Capitulo 2

2154 Words
—Cuando un hombre y una mujer se aman y están a punto de hacer el amor, nunca hay una lista. Dejan que sus cuerpos les digan qué sigue y qué quieren hacer juntos. ¿Parezco estar listo para hacer el amor? —No, William, todavía llevas puesta la ropa interior. —Eres muy observadora, Laura. ¿Qué pasó con tu ropa interior? —Me lo quitaste, William. —Te dije que iba a abrir mi regalo, y lo hice. Ahora es el momento de que tú lo abras. —William, nunca he... quiero decir, mirado... ni siquiera a uno de... ¡ELLOS! —Laura, ¿no estudiaste biología? —Fui a una escuela católica solo para niñas, tanto primaria como secundaria. Biología no era obligatoria, y mis padres no me permitieron cursarla. —Tus padres eran idiotas. —Puedo darte su número de teléfono y puedes decírselo. Cuando me negué a ir a una universidad solo para chicas y me matriculé en Londres, se negaron a pagarme nada. Por eso trabajo en el restaurante. —En ese caso, Laura, recuérdame que les dé las gracias. Ahora, ven aquí y abre tu regalo. Lentamente, Laura salió de la cama y se paró frente a William. Metió los pulgares en la banda de sus pantalones cortos, giró la cabeza y cerró los ojos, avergonzada. Intentó bajarle los pantalones cortos, pero se dio cuenta de que no era posible mientras estaba de pie. Intentó doblarse por la cintura, pero descubrió que su cabeza estaba en una posición muy comprometedora. Agarró la cintura de William y se arrodilló frente a él. No le hacía ninguna gracia estar en esa posición; sin embargo, era mejor agacharse. Levantó la vista y vio a William sonriéndole. Si antes se sentía incómoda, ahora estaba completamente avergonzada. Sus manos alcanzaron la cinturilla de sus pantalones cortos y los bajó lo más rápido posible para terminar su tarea. La mitad superior de su cuerpo retrocedió al ver su pene erecto, de pie frente a ella. Gritó —¡MIERDA!—, mientras se tapaba la boca con la mano horrorizada, porque acababa de maldecir. William rió a carcajadas. Sabía que reaccionaría, pero era la reacción de una adolescente, no la de una veinteañera. Laura lo miró y dijo: —¿QUÉ ES TAN DIVERTIDO? —Parecías una niña de trece años en su primera experiencia con un chico. Te ves tan linda que podría comerte. Creo que lo haré. —¿Crees que harás 'qué'? —Te voy a comer. —He escuchado esa expresión antes, pero no tengo idea de qué significa. —Laura, faltarás a clase mañana. También faltarás al trabajo mañana, sábado y domingo. No vas a salir de esta habitación. Voy a darte una lección sobre algo que extrañas muchísimo: ¡el sexo! —No puedo faltar al trabajo, necesito el dinero. —Llamaré a mi amigo y me aseguraré de que te paguen, además del monto que normalmente recibirías en propinas. —Eso no es justo para él. Le faltará un camarero en los días más ocupados de su semana. Siempre ha sido muy amable conmigo, y detesto la idea de hacerle eso. —Laura, eres una joya. Le diré lo que dijiste y te garantizo que no se enojará contigo. —Espero que no, siempre me ha tratado como familia. Ahora volvamos al tema que nos ocupa, al menos al que tienes delante. Mira al frente y dime qué ves. —Veo un órgano masculino erecto. —Ya veo que esto va a tardar mucho. ¿Cómo se llama, Laura? Ella dudó y luego dijo: —Un pene. —¿Qué otros nombres tiene Laura? —William, por favor, no estás siendo justo. Esto es muy difícil para mí. —Laura, tengo hasta el lunes por la mañana. ¿Qué otros nombres tiene el pene? —Algunas personas lo llaman 'pene'. ¿Cómo más lo llaman? Piensa en todos los nombres y no pares hasta que se te acaben. ¿Puedo irme si quiero? —Sabes dónde está la puerta; no te tengo cautivo. Laura se levantó y fue a buscar su ropa. Al buscar sus bragas, vio el anillo de diamantes en su dedo y rompió a llorar. Pensó: —¿Tanto me pide? Son solo palabras, y la gente las usa a diario. He llevado una vida tan protegida en comparación con mis compañeros. No me extraña que en la escuela dejaran de relacionarme conmigo. Creo que es hora de que salga de mi jaula y haga las cosas que una mujer de mi edad debería ser capaz de hacer. Ella lo miró y dijo: —No conozco muchos de ellos, pero ahí va nada: polla, p**o, vara, punta, herramienta de amor y golpeador. —Nunca había oído hablar de Thumper. ¿Dónde lo escuchaste? Estaba en la cafetería y oí a una chica hablando con sus amigas sobre tener sexo con su novio. Dijo: —Se lo estaba dando bien, con un machete. William tuvo que sentarse porque se reía mucho. Dijo: —Laura, ven aquí. Tengo que explicarte algo. Laura se acercó. La tomó de la mano y la sentó en su regazo. La besó y la abrazó. —Tienes el cuerpo de una mujer madura. En el sexo, todavía eres una bebé—. La joven se refería al apodo que le daba su novio a su pene. ¿Has oído la expresión «A veces la cabecita piensa por la cabecita»? "Sí, tengo a William." A veces, los hombres le dan un nombre a la cabecita. En este caso, el joven en cuestión le puso un nombre a su cabecita: 'Golpeador'. Laura lo pensó por un momento, se dio cuenta de lo que William estaba diciendo y se rió. William preguntó: —¿Te quedas para continuar tu educación s****l o vas a volver a tu pequeño y cómodo caparazón? —William, me quedaré tanto tiempo como tú quieras. —¿Sabes que soy un pervertido cuando se trata de mujeres jóvenes?— —No distinguiría a un pervertido de un converso, William. Así que haz lo peor que puedas, o haz lo mejor que puedas, soy tuyo. —Arrodíllate y coloca mi pene en tu mano, Laura. Ella se arrodilló, miró su pene y preguntó: —¿Qué le pasó? Si no fueras tan linda, te daría nalgadas. Cuando un hombre no está excitado, su pene se encoge. La sangre fluye de él y regresa a su cuerpo. Cuando se excita, la sangre fluye hacia él y se pone erecto de nuevo. —¿Cómo se excita? No se excita, es el hombre. Me vas a ayudar a excitarme. Pon tu mano sobre él y acarícialo de arriba a abajo. Tentativamente, extendió la mano y tocó por primera vez la manada de un macho. Era cálida y suave, pero latió en cuanto la tocó por primera vez. Observó con asombro cómo crecía en su mano. Pasó de cálida y suave a caliente y rígida. Se maravilló al ver cómo las venas se dilataban y se volvían de un azul brillante, y la cabeza de aquel monstruo se volvía morada. Lo miró y preguntó: —¿Duele cuando se pone negra y azul? William negó con la cabeza, incrédulo. Tendría que enseñárselo todo a esta joven. Al pensarlo, se preguntó: —¿Es tan malo?. —No, no duele. Solo significa que está listo para hacer el amor. Hay muchas maneras de hacerlo. En la posición en la que estás, podrías llevártelo a la boca y chuparlo hasta que me corra. Podrías usar las manos y acariciarlo hasta que me corra. Aunque dije la palabra —yo—, durante todo ese tiempo, tú también podrías correrte. Sin embargo, esa es una lección para otro momento. Si un hombre es digno de su nombre, se asegura de no ser el único que reciba placer. Se asegura de que su pareja también lo reciba. Puede usar sus manos y su boca, además de su pene, para asegurar que la chica/mujer experimente uno o varios orgasmos durante el sexo. —Abre la boca, saca la lengua y mete la cabeza de mi polla dentro. A Laura no le gustó esta petición, pero estaba decidida a aprender a complacer a su hombre. Abrió la boca de par en par, echó la cabeza hacia adelante y sintió la punta de su enorme pene penetrando en su boca. Pensó que tendría un sabor repugnante, pero no. Era piel. Podría haber tenido un dedo; no era nada desagradable. Cuando ya tenía unos 7,5 cm en la boca, William le dijo que cerrara la boca y empezara a moverla de un lado a otro, sin usar los dientes. Ella lo hizo y siguió moviendo la cabeza hacia adelante, tomando más de él en la boca al mismo tiempo. William le advirtió que no fuera demasiado lejos, porque no quería que tuviera arcadas. A Laura no le pareció una tarea desagradable y continuó. Recordó usar la lengua para mantenerlo húmedo. Pronto tuvo todo su m*****o en la boca y lo oyó gemir. Ella lo sacó de su boca y preguntó: —¿Te lastimé? Él le sonrió y le dijo: —Laura, eres una joven increíble. Nadie me ha tomado por completo en la boca. Lo hiciste a la primera. Hazlo otra vez, hasta que me corra. Se lo volvió a meter en la boca. Empezó a moverse de un lado a otro hasta que sintió que su pene se expandía en su garganta. Empezó a entrar en pánico, pues no podía respirar. Inesperadamente, sintió pulsos de líquido caliente que le bajaban por la garganta, mientras William rugía. Se lo apartó de la garganta y dijo: —Lo siento, William, no quise hacerte daño. La besó tan fuerte que pensó que podría haberle lastimado los labios. —¿Qué te hace pensar que me lastimaste? —Te oí gritar de dolor. Sé que hice algo mal. —Laura, si lo hicieras mejor, podría alquilarte por mil dólares la hora. —¿Te refieres a una prostituta? —Sí, querida, como una prostituta. Qué bien me sentí. No me hiciste daño. El grito que oíste fue pura alegría y felicidad. Ahora te toca a ti gritar de felicidad. Sube y te mostraré cómo. Ella se subió a la cama para estar con él, y él apretó sus pequeños pechos contra su pecho. La besó con cariño y rápidamente la giró boca arriba. Le dijo: —Relájate y deja que tu cuerpo sienta lo que le sucede. Comenzó a besarla en la parte superior de la cabeza, mientras su mano derecha jugaba con su pecho. Ella todavía estaba rígida, cuando él comenzó a besarle los ojos, le dijo: —Relájate; te encantará lo que te haré. Laura empezó a relajarse cuando él llegó a sus orejas. Le hizo cosquillas en una con los dedos, mientras mordía y lamía la otra. Sus manos lo rodearon mientras su temperatura corporal subía; y la humedad entre sus piernas empezó a gotear sobre su ano. Era una sensación que nunca antes había experimentado, y él le había prometido mucho más. Su boca llegó a su cuello, dándole pequeños mordiscos. Subió por su barbilla y cubrió sus labios con los suyos. A medida que su ardor crecía, la pasión de ella alcanzaba nuevas cotas. Empezó a sudar, y ese pequeño bulto en su raja empezó a picar. Necesitaba ser rascado, y no podía alcanzarlo. Sin embargo, él la cubría con el suyo, así que empezó a mover las caderas y a abrir más los muslos en un intento de frotar su v****a contra su pierna. Esa cosa necesitaba ser frotada con desesperación, pero él estaba en el lugar equivocado, y ella no podía encontrar su centro entre sus piernas. William jugaba con sus pechos, y ella se desesperó. Dijo: «Ayúdame, por favor, William; necesito que me ayudes». —Dime Laura, dime ¿qué quieres que haga? —Necesito que me toques ahí, William, por favor tócame ahí. —¿Dónde está 'ahí' Laura? Tienes que ser más específica. —William, necesito que me toques entre las piernas, me pica mucho. —¿Qué te pica tanto, Laura? —Maldita sea, William, me pica la v****a. Podemos jugar a este juego toda la noche, Laura. No te ayudaré hasta que me digas cómo se llama. —Es mi coño; mi v****a. ¿Estás feliz ahora? —Sí, Laura, ahora voy a llevarte el coño; y tu cerebro al cielo. William continuó besándola, pero cumplió su promesa. Bajó la mano hasta su coño, separó sus labios y jugueteó con su clítoris. En cuanto su pulgar lo presionó, sus caderas se arquearon para aumentar la presión. Ella apretó las caderas contra su pulgar hasta gritar. Pensó que se había orinado en la cama por el líquido que expulsó. Estaba tan avergonzada. Se cubrió la cara e intentó alejarse de él.
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