―¡Necesito vacaciones ahora mismo! ―mascullo descojonado en la silla.
Ubico los brazos en el pupitre blanco del salón de clases. Suelto un bufido cuando una mano impacta sin cuidado en la parte trasera de mi cuello.
―Si apenas estamos comenzamos el semestre, idiota ―esa es: Daniela Cohen, una de mis mejores amigas. Tan agradable como siempre.
―El primer día de clases y ustedes como siempre llamando la atención ―ambos rodamos los ojos y nos reímos bajamente. Aquella es mi otra mejor amiga: Renata, o más bien Renata Bermúdez. Es la más madura del grupo, podría decir que es la mamá gallina del grupo.
Y eso que los tres tenemos la misma edad, claro el menor soy yo. Por meses.
―Es que… ―me encojo en mi asiento―, ¡j***r! Quería más días libres. ¿Saben? Recuerden que ahora tengo dos empleos ―mascullo observándolas fijamente. Daniela me observa seria y siento que aparece lo bueno…
―¿A qué juega? ―me apunta con uno de sus dedos―. Te vas a matar de esa manera, Xavier ―repudio cuando me sermonean de éste modo―. Ya comenzamos con la universidad de nuevo ¿cómo vas hacer para arreglar tu tiempo?
―No. Lo. Sé ―remarco cada palabra.
En realidad no sé qué hacer con mi vida.
Adoro ser casi independiente de mis padres. En los últimos meses no los he vuelto a molestar respecto a cosas personales que solicito. Es desagradable estar pidiéndoles cuando ya tienes dieciocho años de edad.
Papá necesito dinero para… Mamá necesito dinero para…
Es difícil cuando estamos afrontando una situación económica bastante crítica. No puedo ser egoísta con ellos. Es sumamente embarazoso. Además hay veces que ellos mismos no se permiten vicisitudes que desean, por el simple hecho de que el dinero no les alcanza, apenas y sirve para comprar alimentos para el hogar y eso es algo no puedo permitir. Por lo que decidí buscar un empleo cuando apenas era un menor de edad y sirvió un poco porque me ha gustado tener el dinero (que a pesar de que no es mucho) para satisfacer algunos caprichos que antes no podía.
Sin embargo, el modulo universitario donde estoy me ha tocado espinoso por lo que no he podido perdurar mucho tiempo en mis trabajos, haciéndome renunciar en constancia sin obtener un puesto de trabajo estable. Estudio supuestamente una vez a la semana (en mi día libre en él trabajo) aunque, hay momentos en los que me toca pedir permiso en mi trabajo para poder asistir a clases reprogramadas o prácticas en otros días que no son establecidos en el horario que otorga la universidad.
Por lo menos ha sido vergonzoso que hace poco publicaron los horarios de mi nuevo semestre la mi carrera que estudio (psicología) y estaba tratando de acomodarlo con mis jefes porque de verdad quería seguir trabajando; me agrada trabajar y obtener mi dinero, desde luego, era aún más difícil poder mantenerlo de esta manera. Para posteriormente enterarme de que nuevamente hubo cambio de horarios. Es exhaustivo porque ahora me toca volver hablar con mis jefes respecto a ello y no estarán contentos.
Ahora también me habían contratado para poder dar clases un colegio privado. Había literalmente «acomodado» mis tiempos para no suicidarme de esta forma. Pero era aún más difícil cuando la universidad no ayudaba.
Actualmente estaba trabajando como cajero en una cafetería bastante conocida en El Piñal, nombrada «Set Coffe Lounge Bar C.A» y, me iba bien. Ganaba un poco más del sueldo mínimo. Tenía turno de tarde-noche (desde las catorce hasta las veintitrés horas), por lo que me daban la cena; había un día que trabajaba corrido y era el peor día de mi vida porque era el día libre de la cajera de la mañana-tarde, por tanto tenía que cubrir ese horario junto al mío y era arduo. Ese día me daban las tres comidas, y no me gimoteaba del todo. Estoy a gusto con el ambiente laboral. Los compañeros son agradables e incluso graciosos. Mi jefe a pesar de tener un carácter bipolar es buen hombre. A pesar de eso es un trabajo que necesita del tiempo necesario del trabajador y yo lo cumplía al pie de la letra.
Siempre tenía que ser agradable todo el tiempo, en días difíciles tenía que aparentar ser la persona más agradable. No podía traer los problemas personales al trabajo ni mucho menos trasmitírselos a los clientes, trabajaba con atención al público. De mí, dependía de casi todo el progreso de la empresa, porque si no vendíamos, no nos pagaban. Todo es trascendental.
En el segundo trabajo que era ser maestro era solo en las mañanas, daba clases de «castellano y literatura, inglés y, orientación psicológica.» Todo esto es confuso para algunas personas, porque se supone que no poseo ningún título universitario que demuestre que soy graduado en esas ramas pero tengo bastante conocimiento en esas ramas. En castellano siempre me destaque por tener la mejor ortografía y dramática que ningún alumno poseía en mis tiempos de bachillerato donde incluso había ganado algunos premios de literatura. En el ángulo del inglés, es porque desde muy pequeño sentí la atracción del idioma que hasta veía películas subtituladas, escuchaba canciones de ese idioma e identificaba que sus letras y ritmos eran mucho mejor que la del mismo español y además que mis tíos Americanos venían de vez en cuando y me inculcaban del idioma. Y de orientación psicológica es por mi carrera. Que casualmente curso el tercer año. Y bueno me contrataron para poder dar clases y ahí estaba, me agradaba lo que hacía. No tenía tiempo para mis salidas sociales pero hacia lo que me gustaba.
Tenía planeado todo: En las mañanas de 7:30 hasta las 12:30 trabajaba en el colegio de lunes a viernes. Iba a la casa de mi abuela, caminaba para llegar y me tomaba diez minutos, traspasaba toda la vía principal llena de comercios, la plaza Bolívar, la alcaldía y la iglesia católica para luego ascender por una extensa cuesta, hasta llegar a la casa. Almorzaba rápidamente, me bañaba nuevamente, me colocaba el uniforme de la cafetería y bajaba reiteradamente a mi segundo trabajo, que entraba a las 14:00 y salía a las 23:00. El colegio donde trabajaba en la mañana quedaba a una cuadra de la cafetería por lo que hacía el mismo recorrido a diario para ir a los trabajo e ir a casa. Todo estaba calculado, de esa manera y no incumplía a ninguno de mis trabajos.
En la cafetería trabajaba todos los días, con un solo día libre y ese era el día que tomaba para ir a la universidad que era los miércoles. Sin embargo, como estudiaba en las tardes trabajaba en el colegio hasta las 10:00 y luego iba al terminal para tomar la buseta para ir a la ciudad, el recorrido para llegar era de una hora, desde luego las busetas son demasiados lentas por lo que una hora quedaba en el olvido y pasaba a ser hora y cuarenta minutos.
Tenía una vida matutina bastante ajetreada. Pero me gustaba porque amo estar ocupado.
―No puedes desgastarte tan pronto, Xavier ―toma el hilo de la conversación Renata que observa el alrededor tratando de encontrar a las demás muchachas―. Es grandioso que apenas con dieciocho años hagas cosas de una persona de treinta; pero no. Te estas debilitando. Tienes muchas ojeras y a pesar que tus lentes tapen un poco, no es suficiente.
―Lo sé ―no que pueda responder además de «lo sé.»
―¿Qué te han dicho los jefes de la cafetería? ―cuestiona Daniela sacando la libreta de apuntes.
―Que tenía que decidir que quería ―hago un puchero―. No sé qué hacer muchachas, tenía un plan pero todo eso se fue a la mierda con este cambio de horarios. Quiero cumplir con todo…
―Pero no puedes Xavier ―replica nuevamente Daniela―. Por el amor a Dios. Sé que la situación ha estado difícil, puede que un poco para ti, pero vendrán mejores cosas. Piénsalo por favor, no quiero verte cansado y ni matándote con tantas responsabilidades.
―Incluso, ¿ya pensaste cuando comienzan a mandar trabajos, ensayos, exposiciones, exámenes? ¿Qué tiempo vas a tener para ello, Xavier?
―Renata tiene razón. Solo te estamos orientando, Xavier pero la decisión está en ti.
Suelto un suspiro y dejo que mi cabeza impacte en la mesa donde mis brazos están posicionados.
―Buenas tardes, clases ―cuando escucho esa voz levanto la cabeza para observar al emisor y chillo indignado.
―¿Usted otra vez profesor? ―otro golpe en el cuello hace que observe mal a Daniela.
―Parece que sí, Home, aquí estoy de nuevo.
No es que deteste a ese profesor, sino que me produce sueño y aburrimiento. Cuando me dio psicología del desarrollo II practico y teórico no creí volverlo a ver. Y ahora lo noto aquí en el salón de clases con su maletín de cuero y su Tablet en mano.
Él es, la pereza y la habladuría hecha en persona.
―¿No se cansa de rasparnos el semestre pasado como para volver hacerlo en este? ―le pregunto burlón.
―Seguiré siendo sus pesadillas ―sonrió y reparo en un fuerte escalofrió que recorre mi cuerpo.
―Mierda ―murmuro para mí mismo mientras cierro mis ojos.
―¡Xavier, por Dios! ―se queja Renata con una sonrisa.
―Ese es mi amigo, ¡nojoda! ―aclama Daniela―. Aunque no entiendo porque lo detestas, es chévere.
―Le estudio una semana antes a sus exámenes y le saco nota mediada. Y ustedes que le estudian el mismo día salen mucho mejor… ―pongo los ojos en blanco―. Ósea el tipo es chévere pero detesto sus clases y sus exámenes.
―Que risa ―carcajean ambas.
Y así comienza este nuevo periodo de tortura matricular.