Su risa cargada de sensualidad y sus besos otra vez callando mis jadeos ahogados son lo mejor del mundo. Levanta la cabeza y me mira. Sale de mí y se queda sobre mi cuerpo. Me roza, su calor me abraza, el olor a sexo, a su loción y a mi perfume me termina de embriagar. «¿Será que estoy viviendo un sueño?» Recupero el aliento y me remuevo. Como ayer, estiro la mano para tocar su mejilla y acunar su mentón. «No estoy soñando» —No tengas dudas de que —suspiro y mi aliento pega en sus labios cuando se acercan a los míos—... Siempre has sido el único y siempre serás el único. Sus ojos me hipnotizan. Sonríe con su boca sobre a la mía. Su lengua recorre mi labio inferior y la comisura de un trazo grueso y carnoso. —¿Legítimo? —me pregunta en un ronroneo. —Absolutamente. —Eso me gu

