Capitulo 1

1501 Words
—Bueno, ¿qué está pasando? —gruñó Teddy al entrar en la pequeña casa del suburbio céntrico. —Dean ha perdido la cabeza y no hay forma de calmarlo —dijo Medusa con una sonrisa retorcida. —¿Por qué querrías hacerlo? —gruñó Scott—. Si él no lo hubiera hecho, lo habría hecho yo. Ese maldito imbécil se merece una paliza —espetó. —Kris, ponme al día —ordenó Teddy al chico callado que, como de costumbre, estaba sentado frente a la pantalla de su ordenador. —Eric, ese grandote que andaba con los Hijos de Odín, salía con Nicky, y cuando ella intentó dejarlo… mejor no entremos en detalles, digamos que intentó obligarla a cambiar de opinión —dijo mirando significativamente a Dean, que estaba pensativo—. Así que Dean lo ha retado a la jaula esta noche, aunque pasó hace más de un mes. Recién nos enteramos, y bueno, ya sabes que no se va a echar atrás ahora —Kris se encogió de hombros y volvió a mirar la pantalla. —Bien, ¿y qué tenemos de Eric? —preguntó Teddy, sin contradecir la decisión de Dean. Si hubiera sido Grace, no estaba seguro de no haber hecho lo mismo. Ese era el riesgo cuando se tenían seres queridos, y por eso Saxon buscaba hombres sin ataduras, como sus hermanos. Sin embargo, eso ya no importaba ahora que Grace y Daisy formaban parte de su círculo íntimo. —Aquí está lo que tengo —dijo Kris, y proyectó su pantalla en la más grande, la que colgaba de la pared y servía también como televisor para eventos deportivos—. Apareció una imagen granulada de una pelea en jaula, y el enorme Eric parecía imparable en su aniquilación de su oponente. Supongo que consumía cocaína o alguna otra droga para mantenerse en pie a pesar de la paliza que le estaba propinando su rival. —Así que la pelea se tratará de resistencia, de desgastarlo y atacar sus sentidos o de neutralizar uno de esos brazos de gorila que se balancean —dijo Scott ante el murmullo de aprobación de quienes lo rodeaban. —Sí, tienes buenos reflejos, así que esquiva y mueve los brazos. El club es bastante estricto con las drogas, así que si las consume antes del combate, no será grave, o no le dejarán entrar en la jaula para empezar la pelea. Conforme avance el combate, se volverá descuidado, y deberías poder noquearlo o al menos cortarle un brazo —asintió Teddy—. ¿Qué necesitas que haga? —Habla con Steele. Se supone que no debemos pelear en las jaulas —gruñó Dean. Claro que pelearía de todas formas, pero prefería no perder su lugar en la hermandad. —No se supone que pelees sin una buena razón, la tienes, y estaré ahí para apoyarte —dijo Teddy. También podría ver si Sax o Beau querían unirse a ellos. Solían disfrutar del octágono cuando eran más jóvenes—. Lo aclararé, pero es innecesario en este caso. ¿Cómo está Nicky? —Bien, creo. Me enteré por ahí, no por Nicky ni por sus amigos, así que ella y yo hablaremos de ello después de la pelea —gruñó Dean. —¿Viene a ver la pelea? —preguntó Teddy sorprendido. Las chicas habían logrado escapar de la vida en la que habían nacido tras las guerras del hampa. ¿Por qué, entonces, vendrían al club de la lucha? —Ella no sabe que estoy peleando ni por qué. Solo le di a entender que tal vez quiera ver qué pasa esta noche. No soporta la ignorancia cuando tiene una pista así. Créeme. Estará allí con su inseparable amiga Holly, agarrada de la mano —dijo Dean con una sonrisa burlona—. No podrán resistirse. —¿Estás seguro de que es buena idea? Me dijiste que ya no estaban y que ahora llevaban una vida diferente —preguntó Teddy frunciendo el ceño—. ¿Seguro que quieres arrastrarlas a un lugar así otra vez? El hecho de poder ver a Holly de nuevo esa noche hizo que su ya frágil determinación de dejarla sola para que viviera su vida se desmoronara por completo. La muerte de su última novia a manos de Eli y su familia le hizo revivir toda la impotencia que sintió cuando perdió a Holly hacía tanto tiempo. —Ya es demasiado tarde. Lo saben y vendrán aunque ese imbécil cambie de opinión —dijo Medusa casi riendo—. No se preocupe, jefe, con mucho gusto las vigilaré —añadió, moviendo las cejas con picardía. —¡Dios mío! —Teddy negó con la cabeza. La mujer estaba como una cabra, pero también era brillante, una luchadora incansable y leal hasta la médula a él y a la hermandad que la había aceptado a ella y a su peculiar locura sin rechistar. —Bien, ¿a qué hora es la pelea? Necesito hacer algunas llamadas. Luego iremos al Doss House a ver a Sax —anunció Teddy. —¿No puedes hacer eso? —preguntó Dean, con los ojos reflejando el esfuerzo de su temerario desafío. —Podría, pero también necesitarás un buen almuerzo, así que no hace falta que comas antes de la pelea. Así que organízate, hombre. Tienes el reto de ganar —dijo Teddy, sabiendo que Dean ganaría, pero que le costaría caro conseguir esa victoria. El tipo no conocía el significado de rendirse ni de ceder. Teddy se alejó de sus amigos mientras marcaba un número y se llevaba el teléfono a la oreja. Se aseguraría de que Mitch estuviera allí cuando volviera a casa de los Doss. El hombre mayor era su apoyo cuando se sentía confundido o desorientado por alguna situación. Tenía una forma de ayudarle a poner las cosas en perspectiva. Pensaba que necesitaba esa charla antes de ver a su primer amor esta noche. Siendo sincero, la única mujer a la que había amado por completo. Eran adolescentes, y todas sus primeras veces las habían vivido juntos el año anterior a que el mundo del hampa se desmoronara en una guerra que nadie vio venir. Al menos nadie de su humilde barrio. Las familias ricas e influyentes fueron a la guerra, y quienes vivían al margen de esa sociedad pagaron las consecuencias. Su familia pagó con sus vidas, y a él lo separaron de todo lo que conocía y amaba, incluida Holly, para llevarlo al sistema de acogida. Cuando regresó por Holly, la abuela que la había criado la había enviado a un internado y nunca le dijo a dónde, hasta que afirmó que Holly había muerto en una especie de venganza contra su familia. Los hombres y mujeres en la habitación lo observaron mientras él se giraba para mirarlos, escuchando el mensaje de voz en el teléfono de Mitch. Al igual que él había formado parte de los seis de Saxon, estos eran sus seis. Eran su equipo incondicional, elegidos y reclutados con esmero, tal como él lo había sido. Claro que no todos los seis de Saxon tenían un grupo de seis, pero Mitch e Ian sí, y cuando la guerra volvió a avecinarse a raíz del secuestro de Daisy, Teddy agradeció tener a su equipo, pues fue a luchar junto a Ian y Jack, quienes ocuparon el lugar de Mitch durante las batallas que siguieron. En aquel entonces, sus seis habían demostrado unas habilidades impresionantes que los generales no pasaron por alto en sus informes. Esos eran sus seis, y si necesitaban su apoyo para esta pelea, se aseguraría de que, si como preveían, se usaban drogas u otros potenciadores, los oficiales se centrarían en Eric y su equipo. Sabía que Saxon también apoyaría a su equipo. Ni siquiera le preocupaba. La regla sobre las peleas en jaula era más bien para evitar que cualquier listillo intentara hacerse un nombre desafiando a uno de los hermanos. Esta pelea tenía un motivo legítimo, y nadie culparía a Dean por querer golpear al tipo que había golpeado a su hermana. ***** Holly observó cómo Dean alcanzaba a su oponente de un solo paso y, agarrándolo del hombro, lo giró para que lo mirara de frente. Como era de esperar, el Vikingo, como Holly lo había apodado, se giró lanzando golpes salvajes. Dean esquivó rápidamente el golpe dirigido a su rostro y le propinó un potente derechazo en el blando estómago del Vikingo. Oyó el impacto y el fuerte jadeo, pero el grandullón apenas se dobló. Dean le estampó la izquierda en el mismo punto, y esta vez el Vikingo se dobló por la mitad. Dean se arrodilló, se balanceó hacia atrás y le lanzó una patada corta a la cara del Vikingo. Cuando el grandullón se puso de pie, Dean se levantó de su posición agachada y le conectó una patada voladora. Le dio en la sien y lo mandó desplomar sobre la lona en el centro de la jaula.
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