Colocaron el ataúd ante nosotros y todo quedó en un silencio inquietante. El viento dejó de soplar y los árboles no se movieron. El sacerdote comenzó a rezar por los difuntos. Hasta ese momento, Delicious se sentó a mi lado, rígida como una piedra. De repente, tal como temía, la piedra se hizo añicos. Delicious se abalanzó sobre el ataúd y gritó: "¡Mami, por qué ni siquiera le hiciste caso al tío! ¿Por qué te quedaste con ese cabrón? ¿Qué se supone que voy a hacer sin ti?". Estalló en lágrimas, sin control, y el sacerdote interrumpió su soliloquio, esperando a que la controláramos. Yo estaba arrodillado a su izquierda, sosteniendo a Delicious. Rosalynn estaba a su derecha, hablándole suavemente. Es difícil perder a un padre a los cincuenta. Es horrible perder a un padre a los dieciséis.

