Demian Bradley salió de la junta con una expresión que combinaba satisfacción y cansancio. La reunión había sido larga y agotadora, pero había logrado lo que se proponía. Su mente, sin embargo, no estaba completamente en el trabajo. En cuanto cruzó la puerta de la sala de conferencias, se volvió hacia su asistente, Glen, que estaba esperando cerca del escritorio de Demian.
—Glen —dijo Demian con una sonrisa de aprobación—, ¿la chica para esta noche está lista?
Glen sacó su teléfono móvil de la cartera y deslizó el dedo sobre la pantalla. En un parpadeo, apareció la foto de una joven en el dispositivo. La imagen capturaba su sonrisa y su elegancia, y Demian observó detenidamente, aprobando el resultado con un asentimiento.
—Sí, señor. Está lista y esperándonos en el lugar acordado. —Glen trató de añadir—: Su nombre es...
Demian levantó una mano en un gesto de indiferencia.
—No importa el nombre, Glen. Solo necesito que esté disponible y a la altura. El resto es irrelevante.
Glen se inclinó ligeramente, reconociendo la demanda de Demian y sintiendo una mezcla de profesionalismo y desdén. No era la primera vez que su jefe se comportaba de esta manera, y él había aprendido a aceptar los caprichos con la misma indiferencia que Demian mostraba hacia los detalles personales.
—Entendido, señor —respondió Glen.
Demian se dirigió hacia la puerta con una confianza arrogante que mostraba su total control de la situación. La noche prometía ser exactamente como la había planeado: un momento de diversión que no estaba dispuesto a compartir con más pensamientos o emociones de los estrictamente necesarios.
Mientras tanto, Glen observó cómo Demian se alejaba, con un suspiro de resignación. A pesar de la posición privilegiada que tenía en la vida de su jefe, sabía muy bien que su rol era el de un simple facilitador en el esquema de cosas. Sin embargo, la vida seguía y el trabajo debía hacerse, sin importar las peculiaridades del jefe.
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Julieta y Mónica estaban en el vestidor del pequeño apartamento de Julieta, preparándose para la noche. La habitación estaba llena de luces tenues y el aroma de perfumes y cosméticos flotaba en el aire. Ambas estaban ataviadas con elegantes vestidos y maquillaje impecable. El ambiente era relajado, a pesar de la naturaleza del trabajo que desempeñaban.
—¿Con quién te toca esta noche? —preguntó Mónica, mientras ajustaba el escote de su vestido y se miraba en el espejo con una sonrisa.
Julieta, que estaba arreglándose el cabello frente al espejo, hizo una pausa antes de responder.
—Con Demian Bradley —dijo Julieta, aplicando un poco más de lápiz labial.
Mónica frunció el ceño, su sonrisa desvaneciéndose ligeramente.
—¿Demian Bradley? ¿El mismo que dicen que tiene unas exigencias bastante raras? He escuchado cosas oscuras sobre él. Dicen que no le gusta que lo toquen mucho y que le molestan los sonidos, como si necesitara todo en total silencio.
Julieta soltó una risa ligera y sacudió la cabeza.
—No veo nada malo en eso. Solo son preferencias, ¿no? Además, ya he tratado con todo tipo de clientes. Mientras me paguen bien y cumplan con el trato, no me importa.
Mónica asintió lentamente, aunque su preocupación seguía evidente.
—Bueno, si lo dices así... Espero que sea una buena noche para ti. Cuídate y recuerda lo que siempre decimos: la seguridad primero.
Julieta le dio un rápido abrazo a Mónica.
—Lo haré. Gracias, y tú también cuídate. Nos vemos mañana para contar cómo nos fue.
Con un último vistazo a sus atuendos, ambas se despidieron. Julieta salió del apartamento con una actitud de confianza y determinación, mientras Mónica se quedaba atrás, aún preocupada por su amiga.
La noche prometía ser tan interesante como cualquier otra, con el añadido de las peculiares demandas de Demian. Julieta estaba lista para afrontar lo que viniera, segura de que podría manejar cualquier desafío que se le presentara.
Julieta salió del apartamento y comenzó a bajar las escaleras. El pasillo estaba tranquilo y la luz de los pasillos parpadeaba suavemente, creando un ambiente cálido. Al llegar a la planta baja, vio a Lucas, su vecino, esperando junto a la puerta de entrada. El corazón de Julieta dio un pequeño salto; la atracción que sentía por él era algo que siempre había intentado ignorar, pero en esos momentos se sentía innegable.
Lucas, que estaba distraído con su teléfono, levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Julieta. Ambos se quedaron congelados por un segundo, con una mezcla de sorpresa y nerviosismo.
—Hola, Lucas —dijo Julieta, intentando mantener la calma mientras se acercaba.
—Hola, Julieta —respondió Lucas, sonrojándose un poco mientras guardaba su teléfono en el bolsillo—. ¿Cómo estás?
—Bien, gracias. Solo saliendo para el trabajo —respondió Julieta, tratando de sonar natural. Su mente estaba llena de pensamientos confusos, pero intentaba concentrarse en la conversación.
—Oh, ¿el trabajo? —preguntó Lucas, su voz mostrando un ligero tono de interés. Se rascó la nuca, claramente incómodo.
Antes de que Julieta pudiera decir algo más, Mónica apareció en la esquina del pasillo, dándole a Julieta una señal discreta pero clara de que debía irse. Julieta miró a Mónica con una expresión de resignación y tristeza, dándose cuenta de que no podía quedarse a charlar más tiempo.
—Lo siento, Lucas. Tengo que irme —dijo Julieta, sonriendo con amargura—. Nos vemos luego.
—Claro, Julieta. Que te vaya bien —contestó Lucas, con una expresión que mostraba que también estaba decepcionado por la breve conversación.
Julieta se despidió con una última mirada a Lucas y salió rápidamente del edificio, con el corazón ligeramente aplastado por no haber podido hablar más con él.
Julieta llegó al club Mirecla con el tiempo justo. El ambiente del club estaba en pleno apogeo; mujeres y hombres ensayaban en el escenario, algunos en pasos coordinados, otros ajustando sus trajes y maquillaje. La música pulsaba en el aire, creando una atmósfera vibrante y llena de energía.
Julieta saludó a algunas de las personas que estaban en el backstage con una sonrisa rápida antes de dirigirse directamente hacia su jefe, Bruno. Él estaba en su oficina, situada en una esquina del club, con la puerta entreabierta. Su mirada era fría y calculadora, y Julieta no pudo evitar sentir un escalofrío al cruzar la puerta.
—Buenas noches, Bruno —dijo Julieta con un tono profesional, intentando mantener la calma a pesar de la mirada lasciva de su jefe.
Bruno levantó la vista de su escritorio, donde estaba revisando algunos papeles, y sus ojos se posaron en Julieta con una mezcla de desdén y interés.
—Julieta —dijo Bruno con una voz grave—. Me alegra ver que has llegado a tiempo. La noche está en marcha y necesitamos que te pongas en marcha también.
Julieta asintió, su incomodidad aumentando bajo la mirada que Bruno le dirigía.
—Sí, claro. ¿Qué debo hacer?
Bruno se inclinó hacia adelante, su expresión mostrando una frialdad que no hacía nada para calmar los nervios de Julieta.
—Ve a buscar a Laura. Ella te dará las instrucciones específicas para tu cliente de esta noche. Ella sabe cómo manejar estos casos y te proporcionará toda la información que necesitas.
Julieta asintió, agradecida por la oportunidad de alejarse de la mirada incómoda de Bruno. Se dio la vuelta y salió de la oficina, buscando a Laura entre el bullicio del club. Finalmente, la encontró en una esquina, revisando una tablet con la agenda de la noche.
—Laura —dijo Julieta, acercándose—. Bruno me envió a ti para obtener las indicaciones para mi cliente.
Laura levantó la vista de su tablet, sus ojos mostrando una mezcla de profesionalismo y simpatía.
incómodo de la oficina de Bruno, no podía evitar sentir un leve nerviosismo por lo que le esperaba esa noche.
Cuando llegaron a la sala de briefing, Laura comenzó a explicarle a Julieta los detalles del servicio y las expectativas para esa noche, brindándole la información necesaria para que todo transcurriera sin problemas.