por una estupidez tan grande como ésta? Yo soy una sangre sucia a mucha honra. Mi madre es la mejor persona del mundo y es una persona sin magia.
Se preguntaran por qué no hablo nunca de mi padre. Bueno, él nos abandonó a mi mamá y a mi cuando yo tenía seis años y descubrí que podía hacer cosas que los demás niños no. Dijo que no quería un fenómeno como hija y se fue. Mi madre se hizo cargo de mi, sin entender ni la mitad de las cosas que podía hacer. No se asustó cuando llené la casa de agua, ni cuando incendié mi libro de matemáticas por accidente. Ella me apoyó aún sin saber que yo era una bruja. Cuando Dumbledore fue a mi casa a darnos la carta de Hogwarts y a explicarnos todo acerca del mundo mágico, sentí alivio por mi y por ella. Al fin tendríamos información acerca de lo que soy. Al fin sabía que no era la única. Había gente igual que yo. Ya no la vería llorar en las noches, preocupada.
Me senté, apoyando la espalda en una de las columnas frente al balcón mientras veía las estrellas. En el mundo mágico y en el muggle eran las mismas. Ellas brillaban para ti, sin importarles si eras un mago o un no mago.
Derramé una ultima lágrima antes de cerrar los ojos y entrar al mundo de los sueños...