William Por un instante, quise creerle. Quise pensar que su historia era cierta. Que su coche realmente estaba oxidándose en el garaje, cubierto de polvo y telarañas. Que no tenía nada que ver con una maleta ni con un c*****r. —Nikita —dije, levantándome también—, si no está usando el coche, no tendrá problema en acompañar a un experto nuestro y a mí a su garaje, ¿verdad? Él dudó. Solo un segundo, pero lo suficiente para que yo lo notara. —¿Ahora? ¿Para qué? —Para quitarle cualquier sospecha. Pensamos que el c*****r en la maleta de su socio fue trasladado en un coche. Por eso vamos a llevarlo a inspección. Neumáticos, kilometraje, todo. Por protocolo. Volvió a asentir. La sonrisa de antes se había desvanecido. Lo que quedaba en su rostro ya no era simpatía ni colaboración. Era otra c

