MATTHEW
La tengo entre mis brazos y no quiero soltarla. Siento su respiración temblorosa contra mi pecho, sus dedos aferrados a mi camisa como si necesitara un ancla para no desmoronarse. Y quizá yo también la necesito a ella para no colapsar. Porque sé que fui cruel. Porque sé que sus lágrimas son mi culpa.
Y no puedo vivir con eso.
—Evi… —mi voz apenas sale, ronca, quebrada—. ¿Por qué nunca me dijiste lo que ese malnacido te hizo?
Ella tarda. Su silencio me desgarra, pero espero. Y cuando al fin habla, lo hace con ese tono que duele más que un grito.
—Porque no quería que hubiera problemas, Matt.
Frunzo el ceño.
—¿Problemas?
—Sabía que si te lo decía, tú… irías a enfrentarlo. Y yo no quería que te hicieran daño.
—¿Y preferiste tragarte eso sola?
—No quería más líos. No con mi p
