El oxígeno se atora en mi garganta. Me toco el pecho y sin quitar la vista de su cara hiperventilo. Es de la única forma en que puedo hacer llegar el aire a mis pulmones. Me lo imaginaba, me lo veía venir, incluso llegué a pensar de camino aquí, en cómo trataría de controlar mis sentimientos para no terminar de enloquecer sin embargo nada me preparó para ésto. Nada me preparó para amortiguar el golpe directo al corazón que sus palabras, su expresión y su semblante desesperanzado iban a darme. Como si mi mundo se desmoronara de repente, me alejo de él. —No —es lo único que puedo decir, haciendo un mohín lleno de dolor y tristeza—. No... Rashid, no. Relamo mis labios, sobo por la nariz, la opresión en mi pecho me aplasta y tengo que acercarme a una de las mesitas que decoran la sal

