CAPÍTULO 10 ENFRENTANDO VERDADES.

927 Words
Julián se sienta en el borde de la mesa, la vela entre ellos distorsiona las facciones, los Vane se ven aterrados y Julián se yergue como el verdugo. —Una confesión fascinante, Richard. Pero le falta la parte más importante, la parte que explica el porqué del miedo. No del accidente previo a su muerte. La evidencia. Richard mira a Julián, con una nueva capa de terror en los ojos; el secreto que tanto les ha costado guardar, puede salir a flote en cualquier momento. —¿De qué está hablando?— Julián se inclina hacia Richard, su voz casi un ronroneo de depredador. —Hablemos del bolso de Lucía. Sofía, que había estado inmóvil, se mueve. Mira a Julián, sintiendo que un nuevo pozo de oscuridad se abre ante ellos. —¿El bolso?— pregunta el hombre confundo y el depredador sonríe y es una sonrisa que promete dolor y revelación. —Usted y yo sabemos que la policía nunca encontró el bolso que no abandonaba Lucía. Un bolso de diseñador, con su teléfono, sus llaves. Y, lo más importante... el diario— afirma y ve la sorpresa en los ojos del hombre frente a él —El diario que detallaba no solo su relación familiar, sino también su relación con usted, Richard y todos los secretos financieros de su empresa. El silencio que sigue es la peor parte de la tormenta. Esa es la razón por la que comenzaron a torturar psicológicamente a Lucía, es la verdad al descubierto. —Richard —dice Julián, con el rostro ahora a centímetros del de su víctima —díganos dónde está el bolso o juro por lo que más le importa que la Navidad en esta casa se convertirá en un infierno. Julián se inclina hacia Richard, y la llama del candelabro se extiende sobre su rostro, revelando la intensidad de su rabia contenida, el dueño de la mansión jadea y su garganta se cierra. —Yo no sé nada de bolsos... —¡Basta de mentiras!— el visitante pierde la compostura con un grito esta vez es agudo, rasposo, cargado de una emoción que rompe la fachada de "limpiador profesional" y revela al hombre roto debajo —¡Maldita sea, yo era su novio! ¡Yo era el hombre con el que se iba a casar!, ¡el maldito bastardo que ustedes querían eliminar y por lo que comenzaron a encerrarla y a jugar con su mente! El efecto de la revelación en la sala es devastador. Eleanor da un grito ahogado, Richard se queda inmóvil, con los ojos vidriosos, como si hubiera recibido un golpe físico; mientras que, Sofía, que ya sospechaba que Julián era más que un desconocido, siente una confirmación fría y pesada en el pecho. Novio. «Lo sabías, Sofía— piensa —por eso no lo has entregado». —¿Novio? —Eleanor apenas logra pronunciar la palabra, el horror eclipsando su pánico —¡esa muchacha no tenía novio!— trata de negarlo, ese hombre que su hija amaba nunca estuvo a su altura —¡Solo tenía amigos raros en internet!— Julián suelta una risa amarga y corta. —Para ustedes, Lucía solo tenía "amigos raros", para mí, ella era mi vida, para ella, yo era el único al que le importaba si estaba viva o muerta, ¡malditos bastardos!— dice con los dientes apretados —El diario, contiene la prueba de que ella descubrió sus negocios sucios y ella no iba a exponerlos hasta que se opusieron a lo nuestro, entonces decidieron hacerle creer que tenía problemas mentales por eso estaba planeando huir conmigo— Richard se desploma contra el respaldo del sofá. —No sé qué es esa historia, Lucía estaba... enferma, tenía problemas. —Problemas que ustedes causaron— escupe el joven paseándose por la sala, intimidándolos al punto del terror sin siquiera sacar un arma —ella me lo contó todo. Me habló de la presión para casarse con un hombre que no amaba, del control de sus finanzas, de las “terapias”— hace comillas con sus dedos —que la hacían sentir encerrada, de cómo la metían bajo llave en un sótano oscuro para que supuestamente se calmara.¡Y lo escribió! ¡Lo puso en papel porque sabía que ustedes lo negarían!— Julián se yergue, volviendo a su postura de depredador. —¡Eso es imposible!— grita Eleanor con la voz distorsionada. —La policía no tiene reporte de eso, lo que significa que está en esta casa. Tú Eleanor fuiste quien la encontró sin vida, tuviste oportunidad de actuar antes que la prensa. ¿Dónde está?— cuestiona y ella niega con la cabeza, una negación demasiado rápida para ser inocente. —Yo no la tengo— responde mirando fijamente a Julián con una mezcla de desprecio y miedo, continúa con la cabeza —¡Yo no leo las porquerías de mis hijas! ¡Me da igual el diario!— expresa tratando de recomponerse. Julián se acerca a la hija sobreviviente y ella no se encoge, aunque la cercanía de él en la penumbra es abrumadora. —Sofía, tú eres la hija que se queda, la que es "perfecta", quizás moldeada a su imagen y semejanza — la interpela sarcásticamente —eras la hermana mayor, tú sabías lo que ocurría, todo lo que le hacían para tenerla bajo control, dime, ¿tú sabes dónde está? ¿O también te deshiciste de las pruebas de la “no locura" de Lucía para no molestar a tus padres?...
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