Esperé un momento, no me quité el casco. De brazos cruzados esperaba a verla salir. Pero pasaron tal vez unos cinco minutos antes de acercarme hasta la puerta principal. Impacientado al lado del muro perimetral me estiraba. Con curiosidad intentaba mirar algo hacia el interior divisando por los anchos cristales de las ventanas del edificio. ¿Qué tal si Leo había llegado antes que yo y ya estaban en casa? ¡Me mataría al llegar! Me crucé de brazos a un lado de los barrotes oscuros que conformaban la barra perimetral de la puerta, la cual seguía medio abierta. Durante todo el tiempo que estuve con Nómada ni siquiera revisé mi teléfono. «¡Qué estúpido! ¿Por qué no le echo un vistazo?» Había sido tan de prisa mi salida del vehículo que por un momento temí haberlo dejado en el coche de

