A Wyatt se le ocurrieron varias réplicas concisas, pero resistió la tentación de enfrentarse a la lamentable excusa de hombre que tenía frente a él. En la década transcurrida desde que alcanzó la mayoría de edad, se había topado con innumerables hombres como Scott: beneficiarios de un éxito que les fue dado o que encontraron casi por casualidad. Casi sin excepción, estos hombres eran unos patanes insoportables que definían a quienes los rodeaban basándose puramente en el frío cálculo de la variante más tóxica del capitalismo. Sabía que la única razón por la que estaba sentado en la oficina de Scott era que este hombre estaba convencido de que podría multiplicar por diez los miserables cincuenta mil que le había ofrecido a Wyatt publicando los vídeos que grabaría en los próximos días.
Wyat
