El mismo día New York Lance —No creo que sea el momento… mírame, estoy casi desnudo —respondo, sintiendo cómo la tensión me aprieta el pecho, consciente de que Karina todavía está en la ducha, escuchando cada palabra y temblando. Ella suspira, pero no cede, clavando la mirada en mí: —Lance, hijo… necesito conocer a la mujer que te tiene así, tan cambiado. Y ahora es buen momento. ¡llámala! —dice, con una mezcla de reproche y curiosidad dejándome contra la pared. —Madre… te prometo que cuando regreses del viaje te la presentaré, pero ahora… no insistas —le respondo, con la voz tensa. —Está bien, hijo… confío en ti —dice, recogiendo los papeles y colgándose el bolso al hombro. Antes de irse, me planta un beso breve en la mejilla que me deja un sabor a reproche y exigencia. Apenas se

