Mari. La palabra “novata” todavía flotaba en el aire como un perfume barato, cuando Olivia giró sobre sus tacones invisibles y fue hasta la puerta con tablero en la puerta: Zona de autopsias. Su bata blanca ondeaba como una bandera de propiedad. Ella mandaba aquí, lo dejaba claro en cada gesto, y William… bueno, William no parecía tener prisa por devolverme la palabra. Ni por explicar nada sobre un comportamiento tan “peculiar” con la forense. Entramos en una sala. El frío se me metió entre las costuras del uniforme, pero no era el clima lo que me helaba. Era la sensación de estar fuera de lugar. De haber entrado en un territorio al que no me llamaron y, para ser sincera, tampoco me moría por visitar. Me quedé cerca de la puerta, con el cuerpo en guardia. La forense abrió un depósito y

