Tres tristes meses

2020 Words
Enngel. Creo que la mejor forma de relatar mi peculiar historia es empezar por el día en que me había levantado con una sensación de duda. Un presentimiento que me anudaba el estómago y me llevaba a pensar que algo iba a pasar, algo no grato para mí, y sí, también pensaba que si mi regreso a Londres se debía a un m*****o de los Harper tenía que sentirme confundida. El intenso sol del medio día quemaba mi piel mientras me ubicaba en la terraza del restaurante. Hacía casi tres años que dejé la ciudad de manera definitiva, aunque la había visitado en dos ocasiones, pero solo de pasada. Por más autosuficiente que me hubiese convertido, prefería evitar permanecer en el lugar que albergaba malos recuerdos, recuerdos que se reducían a él: Ediel Harper. Sin duda, también era una ingrata al hablar de esa ciudad como el lugar de mis desgracias, cuando me críe en ella e hice toda mi vida ahí, con mamá y los Harper. Una infancia hermosa y una adolescencia de la que no podía quejarme, pero mi matrimonio me hacía recurrir a los malos adjetivos. Sentada en mi mesa, me dispuse a observar el menú mientras esperaba a mi acompañante, nerviosa porque no lo veía desde hacía ya nueve meses y desde ese entonces habíamos perdido comunicación, hasta unos días en los que se comunicó conmigo y con un discurso persuasivo me convenció de regresar. Solo esperaba irme pronto, pensé eso con la vista en el menú. Tenía que volver por mi trabajo y por mi nueva vida. El camarero se acercó a mí, y solo le pedí un vaso de agua, prefería esperar a mi cita. Mientras el camarero se retiraba, miré el entorno que me rodeaba, entonces una rara pregunta llegó a mí > Desde nuestra separación no busque sobre él, al principio porque no quería lastimarme al recordarlo y luego porque ya no me importaba. Sin embargo, ese día me pregunté sobre él, quizás se debía a que estaba más cerca que antes, estaba lista para enfrentarlo y demostrarme que él ya no me intimidaba. Seguía sumergida en mis pensamientos cuando una voz me sacó de ellos, fruncí el ceño cuando identifique aquel sonido tan chillón. —¿Os? ¿Qué haces aquí? —pregunté a mi amiga —¿Aún no llega el viejo? —cuestionó lo obvio. Yo mantenía el ceño fruncido —. Quita esa cara, Muñequita, que si bien tengo curiosidad en conocer al anciano, no te he seguido. Estoy en una cita —dijo señalando a un hombre de probablemente dos metros. —Primero, ¿cuál es tu afición por los hombres demasiado grandes? Segundo, llevamos solo nueve días aquí… —Y yo dos de conocerlo —aclaró con una sonrisa pícara —. En cuanto a lo otro, me gustan los hombres que parecen inalcanzable físicamente y el que salgan conmigo me hace sentir que puedo con ellos, Muñequita. —No le veo la gracia al diminutivo cuando soy 10 centímetros más alta que tú —Bla, bla, bla. Estaré en la mesa de allá por si quieres presentarme al anciano. —Emerson apenas ronda los 55, no es un anciano —refuté de brazos cruzados —Ajá, espero que el abuelo confirme que te trajo aquí para hablar de tu parte en su testamento —dijo apoyándose en la mesa como si pretendiera quedarse un buen rato —. Lo digo porque estoy segura de que así es, no me importa si te da dinero. Ella tenía razón, no le importaba porque al contrario de mi posición económica, la suya era bastante buena al ser la hija de un político adinerado. —Estoy segura de que no se trata de eso, ¿por qué, Emerson me daría parte de su fortuna? No respondas, solo olvídalo. Ella hizo una carcajada para luego decirme: —Como quieras, Enngel, solo no olvides que me debes una salida si tengo razón —agregó dejando de apoyarse y enderezando su pequeño cuerpo. —Si no la tienes, me debes un día de juegos extremos. —Más me vale estar en lo cierto porque no quiero morir aún. Me voy, el abuelo ya debe estar por llegar. —¿No puedes solo llamarlo, Emerson? Él ni siquiera tiene nietos, no es un abuelo ni un anciano —¿Algún día dejará de prestarle atención a los términos? No se puede tener una conversación normal contigo, por eso no has salido con nadie. —Estás equivocada —Ese alguien era más raro que tú. Chaito. Seguro el anciano y abuelo Emerson te viene a pedir que vuelvas con su hijo porque él no puede vivir sin ti —dijo. Empezó a alejarse con pasos pequeños —¡Es más realista la posibilidad de que Emerson me nombre heredera universal de su fortuna! —Alcé la voz para que me escuchara, por suerte las personas a mi alrededor estaban en sus propios asuntos que no prestaron atención a lo que dije. A Osle la conocí en España, volvimos juntas a Inglaterra y vivimos en su ciudad natal porque yo no quería regresar a Londres y ella quería estar cerca de su padre a pesar de que su madre sí vivía en Londres y se lleva mejor con ella. Os y su madre eran dos gotas de agua, a diferencia que Osle tenía el pelo en un corte garçon rubio y su madre una lacea melena del mismo color. Cuando, mi amiga desapareció de mi vista, Emerson apareció. Llevaba un traje azul de tres piezas como la mayoría del tiempo, su pelo era más blanco, pero su porte de hombre seguro era igual. Aunque padre e hijo no se llevaran tan bien, eran muy parecidos en los gustos y eso todos lo notaban al compartir con Emerson y Ediel. Cuando Emerson estuvo frente a mí, me puse de pie para saludarle desde mi lugar. Él me vio de pies a cabeza y luego esbozó una sonrisa pequeña. —Hubiera preferido una abrazo como antes, pero ahora ya no tienes la obligación de hacerlo. Siéntate, Enngel —dijo, Emerson. Obedecí. —No era una obligación para mí, señor Harper —aclaré —. Pero te siento muy distante, hasta me llamas, señor Harper, cuando solías llamarme, Emerson, incluso llegaste a decirme Emer —habló ya sentado. —A ti, a veces no sé cómo tratarte. Ya te estoy tuteando como antes… —¿Es que acaso te intimido, pequeña Enngel? —Para ser sincera, eres tú el único hombre que me sigue intimidando —Ah, supongo que ese será un gran golpe para Ediel y su orgullo —dijo junto a una carcajada. Yo guardé silencio ante el comentario. Emerson me miraba mientras sostenía el menú sin darle ningún vistazo, el camarero se acercaba a nosotros. —¿Sigues sin querer saber de Ediel? —me preguntó tranquilo. —¿Por qué me interesaría en su vida? — imité su serenidad. —Porque hace casi cinco años han firmado un contrato de matrimonio que les garantizo una historia juntos… —Contrato que acabó hace casi tres años, Emerson. Él hizo una carcajada más sonora sin dejar de mirarme. —¿He dicho algo gracioso? —Me lo ha parecido, tal vez porque pienso que la seguridad que te gobierna ahora, debería estar a la par con la verdad absoluta del asunto —dijo. Yo lo miré confundida. Emerson podía ser un hombre difícil de entender a veces. Recuerdo que lo pensaba como una paradoja, él siempre estaba lleno de misterios que despertaban la curiosidad de los demás. No quise darle importancia a lo que dijo, pues no quería hablar de Ediel. —Señor, Harper. Bienvenido. —Lo recibió el mesero cuando ya estuvo en nuestra mesa —Buen día. Tráenos espaguetis a la carbonara y vino. Es todo —ordenó, Emerson; el camarero asintió y se retiró —. Es una pérdida de tiempo que estemos en un restaurante italiano y no pidamos tu plato favorito. —Todavía lo recuerdas… —dije pensando en ello. —No podría olvidarlo, Nora lo servía para todos en cada uno de tus cumpleaños y cuando obtenías un nuevo logro, como siempre fuiste una buena chica, eso era bastante frecuente. Yo sonreí. —Le prometiste a Nora que me visitarías incluso si te ibas de la casa. Llevamos nueve meses sin vernos y me atrevo a reclamar porque soy el único que ha hecho las visitas, Enngel. —Lo lamento mucho, Emerson —me disculpé avergonzada, él había sido el único m*****o de su familia que me trató bien hasta el final, sin hacerme menos. —Es lamentable que tu problema con Ediel incluyera el costo de nuestra relación, además, aunque no compartiste mucho con Aslie, ella tiene curiosidad por saber más de ti. Creo que se llevarán muy bien. —Me vuelvo a disculpar, pero también tengo que reclamar el hecho de que te he otorgado 17 días de mi agenda, estoy hace nueve aquí y es la primera vez que te veo, sin contar que lo decepcionada que estuve, ya que no fuiste para ubicarme en tu hotel. —También lo lamento por eso, Enngel, pero lo tuyo no se compara —refutó con diversión al final. —No podremos estar en empate, así que dime para que me has llamado a ver si con eso, logro hacer algunos puntos… —Ay, Enngel, sabes que yo te considero un m*****o de los Harper. —Ya no lo soy, Emerson — aclaré. —No congeniaras con Olga, sigue siendo rebelde, en cambio, te llevaras bien con Aslie, pienso que puedes ser la amiga que busca en su hermana y con Ediel, eso no lo sé. —Deberías hablar en posibilidad, Emerson, “podrías llevarte bien con Aslie y a mal con Olga” “podrías” porque ambos sabemos que no pasara. —Enngel, tú sigues siendo un m*****o de los Harper, con papeles o no, pero en este caso también en papeles Abrí los ojos extrañada. —¿A qué te refieres, Emerson? —El contrato de matrimonio con Ediel vencería en tres meses si hubieran seguido junto, pero decidieron interrumpirlo; sin embargo, mi pequeña Enngel, para recibir la parte de tu herencia, tienes cumplir con algunas reglas, al menos estos tres meses faltantes. —¿¡Yo!? ¿Yo estoy en tu testamento? —pregunté impresionada, pensado en que Osle tenía razón. Él asintió —. ¿Esas reglas implican volver a la casa? —. Quise saber, él volvió asentir —. Lo siento, Emerson, pero yo tengo una vida fuera de esta ciudad y no puedo renunciar a ella solo por un dinero que no he trabajado. —¿Te parece poco haber aguantado a Ediel? Además, no renuncies aún, no sabes la cantidad que estoy dispuesto a darte. —Es que no me interesa tu dinero, Emerson, y no te ofendas si lo digo. —Me recosté en la silla. —¿Es por Ediel? —Por mí, Emerson, he dicho que tengo una vida en otra parte. —¿Y eres feliz? —Lo soy, Emerson, claro que lo soy —aseguré sin dudarlo —Pequeña, no me gustaría dejarte sin lo que te pertenece, no quiero morir sin antes dártelo. —No vas a morir en pronto. —Te equivocas, Enngel, voy a morir, por eso te he traído hasta acá —habló, él tranquilo. Yo intenté procesar la palabra: equivocada, cuando las otras empezaron a golpearme. Emerson, él había sido una figura paterna en mi vida, apoyó mis estudios, no se enojó cuando cambié de carrera, me apoyó siempre, incluso en contra de su exesposa. Fui parte de su familia y él siempre me dio mi lugar. —¿Morir? ¿Cuándo? ¿Es verdad…? —pregunté con lágrimas en los ojos —No jugaría con algo así, menos contigo. Además, hay algo importante que quiero descubrir antes de que se cumplan los tres meses de vida. Tres meses… ¡Tres cortos meses de vida!
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