Me dirigí a mi alcoba no puedo negar que me sentí muy enfadado. Sin duda que los hermanos a veces parecen ser hechos exclusivamente para llevarte la contraria.
Preferí salir e ir por abarrotes para no tener que despertarme tan temprano. No hay nada que odie más que despertarme antes de la cinco. Tomé el vehículo y encontré abierta una de esas tiendas que mantienen servicio toda la noche. Compré unas cosas, no encontré todo lo que me hubiera gustado, pero habría algo en la nevera al próximo día.
Volví a casa, dejando todo para luego ir a dormir. Desperté a las seis con quince y me dirigí a la cocina. Para mi asombro ya Leo servía el desayuno.
—Buenos días Loren. Te agradezco que hayas ido por las compras.
—Buenos días, no hay de qué. Pero, me hicieron falta algunas.
Me senté y me sirvió un par de huevos fritos.
—En nuestro caso nunca está mal una nueva bandeja de huevos, o una lata extra de jugo de naranja.
Sonreí.
—Leo, ¿irás tú a dejar a la escuela a Eva?
—Sí, iré.
—Olvidé mencionarte algo. Creo que debes acompañarla habrá una actividad o algo así. Ve con ropa cómoda, tal vez te toque bailar un poco.
Asintió sonriendo.
—Sí, gracias. Me lo dijo la madre de la amiga de Eva, ayer. Es una reunión por la fiesta anual de independencia. Eva saldrá en una pequeña obra de teatro, luego.
—¡Qué bien! No bailarás.
Siguió con una gran sonrisa. Al rato, llegó Eva. La abracé ayudándola a sentarse. Leo le sirvió hotcakes con forma de caras con gestos alegres.
—Tío, ¿no roncaste anoche?
—No me acuerdo, pero creo que no. ¿O sí?
Sonrió.
—Tú roncas, pero no es mucho.
Leo dejó la cocina y hablaba por teléfono. Fui a la estufa a verificar que no hubiera luego que llamar a los bomberos. Volví a sentarme con Eva comiendo.
—¿Vas a mi habitación cuando duermo? —Pregunté tomando una rebanada de pan tostado.
—A veces. —Susurró—No siempre, pero tengo pesadillas. Tus ronquidos espantan a los monstruos de mis sueños.
Reí.
—De acuerdo. ¡Qué bien que mis ronquidos sirvan para algo!
Rio muy divertida, pero luego de comer un momento se acercó a mí cuchicheando.
—Creo que a mi papá le gusta la mamá de Vanesa.
—¿Eso crees?
Asintió y parecía preocupada. Acaricié su rostro mortificado.
—No. No lo creo. Es que tu papá es amable y a veces se puede mal entender eso. No tienes nada que temer, tu padre no aceptará a otra persona, para eso estoy yo aquí. Y si se atreve haremos travesuras para asustarla y tendrá que irse.
Río maléficamente igual que yo.
—¡Eva cariño! Termina tu desayuno. Te quedan unos minutos.
Se apartó y fingió con seriedad que no me hablaba.
—¡Loren déjala comer!
Sonreí y seguí tomando jugo de naranja. Eva prosiguió hasta terminar de desayunar.
—Gracias papá, gracias tío Loren.
—De nada cariño, ve a lavarte los dientes nos vamos luego.
La abracé y sobé su cabello antes de que saliera de la cocina.
—¿Sigues enfadado? —Pregunté.
—No. Es tu asunto, te di una sugerencia. No me pareció correcta tu manera de proceder con esa jovencita.
—Entiendo. ¿Llevarás a Eva o quieres que lo haga yo? Vi que te llamaron.
—Iré yo, de paso entregaré algunas cosas. Te veo luego.
—De acuerdo.
Leo salió con Eva luego de que ella se despidiera de mí. Tomé mi teléfono para ver si tenía algunos mensajes o quizá recordatorios, pero todo en orden. Por simple curiosidad revisé las r************* que Jade administra bajo mi nombre, es decir el nombre artístico.
Casi me voy de espaldas una vez más tenía muchos mensajes, también invitaciones, pero entre todo eso, propuestas de otros lugares para trabajar de lo mismo en otras agencias. También habían incrementado los seguidores.
De pronto el teléfono sonó. Contesté.
—Hola, disculpe… Estoy esperando mis compras. ¿Viene en camino?
—Hola, buen día. ¿Quién tomó su pedido?
—Aquí dice Leonard.
—Claro, ya no tarda en estar en su puerta. De no ser así, le marcaré en unos minutos.
—Gracias.
—A usted, buen día.
Fui a ducharme y luego de vestirme, vi el mensaje. Ya habían entregado lo que el cliente había pedido. Tomé mis cosas con intención de terminar las compras. Ya que Leo tenía el automóvil iría en taxi. Salí de casa y justo cuando ya había caminado un rato y doblaba la esquina, recordé de golpe que había dejado mi teléfono. Algo típico de mí cuando estoy pensativo.
En una carrera, volví. Revisé la cocina, luego subí a mi alcoba casi me da un infarto cuando vi un “bulto” oscuro moverse entre mi armario. Me paralicé, pero de pronto descubrí que se trataba de una persona, por su cuerpo de mujer tras la ropa y la sudadera oscura.
Parecía inadvertir mi presencia siguió husmeando hasta tomar una camiseta y llevarla a su nariz. La olfateó inhalando fuerte, luego se dio media vuelta. Al verme dio un salto, y la lanzó a la cama con espanto.
—¡Dios mío! —Exclamó tragando saliva.
No me sentía asustado, ni enfadado sino muy desconcertado. No tenía idea de quien era.
—¡No llames a la policía! Acepté un reto eso es todo. No he robado nada.
—¿Un reto?
—Sí…
—¿De quién o qué?
—Es que una amiga mía dijo que no me atrevía a venir por una de tus camisetas. Y le dije que sí. En verdad lo siento. ¡Lo siento mucho!
Se dio media vuelta, yendo hacia la ventana.
—¡Espera!
Quise tomarla de un brazo, pero brincó desde el marco. Por suerte no está tan alto, pero se escuchó horrible cuando cayó. Me asomé a la ventana muy preocupado.
Sin embargo, por suerte cayó no tan mal, porque se puso de pie.
—¡Estoy bien!!
Cojeando se alejó. Mientras tanto observaba atentamente alrededor de la ventana intentando comprender cómo lo había logrado. Y en ese repaso, a la distancia volví a darme cuenta que en la ventana más alta de mis vecinos alguien veía hacia donde estaba con un largavista.
Respiré hondo dándome cuenta que la jovencita que había visto en mi habitación se alejaba yendo por la calle principal. Cerré la ventana, y me senté en la cama meditando: ¿Quién podría ser esa amiga que la había retado a subir a mi alcoba? ¿Cómo sabría que no había nadie en casa?
De pronto mi mente se iluminó. ¿Qué tal si se trataba de mi vecina?