Capítulo 6

2090 Words
Donato Antonelli se interesó mucho en Elena. Le parecía demasiado hermosa, con sus cabellos lacios, muy negros, resbalando a sus hombros y sus ojos dulces aunque somnolientos de tanta droga. Finita, delgada, curvilínea, sin embargo, y con muchos encantos en su cuerpo bien pincelado, atractivo y maravillosamente sensual y sexy. Le gustó muchos sus piernas suaves, lozanas y bien torneadas que aparecían en la minifalda jean súper corta y que terminaban en unas botas vaqueras de muchos despliegues. -¿Es peruana?-, preguntó admirando su naricita pequeña y puntiaguda. -Así es, puro fuego-, dijo Nicolae Dobrin fumando un habano enorme, con una sonrisa larga en sus labios. Antonelli tomó con delicadeza las manos de Elena. Ella parecía desparramarse al suelo. Sus piernas se doblaban y sentía su corazón alterado, rebotando en su pecho con desesperación y encono. -¿Dónde estoy?-, intentó aclarar ella sus pensamientos. Un sujeto quiso inyectarla, pero Antonelli se negó. Dobrin entonces ordenó al tipo alejarse. -Estás conmigo, estás a salvo-, le susurró, Donato. Elena aún estaba embriagada, perdida en una neblina tupida y oscura, sin luces, sin salidas, sin paredes, un abismo muy hondo donde caía, sintiendo su cabeza pesada como un plomo y, además, le martillaban los sesos. -Ella es mía-, dijo Dobrin. Eso lo sabía Antonelli. Había sido su cliente algunos años disfrutando de mujeres de varios países, pagando sumas cuantiosas. Ese era el negocio de él. Alquilar esclavas, chicas que raptaba a bajo precio y que ofertaba por grandes sumas. -Te daré lo que pidas, pero que nadie más la toque-, dijo Antonelli. Dobrin hecho a reír de buena. Sin embargo, desde que había llegado a Bucarest, Elena había estado dormida, cansada, exánime, mareada y sin reacción por lo que no había sido ofertada a otros tipos. Recién la había sido puesta en vitrina y Antonelli se interesó, antes que otro, en ella. -Tu paga y yo obedezco-, sonrió Dobrin. Antonelli llevó a Elena hacia uno de los cuartos del segundo piso. Varios tipos disfrutaban de mujeres de diversos países, saciando sus ímpetus y deseos. Habían gemidos y soplidos de placer. -Dobrin es un maldito hijo de puta-, rezongó Antonelli. Recostó a Elena en la cama y ella rompió a llorar. El llanto fue recién la primera luz que se abría en medio de su oscuridad, tratando de encontrar una salida en esa tupida niebla que la envolvía. Ella se colgó en el cuello de Donato y se recostó en su pecho en busca de un refugio a su angustia y confusión. -¡Sálvame!-, dijo apenitas, con su vocecita transparente y dolida, y Antonelli solo apretó los puños, sintiéndose incapaz e impotente a la vez. ***** El vestuario era un loquerío. Habían mucha auxiliares yendo y viniendo y estaba la modista con una decena de chicas que la asistían y ayudaban a las concursantes a peinarse, cambiarse y lucir hermosas. Fabiana se sentó en uno de lo espejos más cerca de la puerta y allí escuchaba gritos, maldiciones, apuro y también largas risotadas, confundiéndola y haciéndola sentir extraviada. -Señorita Ucayali, sus ropas-, dijo alguien. Fabiana se volvió apurada y encontró un carrete donde colgaban el bañador, una camiseta de la selección peruana de fútbol, un short jean, una banda que decía "Ucayali", el traje típico y también el vestido de noche. Una mujer le puso en la mesita la pedrería, collares, la vincha con pluma y un plato de barro. También zapatillas blancas y zapatos negros con tacos enormes. -¿Le falta algo más?-, preguntó la mujer. Fabi repasó todo con cuidado, hizo un mohín coqueto y le sonrió a la dama. -Muito bom, perfeito-, dijo en portugués. Schäffer volvió a reírse de ella. -Woow, además de chancona, políglota-, estalló en carcajadas. Acomodó su silleta junto a ella. -¿Qué otros idiomas hablas?-, preguntó interesada, peinándose y mirándole a los ojos por el espejo. -Ahhh, solo portugués, inglés y francés. El portugués lo aprendí de uno de mis enamorados, un chico de Brasil que vende en la ciudad y estudia en la universidad, el inglés en la facultad y el francés lo sé por mis padres-, dijo ella arrastrando las palabras, azorada, para que nadie se entere. -Yo inglés y alemán. Mis abuelos son alemanes-, proclamó Schäffer y a Fabiana le dio gusto. -Cuando era chica visité un poblado alemán por Chanchamayo, creo, en la ceja de selva-, le contó y Schäffer se interesó aún más, pero una de las organizadoras intervino furiosa. -¡Niñas! ¡Menos diálogo que ya empezamos!-, chilló asustando a Nancy y a Fabi. Las chicas se vistieron con la camiseta de la selección y un short jean, además de calzarse las zapatillas blancas, para la coreografía de presentación al concurso. Se cuadraron en filas de cinco, dibujando una especie de lanza y al levantarse el telón rojo, bailaron una conocida polca dedicada al fútbol. Sin embargo, todo fue un desastre para Fabiana, como era de esperarse. Casi tropieza con la señorita Junín y se pegó demasiado a la representante de Loreto. La coreógrafa se jalaba los pelos de rabia. -Cada vez más torpe esa mujer-, ladraba colérica. Pese a todo lo malo, nadie reparó en ella y, en realidad, salió bien librada pese a sus tropiezos y empellones con las otras muchachas. Corrieron todas, nuevamente, a los vestidores y se alistaron para el desfile en traje típico. Fabiana vio con curiosidad las divinas indumentarias que se acomodaban las otras chicas. Una ñusta, una bailarina de marinera, otra de tondero, ritmos negroides, en fin, miles de colores se confundían en sus ojos admirados, sorprendida y encantada con las bellezas de las participantes, sus cinturitas de avispa, sus curvas largas y los trajes coquetos y destellantes. Nancy Schäffer lucía hermosa con una pañoleta en la cabeza, muchos collares y una falda grandota. -¿Estás vestida de gitana?-, le preguntó intrigada. -No seas tonta, bromeó la señorita Piura, estoy vestida como la mujer de un chalán- -¡Señorita Ucayali no se ha cambiado!-, le reclamó una señora alta y gruesa, de mirada férrea. Fabiana se encogió. -Ya, señora ahora mismo-, dijo y se calzó chancletas. La mujer volvió a resondrarla. -¡Descalza!- insistió. -¡Y no te olvides la banda!-, rezongó furiosa. Justo había terminado de cantar un rapero de moda y alguien gritó -¡Candidatas a escena!- Una a una, las participantes fueron desfilando en el escenario, con sus trajes típicos y eran presentadas a la teleaudiencia, destacando sus cualidades, su forma de ser y demás detalles. A Fabiana le divertía el apuro, las correrías, los empellones y la desesperación y fanatismo de los organizadores. Todo era un hormigueo y ella se entretenía viéndolos empujarse, gritarse o aullando frenéticos. -¡Tú eres la última!-, le insistió la mujer gruesa. Fabi, se acomodó y sentía frío en las pies. Eso le incomodaba. -¡Señorita Ucyali!-, dijo el anunciador, un cotizado presentador, muy alto y apuesto. Fabiana salió con la mejor de sus sonrisas, portando su plato de barro, caminando despacio, meneando las caderas y haciendo brillar sus ojitos verdes. -Fabiana Leclerc Dupont tiene 20 años, mide un metro setenta, estudia medicina en la universidad, sus sueños son convertirse en cirujana y ayudar a su distrito con la instalación de una posta médica-, fue detallando el anunciador. Fabi se detuvo en medio de la pasarela, inclinó ligeramente las caderas, sin despintar la sonrisa y luego hizo un gesto coqueto, alzando un hombro, y dando un giro gracioso para ubicarse en su lugar designado, caminando, igual, con serenidad, meneando la cadera grácilmente igual a un barquito flotando en la inmensidad del mar. Atronadores aplausos remecieron el escenario. -¡Ellas son nuestras 25 candidatas!-, dijo eufórico el presentador- Otra vez todas fueron a los vestuarios mientras un salsero hacía las delicias del público asistente al centro de convenciones de un importante hotel donde se hizo la elección de la señorita Perú. -¡Pónganse los bañadores!-, volvió a entrar gritando la mujer gruesa que más parecía una coronela o quizás la mala de una de las películas de guerra que le gustaba ver en el cable del hotel a Fabi. Y eso le daba risa. También el apremio de las auxiliares ayudando a las chicas a vestirse, la desesperación de las estilistas viendo los pelos de las candidatas alborotarse en medio del desorden y la aflicción y la risa nerviosa de las concursantes, siempre atareadas o indecisas. -Al menos este bañador tiene más tela je je je-, echó a reír Fabiana recordando la tanga que se puso en la sesión de fotos y videos en la playa. También le dieron unos zapatos con tacos enormes. -Parecen zancos-, protestó pero su voz se diluyó en medio de la premura y los gritos febriles. Se acomodó otra vez la banda y una chica llegó corriendo y le pasó un escobillón por la cabeza y le jaló sus pelos con un peine enorme. -Ay, con cuidado-, se quejó Fabiana pero la chica ni la escuchó, la siguió jaloneando con furia y después de un brinco, pasó donde la señorita Huánuco, igualmente jalándole sus crines lacios y largotes hasta la cintura. -¡A escena!-, volvió a gritar alguien, haciendo remecer el vestuario, aumentando el desenfreno y los apuros. -Estás en el segundo grupo-, le detallaron a Fabi. Se sorprendió. -¿No era yo la última?-, preguntó pero, igualito, no le hicieron caso. Los gritos y aullidos otra vez ahogaron su voz. Las candidatas habían sido agrupadas, en forma distinta y sin orden, en grupos de cinco chicas cada uno. Las concursantes desfilaban en bañador por la pasarela y luego se alineaban en círculos que estaban alineados a los lados. Fabi estaba con las señoritas Lambayeque, Cerro de Pasco, Madre de Dios y Callao. Una mujer flaca y de lentes la acomodó en el tercer lugar de la fila. -Vas, sonríes, pones las manos en tu cintura, te inclinas, vuelves a caminar, vas, te inclinas, sonríes y regresas y te pones en el tercer círculo de izquierda a derecha-, le fue detallando muy calmada, serena, para que no se confunda. Igual le dijo a las otras chicas. Fabiana lo hizo bien, pese a lo enorme de los tacos. No le fue difícil acomodarse pese a su falta de costumbre. En las fiestas de la universidad solía ponerse tacones muy altos, también en su quinceañero lo hizo sin problemas. Su papá le compró unos zapatos enormes pensando en impresionar en todo el mundo. De eso se acordó en ese instante y cumplió al pie de la letra las indicaciones. El público al verla se puso de pie y la aplaudió eufórico, silbando constantemente, ovacionándola en forma atronadora. -Estas hermosa, le dijo la señorita Madre de Dios, cuando Fabi se puso a su lado, tienes al público en tus manos- Fabi no hacía más que reír con encanto. sus ojos brillaban destellantes y el público se rendía a su belleza y grácil figura, igual a un flamenco desplazándose delicado en un lago sereno y mágico. Todas volvieron a los vestuarios y ordenaron que se pongan los trajes de noche. Ese fue el mejor momento para Fabiana. Le encantaba el vestido n***o, muy estrecho, con la audaz abertura a los lados. Cuando se vio con él encima se sintió radiante, una amazona súper sexy. No dejaba de contemplarse en el espejo, admirando sus formas, sus curvas, sus nalgas prominentes redondeados y los senos emancipados en el pecho, igual a colinas pletóricas de sensualidad. Nuevamente todas salieron al escenario, justo después que terminó de cantar un baladista de moda. El presentador dijo que elegirían a las cinco finalistas. Se alinearon, todas, detrás de una línea de cinco círculos. -La primera finalista es ... señorita Callao-, dijo solemne el presentador y el público aplaudió a la espigada muchacha de cabellos negros y mirada radiante y festiva. -Señorita Cajamarca-, dijo, atildando sus palabras y en medio de fuertes aplausos. -Señorita Ucayali-, anunció el tipo. Eso no lo esperaba Fabiana. Estaba entretenida viendo los vestidos de las otras chicas y la señorita Madre de Dios tuvo que darle un hincón con una de sus uñas kilométricas, para que fuera adelante. -¿Yo?-, preguntó Fabi al anunciador y el público estalló en carcajadas. -Señorita Lima- anunció, después, sin hacerle caso a Fabiana, y la representante capitalina se desplazó grácil y cimbreante entre aplausos y una cerrada ovación. -Y la señorita Puno-, sentenció el anunciador con una larga sonrisa. Ella avanzó igualmente entre muchos aplausos, saludando a la representante del departamento lacustre.
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