Después de beber un poco más, y quedarme en la pequeña casa de la playa, ese lugar escondido dónde mi difunta madre frecuentaba decido volver a casa, y lo primero que ven mis ojos es un Daniel en la sala de mi mansión, la mansión que me regaló mi abuelo, y la cual no quiero verlo jamás.
—¿Qué haces aquí,?— le pregunto levantando una ceja, quiero asesinarlo en éste momento.
—Danilo, soy tu hermano, debes escucharme ella se me metió por los ojos.— niega el muy descarado.
Bufó, esto es el colmo del descaro.
—No seas pendejo Daniel, escuché todo lo que le dijiste, — sus ojos se abren sorprendidos jamás pensó que había escuchado la mierdas que boto de mí.
—Hay una explicación a eso — se levantó del asiento e intentó tomarme. La verdad! Esto me duele porque si él hubiera querido trabajar
