Mari Salí de la sala con las mejillas todavía ardiendo y el pulso en las costillas. “Ese color de pelo te queda bien.” La frase me siguió hasta el pasillo. No era gran cosa. O sí. No lo sé. Lo dijo sin afectación, sin una sonrisa burlona ni tono de coqueteo barato. Solo lo soltó, como quien deja caer una verdad incómoda sobre la mesa y se va. Y yo… respondí como pude. Un “gracias, inspector” atropellado, con voz baja y ganas de salir volando. ¿En qué momento esto se volvió tan complicado? No era el comentario en sí. Era todo lo que venía detrás. La cena, el silencio entre plato y plato, su risa contenida, su mirada blanda cuando pensé que me iba a mandar al archivo como castigo... y luego lo hizo. Pero no como castigo. O sí. No lo sé. Estoy empezando a dudar hasta del suelo bajo mis

