Capítulo 7

2401 Words
Compruebo que mi vestimenta este perfecta. Acomodo la camisa de lino blanca. Y tomo la carpeta del sillón. Se la tiendo con cuidado a la mujer que está pidiéndomela, alta estatura, rubia, ojos pardos, falda de tubo y camisa de lino verde, muy elegante. Observo como la mujer encamina a la sala de juntas, había metido currículo a una empresa de eventos sociales. Y me había contactado al correo para decirme que para entrar o tener una credencial debía realizar una presentación ante el concejo empresarial. Esta junta es una de las más importantes para mí. Había planteado cada una de mis ideas generales, traía ideas subrayadas a temas actuales y tendencias globales. Con paso decidido me encamino a la sala de reuniones. Todo es de acero y piedra. Noto a la fémina dejando cada carpeta a en su asiento. La primera vista que obtengo además de lo último en mi pensar, es lo lujosa que esto, paredes de vidrios gruesos anti pirotecnia. Una mesa larga de diez asientos de color gris, plantas naturales haciendo que luzca un poco dulzón. Cuadros de figuras del siglo XVIII. Había pasado ocho días de la última vez que salí a rumbear y mi cuerpo tenía nuevas ganas de salir. Una amiga de la universidad había comentado que había una nueva fiesta en el mismo sitio de la otra vez. Pero primero debía concentrarme en esta entrevista para luego festejar. Mis amigas ni mi familia tenían idea de lo que estaba haciendo. Suspiro cuando noto que todo está perfecto. Hoy la empresa me está brindando una oportunidad de meteorito. Y me he preparado durante las últimas semanas para que todo luzca y salga excelente. —Joven Home. Todo listo —aclara la fémina—. El señor Perls viene llegando junto a los demás encargados. Asiento y me encamino a las puertas dobles por donde había entrado anteriormente. —Estoy tan ansioso —indico con sutileza. La mujer asiente comprensiva. —No debes, leí lo que traes y es muy buen material. —Gracias… Suelto un suspiro y repito en mi mente las palabras que diré en el discurso. Me movilizo por todo el salón tratando de disipar mis preocupaciones y la ansiedad que carcome mi sistema nervioso central. Reitero una y otra vez las palabras. Mantengo al margen todo lo que trata de revolotearme de manera mintrosa. Cierro mis ojos y dejo que la seguridad vuelva a mi cuerpo y mente. Se controlar todo esto. Desde pequeño me destaque como un niño perfeccionista que podía recluir toda la fuerza de voluntad en algo tan imperceptible como arreglar su hogar en tan pocas horas, luego en finalizar los exámenes en menos de cinco minutos obteniendo las mejores notas. —¿Todo listo, señor Home? —doy un impalpable sobresalto y poso mi atención en mi jefe central. —Oh… señor… —murmuro dejando salir el aire con un insuficiente mohín—. Agradezco la oportunidad. Espero que el material sea valioso para ustedes… Me siento en una silla que esta al costado de la mesa de conferencias. El señor Perls se acerca da unas palmadas a mi espalda. Siento que su confianza ante todo es tan transitiva que mi cuerpo deja de temblar y se entabla en una escueta sensación de ímpetu. —Deja la ansiedad, Xavier —tutea mientras desabotona su saco. Para poder sentarse a mi lado—. Tengo confianza en ti. Si tu tía Nubia te recomendó, es por algo. Esa mujer es muy persuasiva ante el ojo crítico de las personas trabajadoras. —Sandeces —mascullo bajamente—. Quiero hacer algo bien… desde que tengo memoria intelectual he buscado en que soy bueno. Y tal vez fracase como tantas veces… y temo deprimirme. —Mi asistente y yo leímos lo que traes y es genial. Es la primera propuesta para eventos más efectivos que he visto. Y admito que te doy fe ante los demás. No puedo negarte que es nadar en tiburones. Porque el colectivo de la empresa son muy testarudos… —Entiendo, señor Perls. —Llámame, Thomas. Cuando una persona tan importante hace que lo llames por su nombre se basa en la confianza, dedicación y compromiso con la que te notan. Thomas Perls, es un hombre perspicaz, inteligente, calculador y muy divertido. Desde luego, una vez nos topamos en un ascensor, donde me estaba quejando del maltrato que recibía en la empresa, sin saber quién era ese tipo. Y lo más divertido fue cuando dijo: —Es bueno encontrarme con alguien brutalmente honesto. Recuerdo que bufe divertido por la «dichosa broma» y luego reí sin gracia. Hasta que cuando salimos del ascensor estaban todos sus asistentes atendiéndolos y observándome mal. Fue ahí, cuando la vergüenza me abarco; una vergüenza que no sentía desde que mi madre fue a buscarme a la secundaria. Luego, en diferentes ocasiones comprendió que es bueno encontrarse a alguien tan amargo para definir a los demás. Después de todo, el gusta de la sinceridad referente a su imperio. Trato de mostrarme ante su presencia ambos lados, el positivo y el negativo de lo que se puede enfrentar con equis cosa con respecto a las decisiones de organizar eventos. —Sabes —comenta dejando un suspiro en el aire—; cuando herede todos los imperios familiares, tenía una gran ansiedad —escucho anonado su confesión—…, recuerdo que mis manos traspiraban y ni decir del ligero dolor de cabeza que ataco mi cráneo —ríe—. Tenía miedo de que el personal no me tomara enserio por ser tan joven; sin embargo, cuando pise el suelo blanco, todas las inseguridades se disiparon como insectos. En mi mente se suscitó la inmodestia de que esto es lo mío y que hare que todos me observen como el hombre inalcanzable. De reojo observo su rostro y noto la gran sonrisa que se enmarco en sus labios. Sin darme cuenta refriego un costado de mi oreja. No puedo creer que este hombre tan importante sin conocerme del todo pueda expresar sus inseguridades y que aprendió de ello. —Gracias… —sereno mis pensamientos. —No hay que —aletea sus manos—. Es genial tener al primer casi psicólogo con nosotros —sonrió—. Es parte de la terapia ¿Cierto? —afirmo y me levanto de la silla—. Aunque parezcas independiente. Puedo realzar que ese puesto es tuyo. Solo quiero que les demuestres que puedes. Si tu tía confió… yo también lo hago. —Parecemos sentimentales de mierda —me burlo internamiento. Sin darme cuenta que me oyó. —¿Eso significa…? —me ruborizo. —Que eres adorablemente estúpido —tartamudo. Si aprecia la sinceridad que le doy que se guante—. Pero te hace un gran hombre. —Así mismo. No habíamos notado que las personas estaban afuera de la oficina y que nos estaban observando. Trago grueso y siento mis mejillas arder. j***r, Xavier, controla tu cuerpo. A Thomas Perls no parece importarle nada. Para ser así, todo despreocupado. Tomo la Tablet que me brinda el jefe y abro las puertas dobles. Las personas comienzan a ingresar a la sala, tomo una bocana de aire y saludo cortésmente a todos los invitados. —Bienvenidos —digo estrechando mi mano con todos los hombres y mujeres. Me siento cómodo y seguro de mí mismo. Sonrió un poco, en este tipo de situaciones es cuando menos debo demostrar mis emociones, porque pueden manipularlas. Estos hombres no solo están aquí por ser ricos y ya, sino por lo fuertemente calculadores, siempre están al tanto de que todo este perfecto y el minúsculo error se van a la basura. Manteniendo que cualquier inapreciable posibilidad de riesgo es una perdida. Cada evento social que se hace, proviene de ideas generales o individuales. Descartan ideas mediadas. Parece gustarle las decisiones pintorescas y complacientes. Todo parece marchar con perfección, pero sabía que toda esa perfección solo se ve en la ficción, no en la realidad; y mucho menos en la mía. Observo como un hombre con la barba perfectamente arreglada se acerca a la sala junto a tres individuos más. ¡j***r y diez mil veces j***r! Cierro los ojos con fuerza e inhalo con ganas. Nunca en mi puta vida me ha sucedido algo tan parecido a esto. El tipo estaba tan ocupado en la llamada de su celular que ni se fijó en mi presencia solo paso a mi costado. Por microsegundos pude absorber su fragancia. Hugo Boss, sin duda alguna. Pero también estaba ese toque varonil que tanto le caracterizaba. Es guapo, demasiado. Tiene un encanto en su mirada, una sonrisa bastante trabajada y donaire exquisito cada vez que movía sus manos. —Joven Home, es un placer —parpadeo un poco para que mi curiosidad se centre en el hombre que me estrecha la mano—. Soy Richard Nilo, asistente del señor Percival Montecarlo. Así que el hombre misterioso tiene nombre y apellido. Perfecto. —El gusto es mío. Le sonrió con sinceridad. El hombre llamado Richard me la devuelve, se nota cabizbajo. Puede que este sea el momento adecuado para demostrar que Xavier Elías Home Gil es un chico con casi diecinueve años puede comerse el mundo de un solo bocado. La reunión comienza dando las palabras de bienvenidas el jefe encargado de recursos humanos, Jack. Es un hombre bajo de cabello castaño de piel morena y es un sabelotodo que estresa con su aura de inteligencia vaga. Es un ridículo en pocas palabras. Luego pasa Thomas tomando las palabras explicando la tasa de productividad en lo que va de mes. Desde que se hizo una fiesta para el congreso universitario de Mérida hasta una boda para uno de los reconocidos empresarios de Yaracuy. Todo fluye relativamente normal. Todo lo mantengo grabado en mi celular, el hombre de estadística se encarga de mostrar cada uno de los detalle relevantes y su opuesto. Estudio a todos los invitados, recordando que cada uno de ellos asume cargos importantes. Mando un mensaje a mi tía explicándole que todo marcha bien. Dejo de lado la Tablet y foco mi atención en el hombre pragmático. Percival. Un nombre bastante interesante, tanto como la mirada que me brindaba en la discoteca de aquel viernes hace quince días. Su atención ha sido en anotar y señalar cosas según sus cuestiones referentes al proyecto presentado. Me levanto sin hacer ruido para rodear la sala y comenzar con mi discurso. Fácilmente paso por un lado de Montecarlo. Su aroma me embriaga por dos segundos y controlo todas posibilidades de lanzarme a su cuerpo y aspirar más su esencia. j***r. Relájate Home, pareces un crio de dieciséis años. Me alejo rápidamente y centro mi atención en Thomas que mantiene una sonrisa burlona, no me ha quitado la vista desde que me acerque a aquel individuo. Mierda. Noto como la exposición del jefe encargado en comercio va finalizando. Desde donde estoy apoyado hago notar mi voz. Soy el rey de la atención. j***r. —Primero, quiero presentarme ante ustedes. Soy Xavier Home. Vacante ante la empresa Perls —comento con una ceja enarcada, mis brazos están alrededor de mi pecho. Luzco despreocupado—. Segundo, todos estamos al tanto de que la economía está subiendo y bajando con rapidez, no establece mantener en raya lo que pueda ser negativo… —por primera vez, en quince días noto como sus ojos me observan con esa misma intensidad que hace que mi cuerpo se estremezca—. Tercero, algo que afecta a una reunión social o festejo: es la poca actividad de publicidad financiera —señalo con mi mano las imágenes del proyector—. Sin embargo, si nos vamos a países que presentan innovaciones ante publicidad y atracción, es regirnos ante Tokio, un sitio donde pagan hasta 13.7 millones de dólares. Lo esencial que en un país donde la crisis arropa generalmente macroempresas se dé cuenta que en crisis sobre salen los mejores proyectos —camino alrededor de la sala, todos los ojos están puestos en mí, genial—. Por lo cual, el proyecto que estoy proponiendo no es una taza de economía estable ante eventos, sino de abarcar en el punto intermedio que agrede la sociedad como consumidores. El ser humano por conveniencia le encanta gastar dinero para quedar bien ante la sociedad. Y es ahí —señalo la nueva imagen—, donde debemos embarcarnos. ¿Cómo? Cuando la persona tiene vicios, paga lo que sea por seguir consumiéndolos. Y venezolano que no lo haga no es patriota. » Si hacemos énfasis —mis ojos se topan por un microsegundo con sus orbes. Ahora no hay oscuridad que me niegue saber su tono y me fascino con lo esmeraldas que resultan ser. Un prado muy depravado—, desde hace ocho años, hasta la actualidad, todos esos productos han disminuido cuando se supone que son necesidades para el congreso humanístico. Países de Centroamérica y parte de Europa son especialmente abastecedores de movimientos eventuales y ni hablar de una cuarta parte de Asia. Todo indica que nosotros en crisis podemos llevar esto a más alto nivel —les sonrió con altanería. En este momento quiero guiñarle un ojo a ese hombre que no ha parado de observarme con intensidad. Me ha reconocido y sabe que podría caer a sus pies. Lástima de que soy muy profesional en mi trabajo, sino con gusto lo atiendo en privado—. Señores. Los jóvenes de hoy en día les encantan las atracciones simbólicas. Les atrae buena música, buena localización, buena publicidad. Hacerla hasta que la persona decida positivamente asistir. Hacerlo es generar y no creer en pérdidas. Porque de ellas se aprende sin embargo de las ganancias se conquistan. Me despido de la charla. Tomo asiento con grandeza y dispongo mi atención a la Tablet. Mi celular resuena percibiendo la llegada de un mensaje. «Excelente, Xavier. Orgulloso de ti.» Thomas Perls Luego de unos minutos la reunión finaliza con todos alegres, todo fue un éxito. El contrato comienza a ser firmado por todos. Fue leído en voz alta y obviamente que cualquiera lo podría haber leído por aparte. Sonrió despidiendo a todos los invitados. Doy la espalda con educación, inclino mi cuerpo para poder tomar en mis manos los contratos que me otorgo Thomas y la Tablet. El celular lo había guardado en uno de los bolsillos dentro del saco. —Excelente discurso —el acento y la imponente voz hace que me zarandee sutilmente. Giro mis pasos para dar contra el rostro con Montecarlo. Sonrió de lado con bastante profesionalismo. —Agradezco mucho, señor Montecarlo. Parece sorprendido por mi tono de voz y mi seriedad al decirlo. Estrecha su mano en forma de despedida y le otorgo su cometido. —Llámame, Percival. —Prefiero llamarlo por usted, señor Montecarlo —arquea la ceja pero mantiene la compostura. —Pareces distinto al chico de aquel día —trato de provocarme. —El chico de ese día, es ese chico —murmuro con rigidez—. Le agradezco si no tiene algo que decir o preguntarme respecto al contrato o la secuencia de los productos a vender. Que tenga buen fin de semana. Señor Montecarlo. Dejo las palabras en su boca y me encamino a mi oficina. —Con que sigues siendo espinoso. Me agrada —es lo último que escucho de su boca.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD