Prólogo

1020 Words
Año 2521. Washington. EE.UU             Silver Klithbo colocó una mano bajo su barbilla, pensativo y en busca de una posible solución al inminente problema que enfrentaban. La sociedad en la que vivían estaba volcada en el caos a pesar de tener una tecnología bastante mejorada, los delincuentes juveniles se habían multiplicado de manera  brusca y dar con ellos había sido una indetenible misión cuyas estrategias habían resultado inútiles. Al parecer la mentalidad de éstos estaba capacitada para esquivar las trampas tendidas en los lugares estratégicos y cada una de las pruebas cerebrales que les hacían una vez que lograban dar con ellos, ya muertos. Eran inservibles al no tener vida, puesto que a pesar de los numerosos estudios no lograban encontrar una información coherente en cada uno de los lóbulos de sus cerebros. Atraparlos vivos era algo aparentemente imposible.             Últimamente se habían presentado un gran número de abusos infantiles de la manera más abominable que cupiera en el rango de las posibilidades existentes del mundo. Ritos satánicos en los cuáles se sacrificaban animales y personas por igual, dejando sus cadáveres expuestos a la vista directa del público en general. Una oleada de robos de alto calibre y travesuras pesadas. El país ahora era no menos que una pasarela de delincuentes informáticos que convertían la red en un macabro tráfico de entretenimiento. Entre un sinfín de etcéteras.             Por suerte ya existía la inyección que podría transportar a quien sea al futuro como al pasado si la mente era compatible con la fórmula. Silver, como jefe del sistema de seguridad del país por suerte tenía una capacidad mental para enfrentar cosas de esa índole, viajó al futuro y no encontró algo más que regresar decepcionado, el futuro era peor que el presente. Ya todos los delincuentes juveniles se filtraban con facilidad en cualquier lugar y hacían desastres bestiales, acabando con la paz de la nación y planeando hacerlo con todo el planeta que evidentemente ya estaba ardiendo. Debían hacer algo, cualquier cosa debía ocurrírsele para detenerlo. —¿Tiene algo más en mente? Señor Klithbo —preguntó Michael Davidson, otro agente. —Una cosa sí tengo clara —respondió el jefe del cuerpo de investigaciones criminalísticas—, en el futuro no encontraremos más que los mismos desastres que tenemos actualmente, pero multiplicados. Y si no hacemos algo ahora, ya estaremos exponiendo a las próximas generaciones a dicha desgracia. —¿Qué sugiere entonces? —quiso saber Davidson, el segundo al mando. —Debemos probar de otro modo —respondió a secas—, puesto que los delincuentes del futuro no tienen en sus mentes ni una pizca de humanidad. —Escuchamos su explicación, señor —habló otro más, en medio de la reunión—. Necesitamos detalles para ponernos a trabajar en eso. —Se trata de un juego mental —explicó Silver Klithbo—. Como todos han podido notarlo, los delincuentes (en su mayoría adolescentes) tienen una alta capacidad mental. Lamentablemente la desaprovechan de la peor manera, afectando a la sociedad para mal —pausó, extendiendo la mirada sobre todos los que le prestaban atención en aquella sala de reuniones—. Se suponía que el avance de la ciencia exterminaría toda sospecha de la existencia paranormal, de todo aquello que siempre se ha considerado como “superstición”. Todo debe tener un equilibrio, pero eso es lo que menos podemos controlar en éste momento. Tanto los ritos satánicos, como asesinatos, robos, tráfico de drogas, trata de blanca, abusos infantiles, entre otros, se han mesclado, dando como resultado la clara presencia (imposible de ignorar) del mundo gobernado por el mismo diablo.             Todos se mantenían atentos, dentro de aquella fría habitación equipada con cada uno de  los sistemas tecnológicos que alguien pudiera imaginar. —Últimamente tres de los científicos empleados del laboratorio que trabaja para la organización ha logrado crear un sistema único que podría aprovecharse sólo si se introduce en las mentes de quienes sean capaces de sacrificar una parte de sí mismos para ayudar a solucionar esto, es decir, nosotros —hiso otra pausa, tragando saliva—. Se espera que la persona expuesta al experimento tenga también un increíble aumento en su capacidad para habilidades mentales como la telequinesia, viajen astrales, mediumnidad, clarividencia, entre otras cosas. En resumen, las personas seleccionadas deberán tener un (probable) contacto directo con el mismísimo infierno, sin ser afectados del todo. Esperemos sobrevivir esa fase. —Parece una posible salida —reconoció otro oficial de los que presenciaban la reunión, ajustando un poco el nudo de la corbata que traía puesta. —He deducido que la manera de atrapar a los delincuentes actuales es yendo al pasado luego de adquirir las habilidades que antes mencioné —dio golpecillos con la punta de los dedos sobre la mesa de cristal—. Al principio pensé que con traer a personas realmente capaces de leer movimientos anticipados además de tener una alta posibilidad y uso del razonamiento inmediato, sería una opción considerable.   —Y lo parece, señor —intervino otro por primera vez en todo el tiempo de reunión, dándole la razón. —No, no es la mejor opción, claro, tampoco es mala del todo. Pero considero que sea indispensable un antecedente criminal en cada uno de los peones que utilizaremos para exterminar a la plaga actual, aparte de una inteligencia de grado admirable y todo lo demás —clavó sus azules ojos en un informe virtual tipo holograma que permanecía frente a sus ojos—. Seré uno de los que trabajarán directamente, reuniendo un número de ratas inteligentes y seleccionando al mejor y lo mismo quiero de cada uno de los oficiales que también viajarán en el tiempo a distintos años, que no salgan de los 500 que han transcurrido últimamente —curvó sus labios en una pequeña sonrisa como quien ya ve un futuro prometedor—. En ningún otro lugar se podría encontrar a dichos jóvenes para ser sometidos a las diversas pruebas ya planificadas. Una vez traídos a ésta época, los convertiremos en soldados, los cuales serán sacrificados una vez que todo termine; para que el mal no continúe. 
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