El sol se levantó muy alto en el cielo desprendiendo a cada rincón de la oscuridad. Pequeños rayos se filtraron entre las ramas y la brisa fresca del río me despertó junto con cada ser vivo a mi alrededor. Mi espalda estaba rígida por dormir en la casa de campaña, pero había algo en esa sensación que me encantaba. Niki se equivocaba, yo seguía siendo el mismo aunque tuviera que calzarme zapatos finos en el bosque.
Además, ¿quién era yo para resistirme al cambio? No era ni de cerca como una de esas personas reticentes y tercas que vivían en el miedo de salir de su burbuja.
La vida era muy corta como para querer probarla tan poco.
— Buenos días campeón. —Me recibió ella aventándome su cobija de tigre.
Anoche le había ofrecido estar en mi casa de campaña pero se había negado. Puso la
