Blue

3729 Words
“Una veintena de versos, rodeados de grandes márgenes blancos, aparecen reunidos en una columna. Cada verso se prolonga con un trazo, a veces muy largo. Pero no es un poema, es el último pedido de colores de Picasso. (…)” Brassaï, Conversaciones con Picasso.   Tiene ganas de llover, cuando el reloj marca las 03:10 am, el ambiente frío y calmado es invadido, por las tonadas de piano sensuales de Erick Satie. Sola, en la sala del apartamento trece raya A. Está ella, interpretando la partitura titulada Gymnopedies, sus rizos de n***o profundo, ondulan, al ritmo de la partitura, hasta cuando llega a su apogeo, en el tercer movimiento, una lágrima, seguida por un grito ahogado, entorpece la danza de los dedos delicados y firmes rompiendo la armonía; mientras a su espalda, el retrato de un payaso con una mirada melancólica, deja escapar una lágrima negra por su mejilla derecha, observándola llorar de furia y tristeza.   Una mezcla antagónica, producto de su mente y su talento; alimentada por la sinfonía, aprendida de las lecciones de su madre, una ingeniera, que trabajó en la división química, de una de las principales empresas petroleras del mundo, que ya tiene quince años de haber fallecido. Hoy, es un aniversario más de su muerte y ella lamenta no tenerla cerca.   El apartamento ahora, luce tan solitario y oscuro, como un mausoleo, pues todo está intacto, nada se ha movido, no se ha querido perturbar el recuerdo de la difunta. Las lágrimas de la joven pianista, Blue Larousse, caen sobre el blanco y n***o del marfil de las teclas, una honda sensación de soledad y tristeza, la invade, al querer concentrarse en algo, que la mantenga consciente, y, a la vez alejada de la pérdida de su madre; pero nada cura el dolor de una pérdida. Siendo hija única, nunca imaginó lo que vendría. Esas lágrimas, van paseándose, por lo terso de su mejilla hasta rozar, lo delicado de sus labios seductores.   Su madre, Ana Blue Larousse, en un acto de valentía y hasta de cobardía, le ocultó su cáncer y dejó que avanzara, para así, conservar su dignidad, lejos de la quimioterapia y las medicinas, que, a la larga, acabarían con su calidad de vida, buscando extender la misma. En todo ese tiempo, se ocupó de su hija de dieciséis años, que lleva su mismo nombre y es su viva imagen. La cultivó para hacerla fuerte e independiente; sensible y perspicaz, capaz de luchar por sus sueños y de brillar tan fuerte, que las estrellas sintieran celos.   ¿Por qué será que las tragedias siempre prefieren la noche? Fue en la noche de la gran audición, en la sala de conciertos del Museo de Arte Contemporáneo, para pertenecer al grupo de pianistas más exclusivo del momento. Vestía un hermoso traje azul profundo, con discretos detalles de cristales de Swarosvki, mandado a hacer por su madre, solo para esa ocasión; le hacían juego a su cabellera de rizos delicadamente definidos y su figura esbelta y sexi.   Cuando entre nervios y excitación, su único punto fuerte, era la imagen de su madre, que la observaba desde el fondo del auditorio, con una mirada brillante de orgullo. Y una voz solemne e invisible, retumbó en la sala: “Ópera 64 en Do menor de Chopin” La joven, delicadamente se acomoda el vestido, se sienta. Un leve silencio de rigor, haciendo veces de eternidad y empieza a sonar una tierna melodía, que une en un solo sentimiento a madre e hija por unos instantes, disipando nervios y a los jueces, todo es una paz profunda y onírica, hasta que, a mitad de la ópera, un golpe distante y seco, rompe la armonía y la música se detiene. ¡Confusión!, ¡Miedo!, ¡Preocupación! Los jueces voltean en dirección del golpe y ven a la madre de Blue, tirada en el piso, desvanecida. Sin saber cómo, ni detalles, ya van en una ambulancia. Blue deja todo atrás y aún vestida, con su traje de gala acompaña a su mamá, las lágrimas han chorreado su discreto maquillaje. Ya en el hospital, los paramédicos, se llevan a la mujer inconsciente, dejando a la joven en la sala de espera. Los encargados de la seguridad en el Museo, habían contactado a otros familiares y, casi de inmediato, llega un tío lejano para acompañarla en los trajines del hospital.   Se encarga de todo el papeleo de ingreso, el tío Tarquino y, Blue vestida de gala azul profundo, rompía la dura monotonía de la sala de emergencias; de sus ojos no salían lágrimas, solo había un cuadro de preocupación y confusión, por no poder identificar qué pasaba con la mujer que había sido tan fuerte y servido de ejemplo en su vida. Luego de varias horas de espera, ya casi cuando amanecía, su tío tan espectador como ella y como pariente adulto presente, le tocó recibir la noticia, de que ya lo peor había pasado (…) El cáncer, se regó silenciosamente, de tal manera que le extinguió la vida y sin tratamientos previos. no existía nada que hacer o buscar, por lo que la señora... ¡Falleció!   Con casi diecisiete años es inocente, nunca sospechó del plan, que le tenía el destino reservado. Esa noche que se suponía era la más importante de su vida (así lo fue); pero por la muerte de su progenitora, que, al igual que ella, también se dedicó a cultivar la música pero como pasión y no como labor. Todo su mundo se desmoronó, como un castillo de arena violentado por el viento; pues sólo ellas eran familia inmediata, todo lo demás estaba distante.   Su familia materna, resolvió dejar la casa y patrimonio a la joven Blue, respetando así, su duelo silencioso con escasas lágrimas. Tanto funeral como entierro, pasaron en cámara rápida como fugaz recuerdo de una historia en película de cine, sin muchos detalles. Un único cuadro; la figura de la joven vestida de n***o, ausente de todo, pero presente físicamente, fue la única imagen de aquella ceremonia funeraria. Donde la gente iba y venía, dando pésame y gestos de fuerza y cariño.   Ella, respetando o mejor dicho aparentando que nada había pasado, mantuvo la casa como si mamá estuviera, ¡abandonó todo!, música, amigos, vida; para encerrarse en su casa y contemplar las fotos de ella y su madre, leer los cuentos que de niña le leía para dormir. De vez en cuando, leía algún pasaje bíblico y hacía el intento de comer algo, encerrada en sí misma y en los recuerdos.   Recuerdos del funeral y de mucha gente, dándole el pésame y transmitiendo fuerzas. Los primeros días, el teléfono sonaba insistentemente y ella no contestaba, lo dejaba sonar y sonar, como si fuera en otra casa. Hasta que dejó de sonar.   Era como si hubiera desaparecido, nadie supo nada de ella por unos meses. Su carrera de pianista quedó en el aire, pues, nunca se presentó para seguir creciendo, ni para aceptar el puesto de sus sueños con este grupo, ni a sus clases de piano, ni a sus amigos. ¡Nada!. Era como si ella también hubiera muerto, ese día.   Fue en febrero del año siguiente, cuando tomó la decisión de salir de ese apartamento oscuro y solo para dar una pequeña caminata, algo tímida y sentir como los rayos del sol calentaban nuevamente su piel, recordando que estaba viva. El ruido de la gente le parecía extraño, el alboroto, los olores y las cosas. Todo gira frenéticamente sin detenerse. Hasta que, una pequeña sensación húmeda, fría y peluda le roza modestamente la pantorrilla y al dirigir su mirada hacia abajo, se encuentra con una perrita pequeña, bastante desaliñada pero coqueta y con unos ojos, que parecieran recobrar su brillo. Se agacha hasta acariciarla y, casi sin pensarlo, la toma en sus brazos, decidiendo llevársela al apartamento, para darle un baño y un poco de comida.   Así comienza su relación con el mundo exterior, luego de la muerte de su madre. Con los años, paulatinamente, fue integrándose a una rutina de hacer mercado, recibir y atender llamadas de familiares preocupados por su estado y hasta de alguna que otra amistad; en una de esas llamadas, decide que, ese tío que la acompañó aquella noche, se mude con ella pues ya es alguien mayor, solitario y sin hogar, pues, ella siente que necesita compañía aparte de Lassie, su nueva perrita.   Era un alma vieja y melancólica en el cuerpo de una joven, criada de manera conservadora, mantenía ciertas posturas, pero siempre buscaba prácticas más liberales (hasta cierto límite), nunca se entregó a los excesos ni de joven y ahora menos. Pensaba que hacerlo era traicionar la memoria de su madre.   Fue haciendo una vida melancólica, introvertida, pero, en busca de algo que ni ella sabe. Fue uno de esos días de urbe frenética, saturada de estímulos, cuando decide ir al mercado municipal a buscar víveres frescos y a buen precio, cuando sin saberlo, se adentra en el hogar de un fauno, que acecha desde la oscuridad que propicia la luz, en un laberinto de pequeños locales de toque artesanal, donde se venden especias y hierbas locales, que le dan ese toque universal o los montes que te transportan, a cada rincón del país propio o a culturas lejanas, dándole paso a kioscos con frutas de temporada e importadas, y, así juntos construyen un mundo de sensaciones.   Hurgando con sus ojos de roedor, caza la mala fortuna de cualquier fémina distraída, por la variedad de estímulos de aquel mercadillo. Los gritos de “a la orden” y “víveres baratos”, se confunden, con la conversación de los asiduos compradores. Entre tanta gente, pasa desapercibido como fantasma y así se puede dedicar a la tarea de seguir el perfume de Blue, traspasando la fragancia de la albahaca, laurel y frutos rojos.   Su nueva experiencia, involucra a un transeúnte de las especies, que viaja por los miedos ajenos, en una ciudad de museos que reverdece el arte secreto de vicios solitarios y verbo citadino, versado en costumbres sexuales perversas. Fauno existe en voz, se comunica, pero nadie lo ve; es una sombra que actúa, acecha, llama, persigue, averigua. - ¿El aguacate está maduro? - Susurra una voz de ultratumba, a lo cual, ella le contesta casi por reflejo y sin prestar atención: -Hunde tu dedo índice, en uno de los extremos y que la suavidad o dureza, le responda la pregunta-.   Él, maravillado con la explicación, se queda contemplándola, mientras ella, indiferente sigue con sus compras y, esa mirada se queda midiendo a su presa, con paciencia calculada y fuerza contenida. Inhala el aire con fuerza, como si con esa acción se llevara parte de la esencia de Blue, con él. En sus labios, se dibujó una sonrisa engreída y siguió su camino, tomando trío de cebollas medianas de los cestos de desecho, colocándolas en un pequeño saco, desapareciendo entre la multitud.   Todo transcurre en una extraña normalidad, ella busca seguir viva; para lo cual, poco a poco, se va reconciliando con la música pero no de lleno, no se siente preparada para ser el centro de atención de una audiencia; por lo que se dedica a dar clases de música, en escuelas modestas de manera tal de poder correr con sus gastos y no ser reconocida, por algún gran músico o amigo de conservatorio, que invariablemente, le recuerde a su madre o el último episodio vivido. Por más que quiso, nunca pudo separarse de la música, del piano, del canto, del solfeo, ejercicios vocales entre otros.   Una vez más sola en su apartamento cultivaba su arte, porque era la única forma de no pensar en su progenitora y a la vez rendirle homenaje, pues el sueño de ambas, era ser reconocida como una gran pianista. Sueño que se apagaba con su muerte, pero, que era inmortal en su legado mismo; (su hija). En fin, luego de dar ese paso definitivo, de buscar trabajo como maestra de piano y ser exitosa tanto con alumnos y representantes complacidos con los resultados, elogiando su técnica y dedicación. Siempre la buscaban para más clases y más acompañamiento, a lo cual ella siempre asintió; pues era su forma de vivir y de evitar compromisos con su talento. Prefería que otros brillaran y ella quedar en la oscuridad del brillo.   Así, pasó casi una década donde de joven botón de rosa, floreció en una encantadora camelia escarlata digna de ser admirada. Su vida, había cambiando de manera drástica, al ser mujer joven y bella, no era ajena a las miradas del sexo contrario y hasta del mismo sexo, apenas se sobreponía de la muerte de su madre que ¡había sido hace diez años ya!, y aún vivía en aquella burbuja, alejada de lo que sería su pasión y vida (los escenarios); enfocada en ser maestra dedicada a sus alumnos y sus lecciones llenas de infinita sabiduría y paciencia. Pero no podía acallar su fascinación, por las artes y la naturaleza. Igual, antes de todo había tenido un pasado lleno de amistades y amoríos normales del ser social.   Fue esa noche, cuando quería espantar la nostalgia, preparo un té de salvia endulzado con un poco de miel y canela, ingería sentada en el sillón grande de la casa, mientras la pequeña Lassie, vieja, yacía dormida en su muslo y ella se sumergía en sus pensamientos, disfrutando de la emisora romántica, en una madrugada fría hasta que, de pronto, un inocente mensaje de texto, la fue reconciliando con su mejor amiga.   Casi hermana, Celeste; una pelirroja de figura delgada, con curvas fatales y una tez blanca llena de pecas, estratégicamente colocadas, para volver loco a quien las contemple; que estuvo con ella en todo el funeral y que curiosamente en los novenarios, se pelearon y no volvieron a hablar hasta ese día, citándose en un viejo local familiar, al este de la ciudad, donde se podía disfrutar de unos buenos cócteles; combustibles para la conversa, de dos chicas con años de tertulia pendiente.   Luego de un par de Cosmopolitan, el celular de su Celeste suena; es una notificación de w******p. ¡Suspira! y con un ademán coqueto contesta. Blue, capta de inmediato el cambio de actitud y pregunta directamente en tono de confidente: -¿Quién es él afortunado?- Celeste contesta: -¡Alguien!-… -Tienes que conocerlo para que entiendas- ¡Mmm exclama Blue¡ y siguen su conversación, poniéndose al día, hasta que suena nuevamente el celular de Celeste y luego de chequear el mensaje, le pregunta: -¿Quieres conocerlo?, está cerca.- Blue contrariada, afirma con la condición de que no se quede mucho tiempo pues es “lady´s night”. Pasan quince minutos y llega él. Mirada de chico sencillo, vestido de jean y camisa, con sus zapatos deportivos negros, saluda a Celeste, con un beso entre la comisura de los labios y la mejilla, y, casi de inmediato le presenta a Blue. -Black ¡mucho gusto!- -Igualmente- Se sienta al lado de Celeste y ella, automáticamente, se acurruca a su lado mientras él, le corresponde el gesto y en un momento, dos son uno, a lo cual Blue sorprendida interroga: -¿Cuándo paso esto?- Señalando a la pareja. La única respuesta fue una sonrisa pícara y un brindis automático. Luego de haber recargado la ronda, agregando una Caipirinha para el caballero, Black se integró rápidamente a la conversa de chicas y todos bromearon acerca de trivialidades de la vida, la música y el arte, pues, Celeste y Blue habían sido compañeras desde pre-escolar hasta graduarse del conservatorio; mientras Black, era licenciado en literatura, con un doctorado en psicología del arte. Sin contar su maestría, en dos pies izquierdos para el baile y la música.   Luego de casi media docena de cócteles, la velada se termina y cuando piden la cuenta, Black toma la iniciativa con una confianza espontánea, se acerca al mesero, coloca un billete y una tarjeta dorada en el estuche de cuero, sonríe y agradece al mesero y las chicas sorprendidas, le agradecen a Black, pero reclamando que ¡podían haber pagado la cuenta! pero él dijo: -Descuiden la próxima la pagan ustedes-.   Son casi las 10:00 pm y, ya las calles lucen un poco desoladas, salen del local que está a pocas cuadras del subterráneo, sin percatarse, que alguien los vigila entre las sombras y la distancia, tomando nota mental de sus gestos y costumbres para enviarlos por mensaje de w******p a un número sin identificar. Terminando con la frase: “la encontré, está viva”. La figura se confunde con la multitud hasta desaparecer.   Blue, luego de dejar a sus amigos a mitad de camino, sigue hasta su casa, ya casi es media noche y tantos cócteles y conversas, le abren el apetito; así que una vez, dentro de su hogar resuelve preparar un sandwich de roast beef, con un poco de lechuga, tomate, cebolla y para darle un toque místico, usa mostaza aderezada con un toque de miel para aligerar su sabor, servido en pan blanco con orégano y de acompañante una infusión fría de té verde y naranja.   Luego de colocar el vaso con la bebida en la mesita de vidrio, se sienta en el gran sofá que está en el medio de la sala, aún sin quitarse la ropa con la que llegó y con una mano sostiene el plato y con la otra revisa el ** en su teléfono inteligente. Lassie, duerme plácidamente en su rincón. Pasando las historias de **, entreteniéndose, lo cual logra con memes de momento hasta que termina su sandwich y el té. Alistándose para dormir y empezar un nuevo día. Antes de acostarse sigue chequeando su ** y nota que tiene un nuevo seguidor: “Rex´s Erick”, su foto de perfil es un Vikingo, evidentemente pelirrojo, por lo que le parece curioso pero sin importancia. Ordena todo, se cambia la ropa, toma una ducha cálida, para luego, ponerse su pijama y acostarse a dormir.   Es domingo y siente una necesidad imperiosa por dar una caminata y salir a tomar aire fresco, al parecer las bebidas de la noche anterior, le han levantado el ánimo, así que se dispone a salir un rato, a caminar por el Círculo de las Bellas Artes, (un sector de la ciudad que está compuesto por los museos y teatros más importantes del país y quizás de la América, rodeados e intercalados por discretas pero frondosas áreas verdes, que sirven de oasis, para los amantes de la naturaleza y lo bohemio).   Distraídamente, caminaba por un jardín que unía y a su vez comunicaba varios museos importantes de la ciudad, como lo es el Museo De Ciencias y la Universidad de las Artes. Se pierde en un oasis, alejado del caos citadino y del ritmo frenético de la gran ciudad, un lugar lleno de árboles que te abrigan con su sombra y jardines, con flores perfumando su paseo, hasta encontrar una pequeña fuente con peces, abrigada, por un pequeño bosque de bambúes, dándole forma al lateral de un anfiteatro a mitad de camino y en cada claro, estratégicamente, hay pequeñas chozas cuidadas o puestos de comida y bebida que permiten disfrutar de un buen café, infusiones exóticas con hierbas para el alma, una deliciosa torta o una copa de algo más espirituoso.   Entre tantos estímulos visuales, olfativos y sensoriales lo vio: cabello n***o azabache, ojos claros, que buscaban imitar la miel, tanto por su dulzura como por lo seductora que le resultaba, sin dejar de lado su piel bronceada, tipo mediterránea, en una figura enteramente masculina, simulando ser un dios griego en medio del Caribe, con sus proporciones bien definidas, sin excesos de ningún tipo.   Lo curioso es que, entre tanto detalle, recuerda el delantal que llevaba, era clásicamente blanco despertando en ella cierta fascinación que no comprendía. En mucho tiempo de encierro, no había tomado la iniciativa de interactuar con nadie, que no fueran sus alumnos o algún representante, hasta ese momento cuando decide acercarse y conocer la propuesta culinaria de este personaje.   Dicha propuesta era simple pero a su vez exótica, pues era shawarma, un plato típico árabe con carne cuidadosamente condimentada con sal, pimienta negra y verde, canela y especias orientales secretas, cocinada a fuego lento, en una estaca de metal, dejando que sus propios jugos ablanden la carne que luego, se sirve enrollada en pan sin levadura, con algunos vegetales y toques de algunas salsas como ajo, kibe o hummus, para resaltar el sabor de manera opcional.   Estando frente al puesto, antes de que diga algo; él le sonríe y ofrece una muestra de la carne, mirándola fijamente, a lo cual, ella reacciona por instinto, dejándose llevar, todo alrededor de ellos desaparece, en ese momento, solo están ellos dos. Sin tener conciencia de sí, toma la degustación y delicadamente mastica, sintiendo el detalle de cada especie y la textura suave y magra de la carne, hasta que traga y acto seguido, ya tiene en otra mano, un vaso con un jugo de fruta natural que toma, despacio. -¡Fresa!-Dice él. Mientras, ella solo se limita a sonreír y luego de una pausa le da las gracias.   Él, extiende su mano para encontrar la de ella y justo cuando logra el objetivo, la acerca lentamente a su cara hasta que la olfatea sutilmente, como identificando su olor, luego besa delicadamente su mano para después, sonreír y aún sin soltar su mano; ¡Red!, Un placer, y enseguida ella dice ¡Blue! Un gusto. Y ambos, con la mirada fija en la contraria, van bajando las manos entrelazadas, hasta que, inevitablemente se separan, para darle espacio a una conversación amena e íntima, acerca de procedencia e intenciones de trabajo en la ciudad y algunos gustos que resultan ser comunes entre los dos, aumentando el feeling. Conversación que cierra con el respectivo intercambio de números de teléfono y w******p, para no perderse nunca más el uno del otro.   Se despide, evitando la tentación de un contacto, que la pueda electrificar más de lo que ya está, a lo cual, Red parece hacer lo mismo; de lejos, queriéndose despedir de cerca, muy de cerca. (Pero la prudencia reina esta vez), se da la vuelta para irse y cuando lleva ya algunos pasos, suena su celular de manera inesperada. ¡Que te vaya bien, nos vemos pronto! Atentamente Red.
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