Capítulo 3

1358 Words
Capítulo 3 Punto de vista de Gabriella Salí de la empresa furiosa, sin mirar atrás. Mi corazón latía con fuerza y mis emociones estaban descontroladas. Respiré hondo, tratando de calmarme, pero el enfado seguía bullendo dentro de mí. "Este imbécil se acordará de mí. Algún día se lo devolveré. Algún día..." Pero, ¿cuándo? Por ahora, no había manera de hacerle pagar por su comportamiento. Después de todo, no podría haberlo hecho peor en esa entrevista de trabajo. ¡Bravo, Gabriella! ¡La has cagado de forma ejemplar! Pero, ¿cómo no hacerlo cuando ese cabrón me provoca? Genial, y ahora solo he conseguido demostrarle que no controlo mis emociones. Me apoyé en un árbol del parque y respiré hondo tres veces. "Cálmate, Gabriella. Al fin y al cabo, no es el fin del mundo. Encontrarás otras prácticas y él seguirá arrepintiéndose de su comportamiento." —¡Mierda! —murmuré al darme cuenta de que estaba hablando conmigo misma en mi mente. Encendí el teléfono y de inmediato vi una oleada de llamadas perdidas. Devolví la última y, sorprendentemente, Livia contestó enseguida. —¿Ya saliste de la reunión? Teníamos una cita para tomar café, ¿recuerdas? —Maldita sea, lo olvidé. Lo siento. Mándame la dirección a mi teléfono, que ya pido un taxi y voy. Diez minutos después, llegué a la cafetería donde Livia estaba sentada con Antonio y Ginevra. No me apetecía hablar de cómo había arruinado la entrevista, así que me forcé a sonreír antes de entrar. —¡Ya estoy aquí! —dije al sentarme a su lado. —¿Y cuáles son tus impresiones? —preguntó Ginevra con entusiasmo. —¿Impresiones? —repetí con ironía. —Bastante ordinario. ¿Y a ustedes cómo les fue? —No sé... Si soy sincera, creo que lo hice mal —dijo Livia. —Estaba terriblemente estresada y no recuerdo si conseguí decir algo coherente. —¡Livia! Seguro que no fue tan malo. Probablemente ahora, por la emoción, no recuerdas lo que dijiste y ya está —intenté animarla. —Gabriella tiene razón. No te preocupes demasiado —añadió Antonio. —De todos modos, estamos de vacaciones. ¡Es hora de relajarse! ¿Qué planes tenemos para hoy? —Vamos a la playa o hagamos algo increíble —sugirió Ginevra con una sonrisa socarrona. —Bueno, cálmate, tengo una idea —dijo Antonio misterioso. Fue tan inesperado que ni siquiera preguntamos cuál era. Simplemente lo seguimos. —¿Nos trajiste a un campo de tiro? —pregunté incrédula. —Cuando dije que quería algo increíble, me refería a unas copas en la playa, no a esto. —¿Y qué tienen de increíble las copas en la playa? Vamos, prueba algo nuevo. Lo miré dudosa. Pero después de pensarlo, no parecía una mala idea. Podía descargar mi ira de manera relativamente segura. Resultó ser bastante divertido. Antonio lo hacía muy bien. Ginevra, de vez en cuando, fingía necesitar ayuda solo para que él la abrazara y le explicara cómo disparar. La mayor sorpresa fue Livia. Esa mujer tranquila y pacífica disparó como una profesional. Mientras tanto, yo, en mi mala racha, ni siquiera logré acertar una sola vez. ¡Ni una! Definitivamente, este no era mi día... —Vale, gente, me rindo. Nos vemos en casa. Cuando tomé mi teléfono, noté un nuevo correo electrónico. "Enhorabuena por haber conseguido las prácticas. Por favor, preséntate mañana a las 8:00 para tu primer día." Me quedé sentada, atónita. ¡Quizás el día no había sido tan malo! Podría ser el inicio de una nueva historia para mí... Solo esperaba que no fuera un drama. Corrí a buscar a los demás para ver si también habían recibido respuesta. Tras revisar sus teléfonos, Ginevra pegó un grito: —¡Yo también entré! Antonio sonrió y asintió. —¡Yo igual! Volví la mirada a Livia, que miraba su teléfono en silencio. —¿Livia? —Recibí una respuesta... —tragó saliva. —No me aceptaron. El ambiente se volvió tenso. —No te preocupes, Liv. Encontrarás algo mejor —Antonio la abrazó. Ella sonrió tristemente. —Estoy segura de que sí... Pero por ahora, necesito estar sola. Nos quedamos en silencio mientras se alejaba. Ginevra suspiró. —Esto no es lo peor, mis poderes de profecía me dicen que la cuarta persona que entró no nos gustará. — ¡Te ruego que me digas que estas pensando en otra persona y no en la que creo que estas pensando! de ser así, no soportariamos estar en esas pasantias con ella, esa estupida arpía nos hará la vida imposible. ¡Acábalo! La mañana siguiente, al entrar en el ascensor, nos encontramos cara a cara con nuestra eterna némesis: Beatriz. —¡Oh, qué placer verlos! ¿Felices de trabajar juntos? —dijo con una sonrisa venenosa. Ginevra murmuró: —La última vez que me alegré tanto fue cuando tuve una infección vaginal. No pude evitar soltar una carcajada. En el departamento de recursos humanos, una sonriente mujer rubia nos dio la bienvenida. —Seguro que son mis nuevos pasantes, soy Nora, su supervisora. Les doy la bienvenida a esta maravillosa empresa. Recuerden que si tienen alguna pregunta o algún problema pueden dirigirse directamente a mí, ahora síganme. — Nos dijo y nos condujo a la sala de conferencias. al entrar allí, nos sentamos como en mesa redonda. Observé a Aurora, se veía muy agradable, tenía una linda actitud y demasiado positiva, pero ya saben lo que dicen, nunca hay que confiar de los corderitos que tienen cara de inocentes, y a eso sumémosle que la vida me ha enseñado a siempre esperar lo peor de las personas. —Bueno chicos, espero que estén muy dispuestos a trabajar y darlo todo por la compañía. — Por supuesto que sí, Por mi parte, ¡ya estoy deseando que empecemos, estoy deseosa por comenzar! Cuenta conmigo para lo que quieras Aurora — Gin, Antonio y yo giramos los ojos al mismo tiempo, no nos sorprendio para nada esuchar las aduladoras palabras de Beatriz, ella siempre sería una lamebotas con todos. Y entonces él entró. Adrián Lombardi, tan guapo, atractivo, con su traje de lino perfectamente tallado a su cuerpo. —¡Hola a todos! —Su mirada recorrió a los presentes hasta detenerse en mí. Creo que Aurora no esperara su llegada, o tal vez su aparición la tomó tan desprevenida que la voz hasta le tembló. —Amigos, les presento a Adrián Lombardi, presidente de Lombardi Enterprises. Señor Lombardi, ellos son nuestros nuevos pasantes. Al escuchar la palabra "presidente", Beatriz, sentada a mi lado, se irguió exageradamente para resaltar su escote. No me sorprendió; era su forma habitual de llamar la atención. Lo que sí me dejó atónita fue que Ginevra, a mi derecha, hiciera exactamente lo mismo. La miré con desaprobación, pero de nada servía. Solo se encogió de hombros y susurró: —Ay Gabriella, no seas así, si a ti no te interesa, ¿por qué te molesta que a otra sí? Además está guapisimo. —No me refiero a eso. —Lo dije más alto de lo que debía, lo suficiente para que Adrián arqueara una ceja. —¿Quiere decir algo, señorita Montiel? —preguntó con una calma despreocupada, apoyándose en el marco de la puerta mientras todos esperaban mi respuesta. Bueno, todos menos Ginevra, que susurró un tímido "lo siento". —No, no tengo nada que decir por ahora —respondí, y noté cómo las comisuras de sus labios se curvaban en una leve sonrisa. —Sorprendente viniendo de usted, pero no es por eso que estoy aquí. Hizo una pausa antes de continuar: —Solo quería darles la bienvenida a la empresa y desearles suerte en su primer día. Ahora debo irme, tengo asuntos que atender. Dicho esto, se giró para marcharse, pero a medio camino se detuvo y volvió la vista hacia Aurora. —Ah, casi lo olvido. Aurora, envíame a la señorita Montiel a mi oficina a la una de la tarde, ¿de acuerdo? No esperó respuesta. Simplemente se fue. ¡Maldito arrogante! Me pregunté qué demonios querría de mí otra vez.
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