Leer el diario de Niki me resultaba una tarea cada vez más desgastante y tediosa. No solo era recordar sucesos que habían pasado hace años, era desenterrarlos totalmente de donde sea que habían sido escondidos. La vida era para hacerse, para moverse, para actuar; no para pensar y analizar cada detalle de ella como lo hacía Niki. ¿Porque se empeñaba en apuntarlo todo, en describir lo que sentía, lo que pasaba y lo que hacía? En un par de semanas tendría que dejar Wilmington para volver a la escuela. ¿Y entonces qué? El fantasma no se quedaría aquí, me seguiría a donde sea que decidiera ir, no importaba si era Denver o a las mismísimas puertas del infierno. — Muy bien, acabemos con esto —dije girándome hacia ella una vez que estacioné el auto en una tienda de autoservicio—. ¿Es Suzanne